27 enero 2022

UNA CUESTIÓN BÁSICA TRABAJO PRODUCTIVO – TRABAJO IMPRODUCTIVO

 

UNA CUESTIÓN BÁSICA

TRABAJO PRODUCTIVO TRABAJO IMPRODUCTIVO


Hay una cuestión básica en el capitalismo cuyo debate se remonta a los orígenes del Capitalismo y consecuentemente a los primeros esbozos de lo que hoy conocemos como Economía Política. Se trata de la cuestión del trabajo productivo o trabajo improductivo.


Trabajo productivo es aquel que de modo directo o indirecto contribuye a la acumulación de capital y su reproducción. El trabajo improductivo es ajeno a este proceso vital del desarrollo capitalista. Esta cuestión es esencial en la economía argentina actual en tanto cada vez menos trabajadores productivos sostienen a trabajadores improductivos.


En la medida que una economía capitalista exhibe un creciente trabajo improductivo frente a su correlato el trabajo productivo no resulta difícil diagnosticar que esa economía recorrerá el camino del estancamiento y posterior decadencia.


Una de las razones de tal proceso es que la capacidad de producir valor (reservado sólo para los procesos de producción) no resulta suficiente para sostener al sector que no lo genera. Esa asimetría las economías que verifican este tipo de situaciones lo resuelven primero tomado deudas impagables para hacer frente a sostener esos sectores improductivos que dan lugar a los déficits que con el transcurrir del tiempo se hacen estructurales.


A partir de esa asimetría comienza un circulo vicioso que va tomando una dinámica exponencial, hasta que finalmente, aunque los Estados no quiebran, esas sociedades y sus organizaciones económicas entran en estancamiento y decadencia.


En particular, desde la denominada crisis del 2001, en Argentina podemos, manteniendo esta clasificación conceptual, referirnos a una “patria subsidiada (improductiva)” y la “patria productiva”. La “patria subsidiada” está compuesta por “tribus” diversas pero que comulgan el mismo credo.


Así tenemos un amplio sector cuyo sustento es la denominada “política social” que distribuye, de modo creciente y “a troche y moche”, todo tipo de subsidios sociales sin control alguno sobre la eficacia y eficiencia de los variados “Programas” bautizados con los más creativos nombres.


Esas políticas, ejecutadas de modo irracional y descontrolado dan paso a un gasto público que no se condice con la capacidad de obtener recursos del sector productivo. Ante esta situación el Estado recurre a, en los hechos, esquilmar a quienes generan valor sin distinguir entre los propietarios del capital o sus trabajadores. Todos son “población objetivo” de estos desmadres tributarios.


Vale en este punto hacer una especificación. Estamos de acuerdo con la necesidad de la existencia de una política social activa, expresada en, por ejemplo, la Asignación  Universal por Hijo hacia los sectores vulnerables como también a proveer sustento económico a los ciudadanos que, por diversos motivos, no pueden reingresar al sistema productivo. 

Lo que no es admisible es que, esa porción de la “patria subsidiada” desarrolle una estructura política autónoma en la que proliferan las peores expresiones del clientelismo político refractarias al control del Estado y se admita que esas estructuras concentren poder al punto de poner en duda el poder del propio Estado. No se trata de promover la aporofobia1 

La expansión de este sector puede resultar obvia. En la medida que el Estado (parte fundamental del sector improductivo2) avanza sobre los sectores productivos, el correlato de esa expansión no puede ser otra que el crecimiento de un sector que requiere asistencia creciente. Esa demanda es un insumo fundamental para aquellos que promueven el populismo. 

Otro sector, de menor magnitud cuantitativa, pero de enorme poder cualitativo, que dispone de poder, tanto económico como mediático, es el conformado por una red de actores económicos ligados a sectores que se auto perciben “productivos” pero que exigen y obtienen todo tipo de prebendas expresadas en subsidios y diferenciales normativos. Estos sectores, más que “productivos” son meros captadores de renta derivada (o mejor dicho desviada) de los presupuestos públicos. 


En este sector están no sólo incluidos amplios sectores empresarios de tamaño diverso, sino que también quienes se autodenominan “representantes” de los trabajadores constituyendo una compleja red de burocracia sindical improductiva y con metodologías cuasi mafiosas.

 Este sector, tiene dos amplios subsectores: la denominada “patria contratista” y aquellos que, mediante lobby, presiones y capacidad mediática y amplios recursos económicos obtienen recursos públicos independientemente de su competitividad.3 . 

Sin embargo, ambos sectores confluyen aportando complicidad al Estado mediante la conformación de un poder corporativo cuando éste requiere desarrollar políticas de dudoso (o a veces no tan dudoso) resultado tales como Pactos Sociales, Acuerdos de Precios y Salarios y otras denominaciones con el mismo objetivo: preservar el poder corporativo y simultáneamente convalidar el avance del Estado sobre el sector productivo. A este subsector podríamos denominarlo la “patria prebendaria”.

La permanente expansión del Estado sobre la actividad productiva mediante el ejercicio de su capacidad de generar acciones y con apoyo del sector corporativo desalientan la actividad privada o la condicionan de tal forma que esta finalmente se retira.4

La caída de la inversión es una señal de esta tendencia que lleva a la economía nacional al estancamiento o lo que es peor, al retroceso (situación que estamos observando cuando se analiza el nivel tecnológico de la industria y la tendencia activa o pasiva para profundizar la innovación y la productividad). Otro indicador, poco o nada usado es evaluar si la tasa de amortización del capital es mayor (caso argentino) o menor que la tasa de inversión.

Cuando la dinámica de la inversión es más que compensada por el tamaño de las amortizaciones, estamos ante un proceso de envejecimiento de medios de producción y, en forma asociada, de sus trabajadores. Este es el caso argentino y la permanencia en el tiempo de este envejecimiento explica, asociado al avance del Estado con su poder tributario y normativo, el estancamiento económico y social que transitamos.

Hay empresas que deciden emigrar porque consideran que la situación es inviable para el sector productivo, se va así despoblando el sector que aporta a la reproducción y acumulación de capital. Ya nadie puede sorprenderse o utilizar argumentos falaces.

Más allá de las tribulaciones que ha planteado la emergencia sanitaria, no es ésta la responsable de la decadencia y el estancamiento. Sin temor a equivocarnos Argentina va a cumplir ya casi un siglo5 de errores no forzados, de una serie de fracasos autoinfligidos que no se quieren reconocer y una dirigencia política que hace de éstos la base de su existencia y que es muy ágil -en mostrar de su expresión “jardín de infantes”, como diría María Elena Walsh- para eludir responsabilidades y rápidamente poner en juego -como se dice ahora- su poder cancelatorio a la disidencia, a todo aquello que ilumine la naturaleza de los fracasos y proponga estrategias de solución.

Con una maraña normativa inestable, plaga de prohibiciones y cepos, sin financiamiento (el Estado absorbe 90% de las disponibilidades) con una legislación cuya base se remonta a mediados del Siglo XX, con amplias regiones donde la alternancia democrática es sustituida por picardías electorales que permiten la vigencia de formas feudales de gestión pública, sin políticas transparentes y que generen certidumbre en materia macroeconómica, el sector productivo de la sociedad va apagándose lenta y sistemáticamente.

Algunos reclamaran con múltiples argumentos sobre la necesidad del optimismo, la molestia por develar las restricciones, los argumentos acerca que “mañana será mejor”, etc., etc. Exceso injustificado de Voluntarismo.

 Los resultados de las Empresas hablan, cuando se los analiza con rigor y objetividad que, en general, ésos resultados (rentabilidad) son ilusorios, que lenta pero sistemáticamente la estructura del capital que debe dar consistencia y sustentabilidad a la Empresa se va debilitando, ampliando el menú de dificultades y lo que agrava el cuadro es la existencia de ciertas barreras culturales para imaginar, diseñar y adoptar estrategias que compensen el avance sistemático del Estado y del sector improductivo sobre la creación de valor.

Se habla hoy de una economía al borde del abismo frente a los devaneos e ineptitudes ante una negociación con un Organismo Multilateral de Crédito (FMI). Este acumula ya más de 20 oportunidades perdidas por la Argentina y esta poco propenso a sumar un nuevo fracaso, dependemos de una decisión política de un actor al que, sistemáticamente vilipendiamos.

Más allá de exhibir una ineptitud tanto en la gestión económica como en la política por parte de una Administración que ha parcelado su sistema de decisiones dando lugar toda suerte de tironeo, marcha y contramarchas, etc resulta posible que nuevamente seamos salvados por la decisión política que estará fundamentada en razones que están fuera de nuestro alcance y comprensión de la organización y distribución del poder a escala global.

Pero este “waiver” no significa que será tomado como el punto de partida para reordenar la gestión pública dotándola de alguna racionalidad. La sospecha es que, obtenido el “perdón” reincidamos nuevamente en la misma lógica populista y que el esa “condescendencia” del poder político que nos da una nueva oportunidad no sea más que un volver a empezar, un “va de nuevo” insoportable al que parece la sociedad ha decidido decir BASTA6

Colegiales, 09 de enero de 2022

Lic. Carlos Guillermo Schwartzer Economista

LE 6 221- CPCECABA

 

1 El término "aporofobia" procede de dos vocablos griegos: "áporos", el pobre, el desvalido, y "fobéo", temer, prevenirse, odiar, rechazar. De la misma manera que "xenofobia" significa "aversión al extranjero", la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo. El término apareció por primera vez en publicaciones de la filósofa española Adela Cortina en 1990 para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos. La diferencia entre aporofobia y xenofobia o racismo es que socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros  de otras etnias cuando estas  personas tienen patrimonio, recursos económicos  y/o relevancia social y mediática.

2 El Estado no es creador de valor, más allá que se pueda sostener que los bienes y servicios que provee son, muchas veces, insumos a la producción de valor. No es así. Esos bienes y servicios que el Estado provee no suponen, por parte de éste un aporte de capital propio, El capital que se utiliza surge de la exacción al sector productivo mediante una política tributaria insostenible e injustificada. Política tributaria que sólo debería ser dedicada a sostener las funciones básicas del Estado (salud, educación, defensa, justicia). Hoy asistimos aun conglomerado de Empresas Públicas (con diversa composición societaria) generadoras de un denominado déficit cuasi fiscal de proporciones injustificables.

3 Tanto uno como otro participan de la corrupción de la que no es ajeno el sector público que participa de este latrocinio sistemático.

4 La emergencia sanitaria que transitamos dio pie a un slogan que dice “El Estado de cuida”. Ese slogan refleja el rol que se trasmite a al conjunto de la sociedad: premia la indolencia, la irresponsabilidad, la carencia de estímulos vitales otorgando a cambio de permitirel “dejar hacer, dejar pasar” una renta que ya se ha convertido en perpetua

5 Podríamos situar el inicio de ésta decadencia en la suscripción del Pacto Roca-Runciman que obligo a replantear la estrategia de desarrollo y -aunque es motivo de bates y controversias- en nuestra visión es el inicio de los fracasos

6 El resultado de las elecciones del 14/11/2021 parece así indicarlo. No triunfo un partido o coalisión. Triunfo el hartazgo