16 octubre 2010

DE NINGUNA CRISIS SE SALE SI NO MEJORA EL EMPLEO

DE NINGUNA CRISIS SE SALE SI NO MEJORA EL EMPLEO

Por Marcelo Cantelmi (Clarín – 16/10/2010 – Panorama Internacional)

Los datos de los países avanzados sobre mercado laboral hablan tanto de una bomba social para nada desactivada como de las agonías en la estructura de acumulación
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La reunión del FMI en Washington el pasado fin de semana descubrió al director gerente del organismo Dominique Strauss-Kahn como inesperado mensajero de malos augurios por la bomba social que ha dejado activada la actual crisis económica . Desde que estalló en su fecha más estridente en setiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, esta pesadilla dejó en la calle a 30 millones de personas, dijo. El funcionario agregó a esa cifra otra de miedo: 450 millones ingresarán, o lo intentarán, al mercado laboral en los próximos años sin que se sepa qué ocurrirá con ellos, en particular si quedan atrapados en lo que ya parece una inevitable e inminente guerra comercial entre las potencias globales.

El discurso en Washington recordó el mensaje de su compatriota y antecesor Michel Camdessus en Madrid en 1997, quien advirtió entonces que las tensiones sociales, en esa década de ultraliberalismo, ponían en peligro el castillo y urgía a crear redes para contener los océanos de excluidos y frustrados que generaba el modelo. “Cuando usted pierde el trabajo su salud empeora -recitó sobre ese mismo camino Srauss- Khan-. Cuando usted pierde su trabajo la educación de sus hijos empeora y la estabilidad social empeora con amenazas a la democracia y hasta a la paz”. Su reconocimiento posterior de que nada sustancial se logró en esta cita (otro deja vu del 97) hace aún más ominoso el futuro si se tiene en cuenta que esta crisis no sólo no ha acabado sino que exhibe diferentes dimensiones.

Una de ellas es la que los voceros del mercado enarbolan como prueba de que el mundo dejó atrás el derrumbe. Es la que amontona los datos de alta productividad en EE.UU., el crecimiento en Alemania con una tasa prevista para este 2010 de 3%, sin precedentes desde la reunificación en 1990 o el 10% pronosticado para China.

La construcción de la perspectiva debería ser, sin embargo, un poco más amplia para incluir también las imágenes antipáticas de cómo son en verdad las cosas. El espanto de Paul Krugman por el deterioro social y estructural de EE.UU. va en aquella dirección. No hace mucho este Nobel de Economía se reconocía asombrado e incrédulo de que en algunos estados en Norteamérica se dejen deteriorar las rutas, se corte la luz pública o se despida a maestros antes que volver a cobrar impuestos a los más ricos para pagar esos gastos . Eso sucede hoy en la aún principal potencia global que experimenta, especialmente desde la crisis de 2008, un desvío de concentración en el ingreso que la acerca a formas primitivas y hasta, gime Krugman, con estilos de puro subdesarrollo. “El crecimiento es lento y el pronóstico es que el desempleo aumentará y no caerá en los meses por venir. Eso es malo. Pero lo que es realmente pésimo es la creciente evidencia de que a la dirigencia política eso no le importa, de que es parte de la normalidad”, escribió.

El desafío del desempleo no es apenas una turbulencia. Preocupa a este y otros economistas del sistema porque adivinan en ese desvío una señal de agonía para la estructura de acumulación . Es lo que sugiere Strauss-Khan. Esto está en la línea de lo que plantean especialistas como Philippe Egger, vicedirector de la OIT, que sostiene, casi en palabras que parecen un eco de las del brasileño Celso Furtado hace tres décadas cuando investigaba el deterioro de los términos del intercambio con Fernando H. Cardoso en el exilio chileno, respecto a que “el indicador de empleo es el único verdadero de recuperación económica”. Lo que asombra y quizá no debería es el enorme calado que exhibe este problema y la poca atención que se le brinda. No sólo hay 14,8 millones de personas sin empleo en EE.UU., número que crece a 24 millones con los subempleados, sino que la mitad de los desocupados han estado sin un trabajo por más de seis meses, la estadística más extensa desde la década de 1930.
Para hacer más claro el punto, téngase en cuenta que se requerirían poco más de cien mil nuevos puestos de trabajo creados cada mes año tras año para llegar a un nivel normal de crecimiento del mercado laboral.

No será la primera vez que se plantea, -aunque con buenas dosis de incorrección política-, que el segundo capítulo de una nueva caída en W de la economía pueda leerse también por esta expresión social.

El problema no es sólo norteamericano, lo que confirma que las casualidades suelen estar alejadas de estas contradicciones económicas y, consecuentemente, políticas. En Alemania, uno de cada cinco trabajadores lo hace en el sector de empleo precario, con salarios mínimos, no básicos porque en ese país no existe un sueldo base. Cerca del tercio de los nuevos empleos son temporarios y muchas veces muy mal pagos, según investigación de The Wall Street Journal . Por esa razón el desempleo luce maquillado con un 7,6% contra el 10% en Francia. Pero lo más importante son otro par de datos.

El ingreso anual de estos trabajadores cayó poco más de mil euros desde 2004 a 15.815 el año pasado . La OCDE, en el informe sobre empleo para el 2010, muestra que mientras en el resto de los países del norte mundial el número de trabajadores mal o mínimamente pagados se mantuvo sin cambios, incluso en EE.UU., en Alemania aumentó nada menos que 16% en la década que finalizó en 2008. El departamento de Empleo de la Universidad Duisburg-Essen admite que: “ningún otro país ha experimentado un alza similar del sector de ingreso precario en los últimos años y una dispersión tal de esos sueldos bajos como exhibe Alemania”. Esto no sucede por generación espontánea, Hay un criterio para afilar la cima distributiva que se aceleró desde la crisis.

La historia suele brindar capítulos elocuentes sobre los riesgos que subyacen en estos juegos. Hace poco, los trabajadores de una planta de estampado de General Motors en Indianapolis se levantaron contra su propio sindicato The United Auto Workers y la empresa, en rechazo de una propuesta para reducirles 50% los sueldos, US$ 29 a US$ 15.50 la hora. Con ese ingreso, una familia de cinco miembros entra de lleno bajo la línea de pobreza. General Motors es una de las tres grandes automotrices, junto con Ford y Chrysler, que el Estado federal salvó de la quiebra tras la crisis de 2006.

Al igual que en Europa, todo el mecanismo tiende a desbastar los beneficios sociales que regían antes del tsunami. Es otro mundo el que se está construyendo en el que los límites se han borroneado, incluso muchos equilibrios cuya ausencia es lo que asusta ahora en el vértice de la pirámide.