02 marzo 2006

POLITICA MONETARIA: EL ETERNO RETORNO A LA ORTODOXIA

POLITICA MONETARIA: EL ETERNO RETORNO A LA ORTODOXIA

En publicaciones anteriores, señalamos que por detrás del discurso progresista, que algunos llaman erróneamente populista, se encuentra una política económica cuya estructura ideológica es absolutamente regresiva y que fue soporte de las dictaduras militares que ensombrecieron la historia instalando un dolor perpetuo en la sociedad.
Decíamos, en relación a algunas medidas cambiarias que por detrás estaba “Nada más ni nada menos que el enfoque más denostado por el propio John Maynard Keynes ( de quienes se dicen tributarios los diseñadores de la política económica): la teoría cuantitativa del dinero que los “teó­ricos” que la cultivan sintetizan en una identidad o expresión tautológica que dice que la cantidad de dinero (M) multiplicada por la velocidad de circulación del dinero (V) es idéntica (ellos sueñan con la igualdad) al nivel general de precios (P) multiplicada por la cantidad de transacciones (T) que se desarrollan en una economía.”

Y continuábamos:

“A partir de allí y bajo el supuesto de que la cantidad de transacciones y la velocidad de circulación del di­nero son constantes, señalan que todo aumento en la cantidad de dinero se transmite completo al nivel general de precios. Necesitan, en consecuencia, a toda costa “mover” unos de los argumentos de la con­cepción ideológica (la teoría es algo más serio y riguroso) que respalda la política monetaria sustentada. Y eligieron “T” (cantidad de transacciones), porque según ésta concepción ideológica allí se representa la “oferta de bienes y servicios”, independientemente de su origen, sea nacional o importado.”

“Es por eso que están más que atentos al nivel de inversiones que podría ampliar el volumen físico de pro­ducción (pero no inmediatamente la cantidad de transacciones en tanto la tecnología que se incorpora es, en general, ahorradora de mano de obra motivo por el cual no “mueve “T” de modo automático) o, tal como sucede, dado que debe incrementarse la oferta, sino se produce localmente o hay limitaciones (no se ana­liza el porqué) se debe incrementar la importación de bienes. Después de todo para ésta visión, el origen es lo de menos.”

Pero el desarrollo de los acontecimientos – la inversión, si existe, no tiene efectos instantáneos y el consumo parece haber entrado en una meseta que los bateleros del optimismo tarde o temprano deberán reconocer.
El que si ya reconoció que la “teoría cuantitativa del dinero” (conocida en la profesión como Identidad de Fisher) no admite heterodoxia y reclama sí, una estricta disciplina primero monetaria y finalmente social.

Es por ello que lisa y llanamente el Banco Central (BCRA) tiene prácticamente decidido subir los encajes.

El encaje o efectivo mínimo es la proporción de fondos que deben inmovilizar los bancos por cada depósito que captan del público; una suerte de "colchón de liquidez" ante eventuales retiros de fondos y que implica “esterilizar” dinero, es decir si la velocidad (V) y la cantidad de transacciones (T) no aportan y tal como señala la “teoría” son constantes en el corto plazo, el Banco Central ha tomado la drástica medida de disminuir la variable M ( es decir la cantidad de dinero) para controlar, esa es la ilusión, la variable P ( nivel general de precios).

Elevar tres puntos el encaje de cajas de ahorro, cuentas corrientes y otras colocaciones a la vista implica esterilizar unos $ 1.900 millones adicionales a los existentes (o un total de aproximadamente $ 11.000 millones).

Lo que no dicen es que, esa esterilización de dinero por parte de los Bancos no es gratuita, no es un aporte patriótico. Tiene costo. Los encajes, desde la época de Martínez de Hoz, son remunerados. La tasa actual es del 2,55% anual y la erogación no está computada en el Presupuesto Nacional, por lo que se la denomina “déficit cuasi fiscal” y la cuenta que contabiliza éste dislate ortodoxo, se la conoce como Cuenta de Regulación Monetaria, que pese a los malabares discursivos termina convirtiéndose en una “bola de nieve”.

Se utilizaron divisas para cancelar una deuda que como mínimo era ilegitima, sin quita, en lugar de destinarlos a desarrollar un amplio programa de acumulación de capital liderado por las PYME. Ahora, en el altar de la ortodoxia monetaria, se volverá a mutilar las oportunidades de desarrollo y fortalecimiento de las PYME, porque la tasa de interés habrá de aumentar y porque nuevamente los bancos habrán de priorizar los crédito de rápida rotación (como los personales) en lugar de las financiaciones de largo plazo a las empresas.

El hombre es el único mamífero que tropieza dos veces con la misma piedra. Los argentinos nos encaminamos a un nuevo record: nos tropezaremos por enésima vez con la piedra y como “bonus track” También chocaremos con la montaña.
POLITICA ECONOMICA: LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS
(Publicado originalmente el 21 de febrero de 2006)
La estrategia económica tiene dos pilares indiscutibles: tipo de cambio alto y superávit fiscal.
El tipo de cambio alto, contribuye, según esta visión, a la protección de la industria nacional que tiene allí una barrera que protege el mercado interno y simultáneamente, le genera una adecuada competitividad para cuando exporta.
Lo que no dice es que esa política de tipo de cambio es el fundamento de un doloroso record que debe computar el “progresismo” gubernamental y su “preocupación” por la gente: la regresiva distribución del ingreso que ha puesto una insoportable distancia entre una minoría muy rica y una mayoría extremada­mente pobre. La miopía de la política económica no puede ver éste escándalo que pone en riesgo la convi­vencia democrática.
Sin embargo, la política económica, como ha sucedido a lo largo de la historia argentina, es paradojal, siendo éste rasgo el que limita de modo estructural el desarrollo de una dinámica de acumulación que de fundamento a un sistema productivo moderno e inclusivo.
La incongruencia se refleja en la condena a los “90” como artífices de todos los males mientras se sostienen sin cambio las políticas más impopulares: entre ellas el impuesto a las transacciones financieras, ganancia presunta y mínimos no imponibles que convierten en contribuyentes a quienes perciben salarios apenas por encima de la línea de pobreza. Se decide promover la inversión pero no se permite el ajuste por inflación que la limita.
La novedad (sutil, pero indicador de la línea de pensamiento de las ideas económicas del Gobierno) es que, para mantener el tipo de cambio (peso / dólar) en una banda entre $3,05 y $3,10 los esfuerzos del Banco Central no alcanza y requiere que otros posibles demandantes se muestren más activos, porque en la visión conceptual de quienes diseñan la política monetaria, la expansión monetaria que genera la compra unilate­ral de divisas (dólares) es un argumento que promueve la inflación.
Que hay, en primer lugar detrás de ésta concepción.
Nada más ni nada menos que el enfoque más denostado por el propio John Maynard Keynes ( de quienes se dicen tributarios los diseñadores de la política económica): la teoría cuantitativa del dinero que los “teó­ricos” que la cultivan sintetizan en una identidad o expresión tautológica que dice que la cantidad de dinero (M) multiplicada por la velocidad de circulación del dinero (V) es idéntica (ellos sueñan con la igualdad) al nivel general de precios (P) multiplicada por la cantidad de transacciones (T) que se desarrollan en una economía.
A partir de allí y bajo el supuesto de que la cantidad de transacciones y la velocidad de circulación del di­nero son constantes, señalan que todo aumento en la cantidad de dinero se transmite completo al nivel general de precios. Necesitan, en consecuencia, a toda costa “mover” unos de los argumentos de la con­cepción ideológica (la teoría es algo más serio y riguroso) que respalda la política monetaria sustentada. Y eligieron “T” (cantidad de transacciones), porque según ésta concepción ideológica allí se representa la “oferta de bienes y servicios”, independientemente de su origen, sea nacional o importado.
Es por eso que están más que atentos al nivel de inversiones que podría ampliar el volumen físico de pro­ducción (pero no inmediatamente la cantidad de transacciones en tanto la tecnología que se incorpora es, en general, ahorradora de mano de obra motivo por el cual no “mueve “T” de modo automático) o, tal como sucede, dado que debe incrementarse la oferta, sino se produce localmente o hay limitaciones (no se ana­liza el porqué) se debe incrementar la importación de bienes. Después de todo para ésta visión, el origen es lo de menos.
En la historia argentina ésta teoría estuvo en todos y cada uno de los fracasos y fue el telón de fondos de las políticas económicas de las dictaduras militares, como en el caso de Martínez de Hoz y su compincha Guillermo W Klein más su ingeniero monetario en el Banco Central: Adolfo Diz.
Por eso no llama la atención que el Banco Central mediante la comunicación "A" 4496, la autoridad moneta­ria dispusiera suspender el punto 1 de la Comunicación "A" 4385, donde se indicaba que el acceso al Mercado Unico y Libre de Cambios para efectuar pagos por compras de bienes de consumo y uso final de­bía efectuarse en forma anticipada, o antes de los 30 días corridos posteriores a la fecha del despacho a plaza de los bienes, o de su ingreso a la zona franca (ZFI). Además, la norma suspendida disponía que las financiaciones en moneda extranjera de entidades financieras locales de pagos de importaciones, fondea­das en pasivos externos de la entidad local, "no podrán exceder el plazo máximo establecido para el acceso al mercado de cambios para el pago de estos bienes".
De ésta manera la autoridad monetaria pide “ayuda” a los importadores y a los bancos para que accedan al mercado de cambios a demandar dólares para sostener el tipo de cambio que se le esta yendo de las ma­nos y genera, en la visión miope de la denominada “teoría cuantitativa del dinero”, presiones inflacionarias. Como aliciente los libera del costo financiero –y obviamente las dificultades para acceder al financiamiento - de anticipar la compra de divisas y facilita, por ésta vía, la importación de bienes de consumo y uso final, es decir, incrementa el valor de “T” que en la ilusión ideológica debe compensar (o sobre compensar) la emi­sión de pesos para la compra de dólares.
En los hechos, y aunque la medida cambiaria parece extremadamente sutil, se sacrifica a la industria nacio­nal en el altar de una política monetaria de corte reaccionario y se protege un tipo de cambio que le permite al complejo agroindustrial y a los negocios petroleros mantener una rentabilidad inalterable.
Finalmente, y como siempre, la gran perjudicada de ésta “silenciosa e imperceptible decisión invisible a los ojos” es la PYME – fundamento estratégico de la Industria Nacional, que habrá de enfrentar ahora a un sector importador con mejores posibilidades mientras que sus condiciones de desarrollo y fortalecimiento continuaran en “boca de todos pero en manos de nadie” como decía un importante dirigente empresario.