27 enero 2022

2022: LA PRODUCCIÓN A LA ESPERA DE LOS IMPACTOS

 

2022: LA PRODUCCIÓN A LA ESPERA DE LOS IMPACTOS

Tal como señalamos hace unos días, la cuestión del FMI -condición necesaria pero no suficiente para generar un cambio de ciclo económico- está, como suele decirse, “verde”

Algunos medios periodísticos señalan en la fecha algo que, a nuestro entender, y como lo hemos señalado en diversas ocasiones, el FMI tiene un Manual de Estilo que con pequeñas variaciones se viene aplicando a la Argentina desde 1958. Algunos señalan que la aplicación de ese Manual de Estilo daría pie a un “ajuste ortodoxo” (Wende – Infobae), o a un “acuerdo clásico” (G Bazzan – Clarín).

Sea ortodoxo o clásico, lo cierto es que se trata, como señala en la Revista digital Seul Maia Mindel, el tema inflación es una cuestión estrictamente monetaria, se mire por donde se la mire, y está ahí el supuesto “nudo gordiano” que para los argentinos es la inflación.

¿Qué pretende el FMI de Argentina? Es sencillo: le pide (no uso exige porque el FMI sólo recomienda y sugiere dado que el país no será acreedor de fondos frescos) que baje, de “manera gradual y sostenible”, el déficit y que reduzca el financiamiento monetario al Tesoro.

El Gobierno se toma de esa mención “gradual y sostenido” para retomar una metodología que fue el argumento del fracaso de la anterior Administración: el “gradualismo” lleva a debatir la velocidad de la acción y en Argentina eso deriva en la inacción.

Por otra parte, los avances en la reducción del déficit fiscal, hasta acá, han sido las jubilaciones y pensiones, la inversión educativa y algunos subsidios orientados a la financiación PYME (eliminación de las líneas promocionales).

Es decir, en lenguaje coloquial les señala: paren de emitir. Ese es el punto de resolución imposible para una política económica que demanda en modo creciente al Banco Central más y más fondos.

Con lo cual las probabilidades que Argentina cumpla un potencial “acuerdo” con el FMI son, y el FMI lo sabe, remotas. Será el incumplimiento anunciado, de allí que ningún funcionario del Organismo Multilateral esté apurado por resolver una negociación estrictamente confidencial que, como señala la historia de ese organismo, les costó a los funcionarios actuantes sus lujosas y cómodas poltronas.

Simultáneamente, como ya señalamos, le solicita desarrolle una política tal que implique acumular reservas para lo cual, el BCRA a decido atender esa “recomendación” y prueba de ello a comenzado a acelerar el ritmo de devaluación diario del peso. Pero esa aceleración en presencia de un férreo cepo cambiario tiene pocas posibilidades de éxito.

No obstante, esa “aceleración” impacta, a más de las restricciones de abastecimiento de insumos importados, en los costos de producción. Incremento que no siempre es posible trasladar a precios y que requiere recortes de rentabilidad.

¿Por qué? Porque mientras se siga emitiendo más y más en ausencia de demanda de dinero, la sobre oferta de pesos irá irremediablemente al dólar y dará lugar a una brecha entre el tipo de cambio oficial y alguna de las variantes de cotización no oficiales cada vez más amplia lo que hace insostenible el gradualismo con el riesgo que el alineamiento de dicha variable la hagan los propios actores desentendiéndose de lo que resuelva el BCRA.

En línea con las “sugerencias” que surgen del FMI el Gobierno está tomando una decisión de singular trascendencia para la producción -y en particular para las PYME- cuál es la suba de la tasa de interés de política monetaria hoy en 38%, muy lejos del +/- 50% de inflación.

La “sugerencia” consiste en achicar otra brecha, la de la tasa de interés y hacerla compatible con la tasa de inflación con el objetivo que -no se dice aún en que tiempo- la tasa de interés se transforme en real negativa a real positiva.

Pero ¿cómo impacta en la producción? La suba de la tasa de interés de política monetaria empuja al alza todas las tasas de interés de la economía, particularmente las ligadas al crédito de corto plazo (financiación de capital de trabajoà descuento de documentos) dado que la oferta de financiamiento a mediano y largo plazo es en los hechos inexistente.

Un indicador de este impacto serán las tensiones que habrán de aparecer en la “cadena de pagos”. Hoy dado la existencia de sobre liquidez, la percepción es que “todo funciona muy bien”, sin embargo, cuando la astringencia monetaria comience a operar, aparecerán los eternos problemas de la cadena de pagos: retrasos, cheques rechazados, moras, etc  

Hasta acá el “rebote productivo” se financió con recursos propios pero el impacto de la inflación sobre ese modo de sostener el ciclo productivo tuvo y tiene una consecuencia estratégica: implica la creciente descapitalización de las empresas -y en particular de las PYME- lo que se agrava por las limitaciones de obtener resultados sustentables con la actividad productiva (ganancias).

En síntesis: aceleración de la devaluación del peso + incremento de la tasa de interés constituyen argumentos que configuran una amenaza para las PYME que a esta altura de la crisis no hayan dado el salto de productividad indispensable para compensar el impacto de estas medidas.

No obstante, ambas medidas suponen llevar adelante un proceso de ajuste de la economía que en el deseo gubernamental se prefiere efectuar de modo gradual (recordemos que el gradualismo fue el fundamento del fracaso de la anterior Administración), existe -aunque parezca contradictorio- en la política económica la necesidad de sostener un nivel de inflación que permita la degradación de los pasivos (licuación). Obviamente ésta “licuación de los pasivos” también es un argumento más que contribuye al proceso de descapitalización de los sectores productivos agravando la sustentabilidad de las Empresas.

Debe tenerse presente que, al momento que desarrollamos estas ideas, la tasa de inflación de noviembre 2021 mostró una desaceleración mínima.

Sin embargo, la “alegría” no habrá de durar mucho. Esa tasa de inflación no incluye un conjunto de precios denominados “regulados” que permanecen “congelados” por decisión gubernamental. Debe tenerse en cuenta que la denominada “inflación núcleo lleva ya 14 meses por encima del 3%. Eso significa que, más allá de las “licencias metodológicas” del INDEC, estamos conviviendo con una tasa de inflación del 3%/3,5% y que la expectativa es que hacia 2022 esta se mantenga y con esfuerzo se trate de sostenerla en ese nivel.

La pregunta es en que momento sucederá lo que inevitablemente habrá de suceder: la reestructuración tarifaria de las tarifas reguladas que van desde el boleto de colectivo a la energía, incluyendo combustibles y otras tarifas “congeladas”. Es cierto que el Gobierno intentará sostener el nivel de subsidio que el congelamiento tarifario supone, pero, como señalamos más arriba, el acuerdo con el FMI más allá de la confidencialidad con este se trata, habrá de incluir recortes al déficit fiscal que en los hechos se financia con emisión.

Estamos frente a un dilema que, aunque se lo exponga como “cuestión macroeconómica” más allá de como se decida encararla, impactará en la producción. ¿Cómo? De diversas maneras, pero, en nuestra visión, las PYME no podrán evitar el impacto.

Colegiales, 15 de diciembre de 2021

Lic. Carlos Guillermo Schwartzer

Economista

LE T° 6 F° 221- CPCECABA

 

 

 

 

 

 

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