09 junio 2006

Perspectivas de mitad de año: El vaso sólo esta medio lleno

Las economías capitalistas tienen un único modo de medir el éxito o el fracaso. Los economistas lo denominamos, de modo genérico, la dinámica de la acumulación de capital, y aunque muchos la asocien a la dinámica de la inversión – sea en bienes de uso, tecnología, I+D, capacidad de innovación, desarro­llo educativo u otras formas de incrementar el acervo sea de modo cuantitativo o cualitativo, lo cierto es que la acumulación de capital no es sólo una cuestión de incremento del Producto Bruto Interno
[1] o de las expresiones optimistas respecto del uso de la capacidad productiva o de la actividad económica y obviamente, se mide por los anuncios, sino por la efectivamente realizada.

En Argentina, el discurso político se ha aferrado a enumerar mes a mes las bondades de un conjunto de indicadores que parecen reflejar un bienestar general irrefutable, una suerte de “new deal” que pone a quienes lo objetan, critican o limitan en el campo de los adversarios o de los necios, pero lo cierto es que mes tras mes, la contra cara de la realidad es el incremento sistemático de la importación de bienes de consumo final ( el incremento de los bienes de consumo intermedio deberían ser sometidos a un análisis de cuanto es el valor agregado nacional incorporado a ese situación “intermedia” o si realmente encubren el aditamento de una operación de “finísh” para obtener la etiqueta de origen MERCOSUR)

En los últimos tiempos y, con lenguaje mesurado, algunos referentes políticos, económicos, sociales e incluso desde lo confesional han mostrado señales de pre­ocupación respecto de una cuestión muy específica de los procesos de acumulación de capital: las cues­tiones institucionales y su nivel de calidad.

Como señalamos, el éxito o fracaso de una economía capitalista se mide por el ritmo de la acumulación de capital, y en éste punto la literatura económica agrega un aspecto sustantivo a considerar: la acumu­lación debe darse en las esfera de lo denominado productivo, es decir, ni más ni menos en aquellos sectores o en aquellos rubros capaces de producir y reproducir la rentabilidad en escala ampliada. Si éste proceso muestra debilidades o amenazas, estamos en problemas.

En éste punto nos preguntamos, ¿el proceso de acumulación de capital se desenvuelve en la Argentina conforme lo requiere la dinámica del desarrollo capitalista ó esta sometido a un conjunto de amenazas que lo hacen no sustentable y las debilidades que aparecen lejos de ser abordadas con decisión son postergadas sin plazo?

Nuestra respuesta se formula en términos de preguntas a nuestros lectores.

¿Cuáles son los argumentos de su rentabilidad? ¿Es ésta igual, menor o mayor que hace 2 años? ¿El nivel de rentabilidad permite una adecuada modernización de su equipo productivo incorporando tecnologías que lo fortalecen frente a sus competidores? ¿ha podido mejorar el nivel de los salarios de sus trabaja­dores sin que ello haya interferido en su nivel de acumulación de capital? ¿las mayores ventas que segu­ramente Ud logró con una mayor eficiencia productiva fortalecieron su rentabilidad o si bien ésta se mantuvo en términos absolutos y la contribución por unidad vendida fue menor que antes? ¿Amplió su estructura productiva? ¿la importación de celulares incluida en el rubro “bienes de capital” puede ser computada como un incremento de la inversión? ¿Pudo sostener o incrementar su fondo de reserva o el tan mentado “colchón de rentabilidad”?. ¿Si Ud proyecta los resultados de su Empresa desde 1998 a la fecha, cuantos años de rentabilidad positiva y cuantos de negativa tuvo? ¿Cuál es el resultado?

Estas y otras preguntas son las que definen si realmente estamos frente a mera recuperación, lógica después de más de 4 años de una profunda depresión
[2] o sí, hemos llegado a un punto de inflexión en el que, según el tenor de las decisiones que se tomen, aparece nuevamente el riesgo de repetir modelos que nada tienen que ver con la sustentabilidad de la acumulación de capital.

En nuestra visión dicho proceso carece de sustento y los indicadores que se dan a conocer preocupan más aún y son una señal de alerta para las PYMI
[3] en particular para aquellas muy relacionadas con Empre­sas grandes sujetas a los “controles” en materia de precios, sea porque han suscripto convenios o porque están en la mira gubernamental. Cuando las políticas públicas accionan sobre la rentabilidad de las Empresas se inicia un proceso de transferencia regresiva de de ésta y se induce un proceso de con­centración y centralización que deja a las más débiles fuera de juego.

Nadie duda de que estamos frente a un verdadero “boom” de la construcción, pero ¿Cuál es el aporte a la reproducción capitalista de la construcción que apila ladrillos en los barrios más caros de Buenos Aires?. Se menciona que existe una gran industria asociada. Es cierto, pero se trata de un mecanismo endogámico que no aporta a la competitividad de la economía en su conjunto, y que como contra cara genera una renta que muy remotamente se transforma en capital.

El consumo parece no encontrar techo, y mes a mes, enmienda la plana de los que tenemos una mirada distinta. Sin embargo, cada día se genera un nuevo instrumento para el endeudamiento de quienes dis­ponen de empleos formales mientras quienes trabajan en la informalidad participan de modo muy margi­nal en ésta explosión consumista
[4].

Surge, entonces la pregunta, ¿puede ser sustentable una economía sin un mercado interno poderoso, dinámico, capaz de demandar productos modernos, novedosos y funcionales y no sólo aquellos que hacen a la subsistencia? ¿Qué opinión nos merece la necesidad gubernamental de acordar una canasta de 16 productos vitales destinada a nuestros conciudadanos más pobres?
Es correcto mirar la competitividad de la economía argentina, observando la evolución de las exporta­ciones, pero, y siempre pero, ¿Qué exportamos?. Ya en 1870, en un muy famoso y temprano debate sobre la denominada tarifa aduanera, Carlos Pellegrini advirtió que sin una política industrial seriamos “meros exportadores de pasto”. La visión conmueve y nos exime de argumentar. El 70% de las exporta­ciones son Manufacturas de Origen Agropecuario (32%), Productos Primarios (20%) y Combustibles y Energía (18%).

Si la política pública no logra crear el marco institucional que permita que las respuestas empresarias se expresen en el desarrollo y fortalecimiento de sus estructuras de capital de modo sustentable, corremos el riesgo de repetir viejos y malos hábitos que nos llevaron a mutar el optimismo en apenas horas.
[1] Una buena medida de nuestra situación la daría poder evaluar el comportamiento del Producto Neto Nacional, es decir cuando consideramos los resultados de la balanza de pagos y restamos las amortizaciones del equipo de producción. Pero oficialmente el valor de ésta variable no se publica y si existen estimaciones privadas, por diversas razones se prefiere mantenerlas en privado.
[2] Segundo semestre de 1998 hasta fines del 2002
[3] La especificidad de la referencia tiene que con que las PYME incluye la cuestión comercial y éstas parecen ser indiferentes a la suerte de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial, en tanto su único objetivo es la venta, que en su visión de corto plazo, hace irrelevante el origen de los bienes que transa
[4] Notese que nos referimos a “empleos formales” y a “trabajos informales” para denotar situaciones bien distintas en la calidad de las relaciones laborales