20 marzo 2021

¿HASTA CUANDO PODREMOS SOSTENER “NO SABER”?

 

¿HASTA CUANDO PODREMOS SOSTENER “NO SABER”?

(…y descubrir a cada momento una nueva mentira)

Días pasados, en una reunión de industriales pyme el tema central resultó los problemas de abastecimiento de insumos, partes y piezas. Tema crucial, pero en ningún momento se mencionó la cuestión del COVID-19 y sus posibles implicancias. 

Aunque no se hable de ella, la pandemia es una realidad con vigencia de largo plazo y con un agravante adicional para la economía argentina: las políticas públicas para enfrentarla podemos decir, ya sin eufemismos, han sido y se proyectan como un fracaso irreversible dada la tozuda persistencia en las mismas por parte del Gobierno Nacional (y sus correlatos subnacionales y locales). 

La pandemia es, en sí misma, una tragedia, y así lo señalamos en ocasión del Día de la Industria 2020 [i]pero, si la política pública en su conjunto -sanitaria, productiva y social- no sólo equivoca el camino, sino que profundiza antinomias y conflictos, la tragedia adquiere características propias que hace irreversible lo que probablemente podría recuperarse. 

Hace unos días nos preguntábamos ¿Qué encontraremos detrás de la espesa neblina que nos cubre?[ii] 

En esa oportunidad estábamos enfocados en el impacto de la irrupción de la economía política de plataformas tanto en los procesos productivos (lay out, etc) como las respuestas de la política pública. 

Hoy seguimos indagando, tratando de descifrar que más encubre la “espesa niebla” y lo único cierto es que no estamos frente ante la incertidumbre[iii], sino a algo más grave: “el no saber” y la mentira. Único resultado verdadero de la política pública en materia de la emergencia sanitaria. 

Aparece en primer lugar una cuestión a resolver: ¿Cuándo habrán de inmunizarse los trabajadores cuya franja etaria está entre los 18 y 59 años? Está claro que los mayores de 60 no deberían estar en sus puestos de trabajo por ser considerados de riesgo. 

Acá advertimos que de diversas maneras muchas Empresas generan presiones para que se reincorporen y simultáneamente muchos trabajadores mayores de 60 años expresan su deseo de reincorporar, ya sea por la incertidumbre de su puesto de trabajo o porque al no concurrir pierden algún adicional salarial. 

Sobre este punto, nuestra recomendación es abstenerse de la reincorporación porque ante cualquier evento -que puede incluir el fallecimiento – los costos asociados al evento pueden ser indeterminados por la litigiosidad y la imposibilidad de probar quien fue el causante de la violación a la Resolución MSAL 1541/2020. 

Al respecto señaló la Unión Industrial Argentina (UIA), “aunque la industria logró avanzar con estrictos protocolos hacia la nueva normalidad, hay sobrecostos derivados de la situación sanitaria. Algunos de ellos están dados por el reemplazo de los empleados que son parte de los grupos de riesgo y que no pueden cumplir sus funciones a distancia, y otros, por ejemplo, están asociados a la movilidad para evitar el transporte público (este factor incide con mayor fuerza en el AMBA y en el noreste, y menos en la zona patagónica). A esos dos ítems se suman, según una encuesta del observatorio de la entidad fabril, la realización de pruebas tanto preventivas como por ser contacto estrecho de algún contagiado.” 

Una demanda de muchos sectores empresarios es que se permita la adquisición de vacunas por parte de los “privados” como modo de no sólo acelerar el proceso de inmunización como la de garantizar la continuidad de los procesos productivos y no agravar el cuadro de daño ya generado por una política sanitaria errática y que ha mostrado no sólo la reiteración de actos de corrupción, sino que ha puesto en evidencia el descontrol y hasta la escasa empatía con los sectores de mayor riesgo. 

Obviamente, cualquier calculo que incluya las pérdidas que puede generar una segunda o tercera ola de COVID 19 indica que los empresarios, aun aquellos PYME con recursos limitados, están dispuestos a INVERTIR en la inmunización de sus trabajadores. No existe razón alguna en contrario. 

Pero la tenaz negativa del Gobierno Nacional da lugar a todo tipo de suspicacias y avala la opacidad de contratos de provisión que no se cumplen, reticencias de algunos productores a tratar con el Gobierno argentino, etc. 

Bajo estas condiciones y estos riesgos, estimo que sería de suma importancia que, más allá de los protocolos que seguramente cumplen estrictamente y que limitan el riesgo de propagación pandémica dentro del ámbito de trabajo, estimo se debería hacer un fuerte hincapié en capacitar al personal sobre las prevenciones y cuidados. Obviamente los Empresarios les resulta incontrolable las acciones, actividades y contactos fuera del ámbito productivo de allí que recomendemos tener trazado un Plan B para el caso de un evento desafortunado. 

Pero avancemos sobre el segundo aspecto que señalamos al principio y que consideramos de singular trascendencia estratégica por sus efectos colaterales que prometen ser duradero y también podría marcar nuestro destino a mediano plazo. 

Se trata de nuestra salud mental, del coste psicológico de una pandemia que también parece causar incluso daños neurológicos. 

La crisis – que se expandía en tiempos pre pandémicos en el plano político, económico y social, como consecuencia de la acción en varios frentes de enfrentamientos geopolíticos, irrupción de nuevas formas de producción, consumo, comunicación, etc de modo “no pacífico” se encontraron con el catalizador de la expresión primaria de la política sanitaria frente a este singular suceso que fue (y en algunos casos aún lo es) el confinamiento de enormes masas de población bajo la genérica definición de “cuarentena”, el encierro, la limitación de movimientos. 

Esa respuesta, que, en Argentina, parece que es la única disponible para el Gobierno. 

Expuestos de modo sistemático a un “no saber” qué sucederá y simultáneamente descubrir a cada paso que quienes deben conducir esta tragedia, mienten, que la utilizan para sus fines e intereses de grupo nos pone frente ya no sólo ante los problemas y riegos cotidianos que enfrentamos -y en muchos casos resolvemos- sino que el “no saber” como política de estado es el fundamento de una bancarrota psicológica cuyas consecuencias desconocemos. 

El “no saber” y descubrir cada día una nueva mentira se esparce a lo largo y ancho de toda la sociedad. Nos pone, aunque aún no ha sido reconocida ni verbalizada, ante una Gran Depresión psicológica que puede ser devastadora. 

¿Estamos preparados? 

Lic. Carlos Guillermo Schwartzer 

Colegiales, 20 de marzo de 2021 

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