18 diciembre 2015

UNA GRAVE PROBLEMÁTICA PARA LA PYMI

UNA GRAVE PROBLEMÁTICA PARA LA PYMI

Tal como lo señalan muchos economistas y analistas de diverso tipo, el “sinceramiento general de la economía era y es una cuestión de carácter imprescindible para la inclusión de la República Argentina en el desarrollo histórico político, económico y social de la etapa histórica por la que transcurren los paises ya sea denominados desarrollados, en vias de desarrollo, emergentes o como en nuestro caso, reducidos a ser un “país frontera” modo elegante si lo hay de nombrar a quienes han perdido ya, toda categoría de clasificación posible.

Como ya lo hemos señalado en  nuestro blog (ver: Inercia – www.schwartzereconomia.blogspot – 6/12/2015), “Nuestro rol estratégico, más allá de los resultados a los que se lleguen, es analizar, “prever y ver” alertar y señalar (podríamos seguir detallando verbos) que la utilidad de la profesión se centra en el ámbito y contexto de las consecuencias que genera éste modo de producción capitalista.

Estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, de la permanente creación de nuevas formas de “trabajo productivo” y de la identificación del improductivo, redundante, inapropiado y que da lugar a la necesidad de aplicar recursos desde el Estado (como eje central del aparato de control de las formas capitalistas) como la aparición de nuevas formas de transferencia de recursos (deducibles de impuestos y otras cargas tributarias) a través de las denominadas Organizaciones No Gubernamentales que libera al Estado de sus obligaciones privatizando la asistencia de las necesidades de los excluidos y concentrarse sólo en los incluidos.”

Vayamos a la situación concreta y que nos preocupa.

Miles de Pequeñas y Medianas Industrias como resultado de la política de administración del comercio desarrollada por el gobierno que ceso el 9/12/2015  que de manera cada día más estricta limitaba el normal abastecimiento de las PYMI y tienen aún insumos, partes y piezas pendientes, ya sea en producción por un proveedor del exterior, ya sea como se dice en la jerga “flotando”, o directamente arribada pero que al no tener la DJAI en estado “Sali” porque, tal como señalábamos la lógica de la administración del comercio exterior de la anterior administración se sujetó a la disponibilidad de divisas en el Banco Central de la República Argentina y opero restringiendo importaciones no como expresión de una política de “defensa de la industria nacional” sino de “encubrimiento de su mala praxis”.

Bajo éstas circunstancias, las PYMI se encuentran hoy con que, habiendo hecho sus previsiones y costos a un tipo de cambio oficial inferior a los $ 10 se encuentran hoy con un tipo de cambio aproximadamente de $ 14 lo que implica entre un 40 y 50% más que el cálculo desarrollado al momento de contratar con sus proveedores.

En la misma situación se encuentran aquellos a los que el Banco Central de la República Argentina impidió pagar sus importaciones y debieron negociar con sus proveedores la apertura –en muchos casos con costo- de una cuenta corriente que les permitiera la continuidad de sus abastecimientos productivos.

En ambos casos, la magnitud está perfectamente registrada, por un lado el stock de DJAI pendientes Observadas por la Secretaría de Comercio (Bloqueo 15) y en las presentaciones trimestrales disponibles en el BCRA correspondientes a las presentaciones dela Comunicación A 3602.

¿Cuál es, entonces, nuestra propuesta: establecer un tipo de cambio “ad hoc” que permita resolver éstas anomalías que no son producto ni la imprevisión empresaria de las PYMI sino de la mala praxis en materia de política económica de la anterior administración y que, reiteramos, no es imputable a las PYMI que actuaron en el marco de las disposiciones vigentes o en su defecto –aunque no sea lo deseable- líneas de crédito que contemplen la especificidad que señalamos y que de ningún modo pueden ser sujetas a las “tasas de interés” del mercado fijadas como consecuencia de ponerle un “ancla” al nuevo tipo de cambio de flotación “sucia”.

Sé que mi posición puede resultar “ácida”, pero no es posible que en la algarabía de la normalización y sin que esto suponga un “homenaje nostálgico” a pasado alguno, resalto que el rol asumido por el que me comprometí en la Universidad es estar atento a las consecuencias, de “estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, las políticas públicas.

Lic. Carlos Guillermo Schwartzer

Buenos Aires, 18 de diciembre de 2015

07 diciembre 2015

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ROBÓTICA

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ROBÓTICA

La industria alemana invierte US$280.000 millones para lograr la digitalización completa de la manufactura.

Jorge Castro ANALISTA INTERNACIONAL

La Escuela de Economía de Londres (LSE) estima, sobre la base del estudio de 14 industrias manufactureras en 17 países avanzados, que el incremento del uso de robots por hora trabajada ha aumentado 150% anual entre 1993 y 2007, y ha elevado la productividad 0,37 puntos porcentuales (p.p.) en relación al alza del PBI industrial por año, lo que representa 1/3 de la expansión del producto.

Esto implica una contribución de 0,36 puntos porcentuales al auge de la productividad del trabajo, que equivale a una sexta parte del alza de la productividad de todos los factores (PTF).

También se asimila al alza de la productividad lograda por la implantación de la máquina a vapor entre 1820 y 1890 (0,37 p.p. / año); y equivale al aumento de la eficacia productiva obtenido por la construcción de los ferrocarriles transcontinentales de EE.UU. en el siglo XIX. Esto sucede cuando la robotización abarca 2% del stock de capital de los países avanzados y sólo cubre 10% de las tareas laborales. LSE advierte que la robotización representaría 15% del stock de capital en 2025 y que cubrirá para entonces el 25% del total de las tareas.

Estas tendencias equivalen a una nueva revolución industrial, con un alza de la productividad de 3% anual en una década. Pero la digitalización completa de la manufactura y los servicios –nueva revolución industrial– es el resultado de la convergencia de 11 innovaciones, entre las cuales la robotización, en una perspectiva de mediano/largo plazo, probablemente no sea la más importante.

En el caso de Alemania, la nueva revolución industrial acarrea ganancias de productividad de 5%/8% en 10 años, acompañada por recortes de los costos manufactureros entre US$100.000 millones y US$180.000 millones en ese período, con un incremento del PBI de 1% por año. La industria alemana necesita invertir para este cambio histórico US$ 280.000 millones en el próximo lustro.

El caso chino muestra otros rasgos. El mercado robótico crece 53% por año y representa 25% de la demanda global. Esto significa que el nivel de robotización de la República Popular es el triple de Japón y el doble de Corea del Sur (n° 1 y n°2 del ranking global). Pero el nivel de intensidad robótica de China es el más bajo entre los 5 principales países (tiene 30 robots cada 10.000 trabajadores), mientras que la proporción en Corea del Sur es 15 veces superior y en Japón, 11 veces.

La intensidad robótica depende de la correlativa disminución del nivel de precios. En 2008 se requerían 11,8 años de utilización para recuperar la inversión realizada, y se necesitan ahora 1,7 años, que disminuirían a 1,3 años en 2016, para derrumbarse luego a 6 meses o menos en 2020.

La necesidad impulsa la robotización en China. El nivel de ganancias manufactureras es hoy inferior a la tasa de interés que se debe afrontar por la deuda corporativa (US$1,8 billones de deuda vs. US$1,05 billones de ganancias).

McKinsey sostiene que la nueva revolución industrial puede provocar una caída de los costos de producción entre US$18 billones y US$33 billones en una década; y crearía la fuerza de trabajo más productiva de la historia del capitalismo, con ganancias de productividad que llegarían a ser hasta 6 veces superiores a las fijadas por la “Ley de Moore” (la información procesada se duplica cada 18 meses y los costos caen a la mitad).

La esencia del capitalismo no es el capital sino el trabajo; y la fuerza de trabajo pierde toda forma directa y material en la nueva revolución industrial, convirtiéndose en “inteligencia colectiva”, una potencia puramente abstracta y universal.


En este nuevo mundo productivo, los robots son lo de menos. Lo decisivo es la extraordinaria inteligencia humana imbuida en ellos.

06 diciembre 2015

INERCIA

INERCIA

“Falta de energía física o moral para alterar una costumbre o un modo de actuación”.

De ésta forma, bien gráfica, se define la conducta de varios estamentos de la sociedad, ya sean desde los propios ciudadanos, pasando por sus dirigentes, empresas, etc. pero una acepción, no menor, asocia el término a la existencia de “desidia”, es decir, un acción voluntaria de negligencia ante los hechos.

Pero en materia capitalista, sin “energía” no existe ni es posible “el movimiento de la producción” que le da sustento a su desarrollo como modo de producción.

Es así que, faltos de la energía imprescindible que le dé continuidad al movimiento quedan yertos, inanes, excluidos de la dinámica histórica que finalmente, y como ha sicedido a lo largo de la historia, los someterá, indefectiblemente, a la la acción centrifuga de quienes tratan, improductivamente, de sobrevivir en un sistema que sólo reconoce al trabajo productivo como fundamento de su propia esencia.

Sin embargo, esa “falta de energía” incluye, a nuestro entender la falta también de la compresión de los procesos permanentes de transformación que la propia dinámica capitalista ha mostrado a lo largo de la historia de su hegemonía.

Más aún, si un término define la historia del modo de producción capitalista no es la “inercia”, que refiere más a la “negligencia” y mucho menos el desarrollo capitalista acepta la “falta de energía”, por eso, lejos de estas acepciones negativas que nos refieren a la falta de tensión de transformación instalada en una parte de la sociedad, preferimos mostrar la “otra cara de la realidad”.

Muchos analistas, economistas y de otras profesiones han instalado que estamos atravesando una “tercera revolución industrial”.

Craso error.

El capitalismo es desde el fondo de la historia un modo de producción y reproducción de la vida material de los humanos en constante revolución.

A la “máquina de vapor” que tanto gusta a los maestros del secundario para datar el inicio del capitalismo, le precedieron una “revolución atlántica”, una “revolución religiosa o podemos ampliar en el campo de las ideas”, “la revolución cultural” que supuso la edición en serie de libros que alimentaron y aceleraron la difusión de ideas nuevas, muchas de ellas celosamente guardas en los claustros monacales.

La “revolución alimentaria” y la de las relaciones interpersonales que permitieron la  reproducción de la fuerza de trabajo. Así, más trabajadores, mejor alimentados, con una tasa de reproducción más alta y prolongación de la esperanza de vida al nacer.

El fin de los “pactos de homenaje”, los reyes y noblezas de “derecho divino” es decir, el quiebre definitivo de una relación social denominada vasallaje que bien podemos llamar una “revolución en el ámbito de la política” y la inmediata sustitución por otra relación de producción y reproducción de los hombres: la compre-venta de la fuerza de trabajo de los millones de –ahora- personas donde como bien lo describieron los Fisiocratas, uno anticipaba los medios de producción, es decir compraba la fuerza de trabajo para poner en acción esos aparatos, mecanismos, artificios, artilugios, herramientas, utensilios, ingenios, engendros; capaces de darle sentido productivo al trabajo humano a cambio de un nuevo concepto: el salario que debía permitir la reposición de la fuerza de trabajo para la continuidad del ciclo que ya podemos nombrar como capitalista.


En resumen, el desarrollo capitalista fue generando en su incubación una cada vez más profunda generación de las condiciones previas, de lo “pre requisitos” indispensables para constituirse en lo que hoy es.

Pero, a su vez, resulta difícil establecer si el desarrollo de los prerrequisitos no fueron otra cosa que factores desencadenantes de las permanentes crisis en que se desarrolla el capitalismo

Pero cada revolución significó una crisis y ya como acometimiento histórico existe la profesión de historiador seguramente encontrará en cada una de ellas un nuevo rasgo, un nuevo elemento que contribuirá a definir con mayor claridad las características no sólo de los “pre requisitos” sino de cómo éstos evolucionaron hasta constituirse en elementos tan internalizados en la vida cotidiana de las personas que han adquirido el carácter de “relaciones sociales normales” quitándole el dramatismo que supone invocar la hegemonía que tienen ésas relaciones sociales y no otras, aunque ésas relaciones presenten variantes o se configuren de un modo que otorga más “libertades”

¿Cuál es el rol de los economistas, entonces?

Nuestro rol estratégico, más allá de los resultados a los que se lleguen, es analizar, “prever y ver” alertar y señalar (podríamos seguir detallando verbos) que la utilidad de la profesión se centra en el ámbito y contexto de las consecuencias que genera éste modo de producción capitalista. Estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, de la permanente creación de nuevas formas de “trabajo productivo” y de la identificación del improductivo, redundante, inapropiado y que da lugar a la necesidad de aplicar recursos desde el Estado (como eje central del aparato de control de las formas capitalistas) como la aparición de nuevas formas de transferencia de recursos (deducibles de impuestos y otras cargas tributarias) a través de las denominadas Organizaciones No Gubernamentales que libera al Estado de sus obligaciones privatizando la asistencia de las necesidades de los excluidos y concentrarse sólo en los incluidos.

Porque si algo define al desarrollo capitalista no es la inercia, sino la innovación, es decir, el movimiento continuo, su permanente recreación, el constante mostrar nuevas facetas productivas u organizativas, el crear nuevas y variopintas formas de acceso a los mercados, ya sea mediante el movimiento continuo en la organización de éstos o los cambios en la demanda que éstos generan a partir de “curvas de vida de producto cada vez más cortas, cada vez más sofisticadas, cada vez más centradas en la eficiencia y funcionalidad”.

Pero preferimos generar un neologismo.

La  “innovación” evoca una mirada ensimismada en los individuos o en las empresas. Convoca a la modernización y reestructuración de las mentalidades o de los procesos productivos pero siempre, el prefijo “in” es determinante, no incluye el afuera, como si éste no existiera, como sí, sólo con nuestra propia “revolución” bastara.

En nuestra visión el neologismo “ex novación”, es decir el movimiento permanente, como señalamos de los cambios y transformaciones con que somos desafiados a adaptarnos o sumarnos a la fila de los excluidos y que para nada depende de nosotros, de nuestra voluntad, de nuestra energía. Al contrario, no obliga a generar formas de energía tales capaces de acompañar el movimiento continuo.

La innovación per se, no alcanza. Sujeta a la “ex novación” ambas, combinadas definen nuevos caminos, nuevas expectativas, pero también resultan fuentes de la desilusión, de la frustración y del fracaso.

No se trata de una cuestión dramática, tampoco a veces la línea parece tan clara y precisa para reconocerla, pero la incapacidad, la falta de visión, el refugio en las “zonas de confort” en las que pensamos como punto de llegada, cuando si algo define al desarrollo capitalista es que por un lado las “zonas de confort” son ilusorias y que por otra parte no hay puntos de llegada.

Nuestra visión no es fácil de aceptar. Pareciera ser una visión fatalista del desarrollo histórico donde nunca hay ganadores, donde sólo hay triunfos parciales y efímeros.

Como señala Eric Hobsbawm citando a Max Weber: “Toda la experiencia histórica confirma que los hombres tal vez no alcanzarían lo posible si no intentaran, de vez en cuando, conseguir lo imposible”.



Buenos Aires, 06 de diciembre de 2015

18 octubre 2015

ARGENTINA ES PLUTON

ARGENTINA ES PLUTON

Una de las cuestiones más complejas que enfrentaban los analistas y desarrolladores de productos era el “ciclo de vida” del mismo.

La consigna era que cuando estaba acercándose al “cenit” de su vida útil, es decir, aún y todavía en su etapa de ascenso en el mercado, ésos desarrolladores de productos (y aquí podemos decir que se encuentra la gran deuda de los Empresarios PYME y la de las políticas públicas con ellos)  iniciaban la tarea de la sustitución de producto.

Digamos que ésta fue la estrategia de gestión hasta la primera gran crisis petrolera en los años 70 (de la cual derivó para la Argentina, entre otras cosas y como resultado de la caída del precio de los commodities, el “Rodrigazo” y la generación de las bases económicas y políticas de la dictadura militar.

Pero no escribimos para hacer historia, sino para ver el futuro, obviamente, a la luz de ése pasado negro, escabroso, doloroso y aún no resuelto.

Hoy por hoy, los ciclos de productos se han reducido a periodos que en muchos casos no superan el año y en otras duran sólo algunos meses.

Esa aceleración de los “ciclos de producto” le plantean a las grandes empresas mundiales, pero también a toda su cadena de proveedores desafíos dramáticos porque dan lugar a despidos en masa, a incrementos en la demanda de capital (que en el caso particular de las PYME resulta inexistente y las enfrenta al riesgo de ser reemplazadas en la “cadena de valor” o ser –si disponen de algún conocimiento específico- absorbidas pero ya con cambios de management estructurales) y a poner en juego lo que denominamos erl “stock de conocimiento e innovación” disponible de cada empresa y ni revelado ni expuesto, es decir, guardado en secreto bajo “ siete llaves”.

La disponibilidad de ése stock de conocimiento, de ésa no nueva, pero sí novedosa en su forma de expresión, de la acumulación capitalista es el único argumento posible de ejercer para sostener y defender su nivel de ganancias. No poder sostener éste nivel de competencia, independientemente del tamaño, las pone en el camino de la decadencia y las lleva lenta y sostenidamente hacia los sectores marginales del mercado, primero y hacia su desaparición.

Existen, empresarios y funcionarios, que piensan que las políticas públicas “anti cicíclicas” de corte proteccionista, que se plantan en el mercado mundial como “economías cerradas” y  que, mediante un conjunto de medidas de política pública motivan la demanda interna habrán de permitir generar “barreras de autodefensa” tan “exitosas” que las denomino de modo genérico como “políticas Maginot” (en referencia a las líneas defensivas organizadas por Francia para protegerse de una Alemania que en 1940 en la llamada batalla de Francia que mediante el uso de la Luftwaffe y las tropas aerotransportadas hizo inocua ésa “defensa estática”, a la que virtualmente “le pasaron por arriba”.

Esas políticas de promoción de la demanda interna que insumen no sólo enormes recursos públicos sino que generan un insoportable nivel de endeudamiento para los consumidores, implica, lejos de promover políticas públicas activas y profundas, consumir productos que por lo general tienen su ciclo producto en la etapa de vencimiento o directamente están “muertos” sin lograr más que una suerte de “endogamia económica” en la cual confunden “el engorde” (desarrollo) con la “hinchazón” (reiterar, ampliándola, una producción ya no sólo tecnológicamente superada, sino sólo capaz de entregar productos sólo aptos para el consumo interno imposibles de ser exhibidos al mundo.

Claro, es una generalización. Hay empresas y empresarios argentinos que, más allá del tamaño, de su estructura de capital comprenden acabadamente la dinámica capitalista y de modo solitario y a pesar de las políticas públicas, logran desarrollar un modelo empresario en línea y acorde a los tiempos que corren.

Tal como lo señaló el Presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (representante de las PYME de todos los sectores y que agrupa a más de 1500 Cámaras PYME de todo el país: “Este modelo se basa en un sistema de demanda, no criticamos eso, pero planteamos un sistema de oferta.  La política de oferta combate la inflación con mayor producción de bienes y servicios y equilibra las cuentas”

Pero una “política de oferta” , tal como lo señalamos hace ya una semana atrás, “…No se trata sólo de la multiplicación de lo que ya se produce, con las tecnologías ya maduras, sino la creación de nuevos y mejores productos, el desarrollo de nuevos materiales, procedimientos y métodos de gestión, de nuevas tecnologías y nuevas formas de organización de la producción que demandan de modo urgente e imperativo, la inclusión social, mejoras sustantivas de la distribución (no mediante la excusa del “derrame” que es un método “ex post” (algo así como llegar con el remedio cuando el enfermo está muerto), sino mediante salarios reales crecientes enlazados a las mejoras no sólo de la productividad, de la innovación, de la I+D+d, es decir a los aportes que la industrialización hace al desarrollo económico.”

Una “política de oferta” no implica repetir los supuestos de la “Curva de Laffer”, es decir, bajar la tasa impositiva sobre la oferta bajo el supuesto que, ésta ha de reaccionar positivamente a tal señal. Domingo Cavallo, (pero también Ronald Reagan unos años antes) en la tan denostada “década de los 90” trabajó bajo ése supuesto y el Pacto Federal Fiscal que propuso era la materialización de poner freno a la variable “t” (tax=impuestos) de la función de producción.

Una “política de oferta” no resuelve hoy, en la República Argentina el flagelo de la inflación. Porque verlo así es no comprender que nuestra inflación posee fundamentos estrictamente institucionales y no de base productiva.

No son los industriales, ampliando su oferta bajo estas mismas condiciones, quienes habrán de revertir las calamidades que genera un proceso inflacionario. Verlo así, es endilgarles una responsabilidad que, más allá de su tamaño, no poseen o si la poseen debería con cirugía muy fina separar las responsabilidades propias y ajenas.

Por otra parte, la experiencia tributaria argentina, la “creatividad tributaria” como respuesta a las necesidades de un modelo de desarrollo político basado –aún hoy- en el clientelismo y un populismo de dudosa entidad democrática y una recesión productiva primero y una deflación después llevó a “los funcionarios públicos de todos los niveles que gastan” a “borrar con el codo, lo que habían firmado con la mano y rodeado de frondosos discursos.

En el mientras tanto miles de PYME quebraron o desaparecieron, el desempleo se convirtió en profundo y estructural y la marginalidad, la pobreza y la miseria se convirtieron en la realidad cotidiana de por lo menos 2/3 de la población.

Es por eso que una “política de oferta” debe ser acompañada de una muy activa y responsable política pública que promueva la innovación, el desarrollo de una oferta tecnológicamente sustentable, que pueda ser considerada como incluida en la revolución industrial permanente que lleva adelante el capitalismo, que incorpore conocimiento, que transforme la creatividad en productos masivos de bajo costo.

La industria requiere una “política de oferta” desarrollada por la política pública que la lleve a superar el atraso y dejar atrás las viejas y ya vetustas tecnologías y formatos de producción y acceder a diseñar, planificar y ejecutar una “política de oferta” que le permita generar adecuados márgenes de rentabilidad sustentables y consistentes en el tiempo.

Tal como nos lo recuerda hoy Jorge Castro en Clarín (18/10/2015): “La lógica del capitalismo es que la inversión es más importante que el comercio; y como ante todo es un modo de producción y sólo accesoriamente un proceso de circulación (mercado), lo decisivo en él son las inversiones, a través de las cuales se reproduce y amplía.”

Los resultados exitosos que exhiben el comercio y el turismo, para que sean sustentables, deben ser la consecuencia de la lógica de la producción industrial y de la acumulación en condiciones capitalista y no su pensarlos como su causa.  

Pero, nuevamente, no hay posibilidad alguna de ése tipo de “política de oferta” sino la República Argentina no satisface primero (como lo señalamos el pasado 12/10/2015 “…algunas condiciones básicas para el desarrollo industrial:

1.      Un sistema republicano con división de poderes y alta calidad institucional en su desem­peño
2.      La unificación del mercado interno, en un mercado de carácter nacional con alto grado de integración y descentralización productiva (dadas las características geográficas de la República Argentina el desarrollo de una matriz logística que dé prioridad al transporte ferroviario y no al carretero es entre otras cuestiones básica)
3.      La eliminación por completo del “dualismo económico” (ver http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/ entradas del 11/04/2015, 01/05/2015 y otras posteriores) poniendo punto final a los mercados ilegales que hoy cuentan con la complicidad estatal en todos sus niveles.

Es una estrategia de “destrucción creadora”, de “demanda activa” (ver nuestros post del 6 y 13 de septiembre de 2015 en http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/  ) y no de una “oferta y demanda pasiva” consentida desde los propios sectores de la política pública.

Lo que está en juego, al definirse una “política de oferta” con la que estamos plenamente de acuerdo, es el “cómo, cuándo y dónde” se han de insertar las PYME en dicha política.

Lo que está en juego es la definición una nueva matriz productiva que ahora, sin el floreo discursivo, tenga como determinación una sustentable, y consistente inclusión social de todos los sectores y que no sólo reflejen como “éxito” a un par de logros de la alta tecnología, sino la lógica misma de la acumulación capitalista.

La República Argentina ha quedado – al igual que Brasil- del principal e históricamente más importante acuerdo de “libre comercio”. Nos referimos al Acuerdo Transpacífico.

El Tratado de Libre Comercio (TPP) suscripto por doce países que representan el 10% de la población y el 40% del PBI mundial tendrá una influencia decisiva en las normas que regirán el comercio mundial en el futuro como lo tuvo el NAFTA en 1992. Ese Acuerdo fue el modelo utilizado para finalizar las negociaciones de la Ronda Uruguay en 1995 que creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) y consolidó el proceso de globalización al incorporar nuevos temas ausentes del GATT.

La inclusión de Argentina se produce de modo indirecto, por ser nuestro país en ésta nueva división internacional del trabajo proveedor de alimentos.

Como lo señaló en Clarín el pasado 14/10/2015 el Embajador Felipe Frydman; “El TPP ha sido presentado como un Acuerdo de Libre Comercio pero sólo cinco de sus 30 capítulos están relacionados con las tarifas; los principales capítulos se refieren a inversiones, servicios financieros, telecomunicaciones, comercio electrónico, política de competencia, empresas estatales, propiedad intelectual, medio ambiente, derechos de los trabajadores, coherencia regulatoria, desarrollo, transparencia y anticorrupción y mecanismo de solución de controversias.”

Hoy, la República Argentina, parece Plutón, “Hielos que fluyen, una química exótica en su superficie, cordilleras y una vasta neblina”.


Buenos Aires, 18 de octubre de 2015

12 octubre 2015

CUESTIONES INDUSTRIALES

CUESTIONES INDUSTRIALES

Señala Eric Hobsbawm, (pero extremadamente actual “collect paper” editado en español por la Serie Comunicación Nº 24 de Alberto Corazón Editor en 1974 aunque el escrito original data de 1965 y fue publicado por la Universidad de Urbino Italia en 1965) en “Recientes estudios sobre la Industrialización en Gran Bretaña” que “…no es posible la industrialización masiva en ausencia de determinadas condiciones previas que permita el “despegue” gene­ralizado del conjunto de la economía (la observación analítica de que éstas condiciones pre­vias son necesarias no debe confundirse con la aseveración de que tales condiciones deban verificarse de un modo determinado o según una secuencia temporal dada)…”

Hagamos un alto en nuestra cita y preguntémonos si la República Argentina posee ésas “condiciones previas” que señala el historiador inglés.

En éste punto muchos confunden las “condiciones previas” con la existencia o no de deter­minadas condiciones productivas, como puede ser la disponibilidad o no de ciertos recursos productivos capaces de participar de algún modo (aunque éste sea marginal o con algún grado de poder para establecer los modos y condiciones) del debate sobre la división inter­nacional del trabajo; debate “silencioso” pero que en el marco de la economía capitalista resulta vital.

Mucho se habla hoy día sobre esto, tanto desde quienes pretenden la continuidad o quienes se proponen como alternativa, pero en ningún caso sus dichos resultan claros y precisos en el reconocimiento que a la República Argentina se le vuelve a asignar el mismo rol, en el marco de ésta etapa (no digo nueva, porque el capitalismo siempre ésta, de modo perma­nente inmerso en una revolución industrial y en una crisis) de desarrollo capitalista el de proveedor de “bienes salario” y en tal sentido dichos bienes SIEMPRE deben cotizar a la baja, más allá de algún momento donde el rol de la especulación financiera no encontrando la posibilidad de realizar su ganancia en la producción, la realice en la especulación y como dice Adam Fergusson (“Cuando muere el dinero – Alianza Editorial) le agrega “espuma a la cerveza” haciendo que los denominados “commodities” destinados a la reproducción de la fuerza laboral alcance valores que en lo que va de la noche al día se derrumben y quede de modo preciso y claro, tal como sucede con una buena cerveza, que la espuma es sólo eso: espuma.

Es así que la República Argentina sí dispone de sólo algunas de las “condiciones previas” como por ejemplo la capacidad de desarrollar lo que en los debates de la Ley de Aduanas de 1870 los ”liberales” de entonces denominaran “industrias naturales” (en éste punto y sin adoptar color alguno tal vez para muchos sería de suma importancia estudiar el espíritu de la Ley de Aduanas promulgada el 18/12/1835 por el entonces Brigadier General Juan Ma­nuel de Rosas siguiendo la propuesta del Gobernador de Corrientes Pedro Ferré que desde 1831 venía bregando en pro de la protección a la industria nacional. Debemos recordar también que Corrientes era sede de los más importantes astilleros de aquella época) modo de hacer referencia a las “ventajas comparativas naturales” con que se contaban en aquel momento respecto del Imperio Británico.

Hoy, en pleno siglo 21 quienes diseñan la matriz económica de la República Argentina que data de 1997, siguen, aunque de un modo más sofisticado (se ha desarrollado un conjunto de avances tecnológicos en el campo de la genética vegetal, de la metodología productiva e incluso en materia de maquinaria agrícola) aceptando de modo pasivo el rol asignado por los denominados “first comers” a lo potenciales “late staters” para sostener una estructura que permita realizar la tasa de ganancia del sector industrial de los paises centrales en ni­veles “razonables (categoría de difícil determinación en el marco del capitalismo).

Ahora bien, esas “condiciones previas” no avanzan mas que hasta ése punto. Por lo demás la República Argentina carece de algunas condiciones básicas para el desarrollo industrial:

1.      Un sistema republicano con división de poderes y alta calidad institucional en su desem­peño
2.      La unificación del mercado interno, en un mercado de carácter nacional con alto grado de integración y descentralización productiva (dadas las características geográficas de la República Argentina el desarrollo de una matriz logística que dé prioridad al transporte ferroviario y no al carretero es entre otras cuestiones básica)
3.      La eliminación por completo del “dualismo económico” (ver http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/ entradas del 11/04/2015, 01/05/2015 y otras posteriores) poniendo punto final a los mercados ilegales que hoy cuentan con la complicidad estatal en todos sus niveles.

Y otras que no listo, no porque las considere marginales, sino porque el objetivo que me propongo es otro.

En síntesis, las “condiciones previas” a las que se refiere Eric Hobsbawm están lejos de existir, dado que no es posible hoy en la República Argentina poder garantizar que las ex­pectativas de beneficios que cualquier inversor posea al traer su capital a éstas tierras pue­dan ser convalidadas de modo concreto “repatriando” dichos beneficios a su lugar de origen sin que medie o deba enfrentar un laberinto burocrático que desde hace tiempo fue definido por avezados conocedores de la administración pública de la forma siguiente: “te invento el problema, te vendo la solución”.

No obstante, nuestro fin es seguir a Eric Hobsbawm en su “paper”, pero para ello debemos citar, del modo más breve posible, también nosotros, alguna condición previa. No se trata de un supuesto, ni del “realismo de los supuestos” (debate iniciado en 1953 por Milton Fridman en “La metodología de la economía positiva”).

No, se trata de detallar cuál es la estrategia económica de ésta política económica y que cualquiera sea el color de los candidatos no parecen querer ni siquiera hablar y mucho me­nos plantear una estrategia, no digamos alternativa, sino que responda a la lógica del desarrollo económico capitalista.

La estrategia económica actual, autodefinida con bastante ignorancia por parte de quienes así la denominan como “keynesiana” (pese a haber publicado libros al respecto (lo que lleva a dudar si realmente han leído los textos que citan); promueve al consumo en sus formas más perversas y variadas sin tener en cuenta, reiteramos, (o con total desconocimiento de las cuestiones más elementales del desarrollo capitalista, ni tampoco importarle si ése con­sumo, tal como lo señala Joseph Shumpeter es una “destrucción creadora” o simplemente es un mero consumo que no genera señal alguna al sistema capitalista en su versión local (las señales que puede generar al desarrollo capitalista “no local” son nimias, infinitesima­les, sin alcanzar, incluso, la categoría de marginales).

Inmersos como estamos en una nueva fase de la revolución industrial, debemos recordar que ésta sólo es posible “…cuando la producción determina la cantidad y la forma del con­sumo, es decir, cuando el mercado es función de la capacidad productiva…” y no a la in­versa.

El desarrollo de los más modernos bienes de consumo, asociados muchos de ellos a los re­sultados de la revolución industrial, dependen de la capacidad de producirlos, ya no sólo prototipo, pequeña escala muestral, sino que producirlos significa hacerlo bajo condiciones de masividad, bajo precio, alta funcionalidad capaz de crear la demanda de los mismos y no la demanda existente inicialmente los “ordene” producir.

Nuestro homenaje a la vapuleada Ley de Say con lo que intentamos exponer el tremendo error interpretativo de Keynes respecto de que es la demanda la que tracciona la oferta; error que parece no haber sido percibido por los actuales diseñadores de la política econó­mica argentina que en un acto de mera “fe” incentivan la “demanda agregada” creyendo (no olvidemos que es un acto de fe) que la oferta o sea los productores de bienes y servi­cios “saldrán enardecidos a producirlos, invertirán para que ésa demanda agregada no se frustre y dado que los automatismos no existen, encontraran allí una buena razón para im­portar todos aquellos bienes que los los renuentes “industriales” no produzcan. Casi como un juego de palabras, para éstos imbuidos del «furor teutonicus» (Julio Cesar, dixit) que diseñan y ejecutan la política económica: la demanda manda. Obviamente nada dicen de cómo la oferta habrá de operar, organizarse si posee las capacidades tecno-productivas o no y cómo hacer para que las desarrolle. Esas cuestiones son nimias, marginales, producto de una cultura de la queja y el rentismo.

Ya  Hollis Chenery en 1960 (Patterns of Industrial Growt, publicado en American Economic Review) advirtió que los cambios en la oferta son más importantes que los cambios en la demanda y en particular señaló que un país (y mencionemos ya mismo a la Argentina- un “late starters” para el autor- para evitar eufemismos, confusiones, etc) que tiene un incremento en su “renta nacional” pero que dicho incremento no es simétrico o trasladado a los incrementos de la rentabilidad, tendrá una muy baja tasa de industrializa­ción en tanto los productores de bienes habrán de perder los incentivos para incorporar nuevos materiales, nuevas tecnologías, nuevos procedimientos y formas de gestión para dar lugar a nuevos productos masivos a bajo precio y que calmen una demanda que muchas veces explota de ansiedad (estoy pensando en los “locos consumidores” de los productos de alta tecnología en materia electrónica como los Smartphone que acampan bajo la nieve para obtenerlos pero, simultáneamente, pienso en la estrategia de quienes lo producen para alimentar ésa ansiedad de la demanda que no se “aplaca ni con toneladas de clonazepan y sus variados sucedáneos).

Para poder llegar a análisis y posteriores propuestas serias y responsables sobre el desarro­llo económico no se puede obviar la cuestión del modo en que, como república Argentina, participamos de4 la Revolución Industrial en curso. No basta, como bien señala Eric Hobsbawm, “…la simple multiplicación de los bienes producidos con métodos anticuados…”, sino que la política económica (aunque se trata de la política en general) debe promover la creación, incorporación, y puesta en marcha de nuevas técnicas de producción, de nuevos sistemas de organización de la producción (ya sea en nuevas fábricas, talleres o creando parques industriales temáticos o multisectoriales, etc).

Se trata, señala con acierto Eric Hobsbawm, de un CAMBIO CUALITATIVO (el destacado es mío) y no como se lo pretende presentar de modo habitual de un mero cambio cuantita­tivo (¿de qué nos sirve más de lo mismo si estamos reproduciendo la baja productividad, los viejos y peores métodos productivos, las malas prácticas, utilizando materiales obsoletos y aplicando estructuras, metodologías y expresiones del pensamiento que no se condicen no con una “aparente” modernidad, sino con el “core bussines” del desarrollo capitalista que es la producción. No se trata sólo de la multiplicación de lo que ya se produce, con las tecnolo­gías ya maduras, sino la creación de nuevos y mejores productos, el desarrollo de nuevos materiales, procedimientos y métodos de gestión, de nuevas tecnologías y nuevas formas de organización de la producción que demandan de modo urgente e imperativo, la inclusión social, mejoras sustantivas de la distribución (no mediante la excusa del “derrame” que es un método “ex post” (algo así como llegar con el remedio cuando el enfermo está muerto), sino mediante salarios reales crecientes enlazados a las mejoras no sólo de la productivi­dad, de la innovación, de la I+D+d, es decir a los aportes que la industrialización hace al desarrollo económico.

Pareciera que, malos alumnos al fín, no recuerdan pese a decir que han leído y estudiado a Karl Marx que el modo de producción capitalista no admite particularidades dentro de lo general, es decir, no es posible el desarrollo de “terceras posiciones” (por más que la ONU, que para nada sirve, haya dado muestras de simpatía con los deudores, con sistemáticos transgresores –hacia dentro y hacia afuera – de las leyes que “regulan” el desarrollo capita­lista.

Hoy, más que nunca, –y quiero especificarlo porque he mencionado el “revolución indus­trial” como si fuese un genérico- no existe “una revolución industrial” (aunque al señalarlo como genérico intentamos una simplificación), sino que debemos hablar de “revoluciones industriales” sectoriales (tal es el caso de la Argentina que se encuentra inmersa en la re­volución industrial del sector agrícola granario) pero que no logra ni asomarse a la partici­pación en la revolución industrial que acontece en el sector de los materiales, bienes de ca­pital o procedimientos de producción.

Esa asimetría es un elemento fundamental en el bajo nivel de formación de capital, primero y de inversión, después.

Mientras tanto, es parte de la lógica capitalista que la industrialización, aun de baja calidad e intensidad, se dirija primero hacia los sectores que ya expresan una demanda reconocida. Allí, el industrial sólo debe repetir sus procedimientos y en algunos casos sólo expandirlos para abastecer.

Pero en el capitalismo, una vez agotada esa fase “primitiva” (porque ni siquiera da lugar a una acumulación de capital, sino que se mezclan “excedentes con forma de renta” (genera­das por mercados escasamente competitivos) y ganancia (proveniente del anticipo de los medios de producción ( ya los Fisiocratas Quesnay y Dupont lo describieron con precisión) y esa “mezcla” o superposición lejos de ir dirigida a la formación de capital o a la acumulación ampliada, se dirige a perseverarse en activos de resguardo que poco y nada tienen que ver con la industrialización.

Finalmente, queremos dejar algunas cuestiones, para nosotros fundamentales, para un desarrollo capitalista de base industrial.

·        En primer lugar, las cuestiones ligadas al desarrollo poblacional y su asentamiento en el territorio. Esta cuestión es básica, porque allí donde hay población es posible asentar in­dustrias y crear demanda. La República Argentina plantea una heterogeneidad que pa­rece de muy compleja resolución. Su no abordaje, pone en evidencia el escaso interés en el desarrollo industrial y la maximización del modelo agrícola para el cual la tierra es un insumo estratégico. Las migraciones internas unidireccionales (hacia Buenos Aires y su Conurbano son fuente de incremento de la marginalidad y del empobrecimiento de la calidad de vida. Esta cuestión es de máxima prioridad de la política pública.

En nuestra opinión, la República Argentina debe encarar una política de repoblación de su espacio territorial con adecuadas políticas de promoción industrial (prefiero evitar mencionar 2 experiencias escandalosas ya desarrolladas: el Acta de Reparación Histórica que involucró a La Rioja, Catamarca y San Juan o la Zona Aduanera Especial de Tierra del Fuego); es decir, lo que NO hay que hacer ya se conoce.

·        Esta cuestión de la repoblación para inducir el desarrollo industrial debe ir acompañada de una profunda transformación en el sistema logístico nacional. Ya no es posible (por más que se aprueben los “bi-trenes”) pensar que la repoblación territorial y el fomento de la relocalización industrial y su producción debe depender del transporte carretero. Reiteramos, la política pública en materia de infraestructura de transporte debe priorizar el transporte ferroviario, su organización multimodal, la revalorización de las hidrovías, etc.

Bajar los costos de la logística interna es una necesidad estratégica de máxima priori­dad.

·        No existe posibilidad alguna de desarrollo económico y consecuentemente de industrializa­ción sólo basados en el mercado interno. La exportación de productos in­dustriales es una necesidad imperativa para que esto ocurra. Es ése diálogo con los mercados mundiales lo que promueve, incentiva y lleva a incorporar los avances y re­sultados de la revolución industrial a la producción. La demanda doméstica jamás lo­grará, por sí sola que esto ocurra.

Obviamente se requieren políticas ya no sólo de promoción de exportaciones, sino que es de carácter central la reconducción de la política exterior hacia una mirada estraté­gica de los flujos comerciales (tal vez el El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) que afectará el 40 por ciento de la economía mundial sea un ejemplo a analizar y tener en cuenta).

·        Finalmente, mencionábamos al principio que una de las “condiciones previas” del desarro­llo económico y la industrialización, es la calidad institucional. Volvemos, para cerrar, a subrayarlo. Cuando se habla de proyectos uno debe mostrarle al inversor –ca­pitalista al fin- que el valor presente del futuro es más alto que el valor presente actual y que la tasa interna de retorno del proyecto bien justifica tanto el riesgo a tomar como el viaje. Hoy, bajo estas condiciones institucionales tal demostración es de imposible ocurrencia. ¿Tal vez debamos empezar por ahí?


Buenos Aires, 12 de octubre de 2015

13 septiembre 2015

ALGO MAS SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO

ALGO MAS SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO

Mencionamos el domingo pasado que una de las causas por las cuales en la Argentina no lleva delante de modo generalizado una “destrucción creadora” en el acto de consumo es por la existencia de una altísima “cuota de mercado” (de alguna manera hay que llamarla) en conformada por “consumidores pasivos”, es decir cuyo ingreso no se genera en el ámbito del trabajo productivo, sino que surge de la “renta estatal” distribuida de modo clientelar por quienes hasta el próximo diciembre estarán en el poder (porque aunque sin entrar en una discusión teórica respecto de la diferencia conceptual y fáctica entre gobierno y poder, lo cierto es que, cualquiera sea el resultado electoral formal, las actuales estructuras clientelares serán barridas de sus posiciones).

Basta con citar el siguiente estudio publicado hoy (13/09/2015) en INFOBAE: http://www.infobae.com/2015/09/13/1754783-argentina-esta-los-20-grandes-paises-menos-empleo-la-produccion-bienes desarrollado por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES): la Argentina se mantiene entre las grandes naciones, con un PBI superior a 100 mil millones de dólares, que menos empleo genera en la producción de bienes

Lo que decimos no implica que ya no habrá más consumidores pasivos. Existe -y el capitalismo es seguro el menos indicado para resolverlo - una masa de personas en la que cada una posee alguna razón o característica para situarse en la masa de excluidos que requieren asistencia estatal de modo, en muchos casos, permanente en tanto ya no existe forma de que retornen al mercado de trabajo.

Tal como señala hoy (13/11/2015) Stefano Zamagni, importante investigador de la Universidad de Bologna (http://www.clarin.com/zona/nueva-esclavitud-personas-incluidas-mercado_0_1430257213.html), es la propia dinámica capitalista en su etapa “post industrial” la que da lugar a la tragedia de las migraciones masivas y otros acontecimientos que conmueve y nos rebela nuestro núcleo más duro de dignidad humana.

Reproducimos sólo una parte del reportaje:




Entonces, usted concluye que con este esquema de producción, las multinacionales promueven el tráfico humano y la trata de personas.

No la promueven, la sostienen. Ellos no lo hacen, pero se benefician. Las multinacionales sostienen el trabajo forzado, obtienen los servicios de trabajo a un costo más bajo. En Italia, en septiembre está la cosecha del tomate. Requiere que se los levante de a uno por vez. ¿Quién lo recoge? Los africanos. Y cómo llegaron? Tráfico humano. Lo mismo vale para los trabajadores chinos en Prato, en Toscana: trabajan en condiciones de esclavitud sobre las telas.

¿Por qué desde las ciencias económicas no se producen estudios sobre la trata de personas?

Porque la subvaloran. Hay una enorme cantidad de estudios sobre crimen organizado, mafias, drogas pero no sobre la trata de personas y los mercados ilegales. Si queremos ser serios desde el punto de vista económico y enfrentar el desafío, tenemos que hablar del papel de las multinacionales y la violación de derechos humanos.

Nos preguntamos, ¿cuál es la matriz productiva capaz de contener no sólo las restricciones que detallamos sino que SIMULTANEAMENTE de señales claras y promueva de modo activo la innovación continua, el restablecimiento de la rentabilidad del capital y las condiciones y medio ambiente de trabajo y que reproduzcan las condiciones del trabajo decente (OIT), la sustentabilidad ambiental y la responsabilidad social?

La respuesta a tan compleja matriz (plagada de determinantes, incluso no mencionados) es más sencilla de lo que parece: se requiere una decisión política, no una decisión o un conjunto de decisiones de “políticas públicas”.

Decisión política es que quienes asuman el poder tengan la convicción intelectual y la decisión ética de decir NO.

No quiero cerrar éste post sin hacer referencia al Evangelio de hoy, San Marcos 8, 27-35:

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

No se resuelven éstas cuestiones sin que cada uno, de acuerdo a su posición, responsabilidades y posibilidades “cargue con su cruz” en lugar de intentar, vanamente, salvarse a sí mismo sin considerar la existencia de los otros y las consecuencias que sobre ellos tenga el “híper individualismo” al que el capitalismo “post industrial” nos convoca.


Domingo 13 de septiembre de 2015

06 septiembre 2015

CONSUMIDORES Y DESARROLLO


Más allá que puedan existir otras formas de clasificar a los consumidores, lo cierto es que éste es aquel que es capaz de darle “finish”, de completar el ciclo “producción-distribución-cambio-consumo” de modo que ése consumo sea una “destrucción creativa”, es decir, que el acto de consumir destruya lo producido y que dé señales inequívocas a los “productores” de reiniciar el ciclo.

Una de las señales básicas –aunque no la única- que mueve a los productores a llevar adelante procesos de inversión que redundan en la modernización o innovación de los procesos productivos o en mejoras sustantivas en la productividad fabril (ya sea que tenga origen en la acción de los trabajadores o en la reestructuración e incorporación de capital fijo (máquinas y equipos de producción)- es la sustentabilidad de la “destrucción creadora”.

Para que ésa “destrucción creadora” ponga en evidencia su sustentabilidad creadora e incite a los productores a repetir una vez más el ciclo de “producción-distribución-cambio-consumo” las señales debe partir de “consumidores activos”, es decir, de consumidores cuya fuente de ingreso y la disponibilidad del mismo (es decir neto de impuestos y otras cargas) sean también no sólo sustentable sino que surjan de fuente genuina (es decir sean el resultado del denominado “trabajo decente” y que simultáneamente la políticas pública de un marco de tal entidad que permita, también, la sustentabilidad del mismo.

Bajo éstas condiciones un “consumidor” es denominado “activo” por quienes tenemos vocación por la formulación de proyectos y el desarrollo de análisis de riesgo, en particular de las PYME.

Sin embargo, en la Argentina hay dos indicadores que muestran el crecimiento de la otra “cara de la moneda”: los consumidores pasivos.

Por un lado va desmoronándose la denomina “Tasa de Actividad” del mercado de trabajo que se mantuvo en alrededor del 45/46% en la década 2003-2013 y que se desmoronó a partir de ése año a un 43/44%. Dice Anabella Quiroga hoy (06/09/2015) hoy en Clarín que “los analistas” lo adjudican al “efecto desaliento”, es decir, podríamos traducir que “los analistas” culpan o responsabilizan de ésta situación a la mejor causalidad: los argentinos son “vagos y mal entretenidos” apareciendo como “correctamente” ignorantes de otras causalidades que tienen fundamento en un proyecto que promueve el clientelismo político como puerta de entrada a una suerte de fascismo, que parece haberse puesto de “moda” en ciertos movimientos o grupos políticos proclives a las “monarquías de derecho divino”.

Por otra parte, otro signo del modo creciente en que se desarrolla el universo de “consumidores pasivos” es que en la Argentina hay más de 18 millones de ciudadanos que son receptores de todo tipo de aporte estatal para intentar evitar (no se ve palmariamente que lo logren) una catástrofe humanitaria de la que hoy, en otras latitudes, se avergüenza la humanidad.

Esos “aportes estatales” (AUH, etc) de por sí exiguos y siempre referidos a la organización clientelar para su percepción alimentan otros modos de gestión de la fuerza de trabajo “desalentada”: distribución de droga, robos, mano de obra orientada a formas catalogada por los códigos de convivencia como “delito” u otras no contempladas como tales pero que resultan ignominiosas como la prostitución.

Para el desarrollo capitalista (no está acá en debate lo que personalmente pienso de él), “los consumidores pasivos” no dan fundamento alguno a mejoras en la “composición orgánica del capital”, es decir a la inversión en máquinas, equipos de producción, conocimiento (expresado en sus múltiples formas tecnológicas), a la introducción de nuevos formatos (lay out) de producción que den lugar tanto a mejoras sustantivas en la productividad como a la aparición de nuevos productos o servicios.

Así entonces, los indicadores de crecimiento en las ventas (por ejemplo como lo señala CCR) no animan a la producción porque ésta bien sabe que ése “crecimiento” no es sustentable. Está basado en el incremento del endeudamiento personal y en el incremento, ya percibido, de los aportes estatales a la población sometida a la exclusión social ( es decir, otra forma de describir a los “consumidores pasivos”).

Estamos en el “reino de la fantasía” custodiados por el terror que deviene en la expresión de deseos de continuidad.

Han quebrado la audacia, han creado un universo de “consumidores pasivos” de tales dimensiones qué no motivan el “trabajo productivo”  y sin él, las llamadas “fuerzas del mercado” ejercen señales débiles y poco movilizadoras.


14 julio 2015

Continuidad de la política de Administración del comercio exterior, en particular importaciones

Continuidad de la política de Administración del comercio exterior, en particular importaciones

Desde por lo menos inicios del mes de noviembre de 2014 y en diversas oportunidades los más altos funcionarios de la Secretaría de Comercio (que incluye la Sub Secretaría de Comercio Exterior) convocan a reuniones (en algunas hemos participado) señalando la necesidad de desarrollar un método alternativo para la administración de importaciones.

Debemos recordar que la anterior gestión (que dependía del Ministerio de Industria) a través de las Licencias No Automáticas (LNA), fue víctima de acusaciones de maniobras que le valieron el título de “corruptas” y en base a ésos hechos dicha gestión fue desplazada.

Posteriormente el Lic Moreno que exigía a las PYME complejas maniobras para obligarlas a mantener un balance comercial equilibrado manteniendo el sistema de LNA obligando a las PYME a suscribir complejos y onerosos contratos con quienes hasta ése momento exportaban.

Posteriormente ésta gestión que depende de modo directo del Ministerio de Economía, a partir del 12 de diciembre de 2013 creó el sistema de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) vigente a la fecha.

Sin embargo, llama la atención que diversos por medios vienen anunciando, el final de las DJAIs es el hecho más importante desde el 10 de enero de 2012, cuando en el Boletín Oficial apareció publicada la Resolución 3252 de AFIP, incorporando al "comercio exterior administrado", las propias declaraciones juradas anticipadas de importación.


Recordemos que Gobierno argentino acordó con la Unión Europea y con Estados Unidos desmontar el 31 de diciembre próximo las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones (DJAI) luego de perder un juicio arbitral ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).


Así consta en una carta firmada el último 6 de julio por el representante argentino ante la OMC, Jorge D'Alotto, y su par de la Unión Europea, el griego Angelos Pangratis, en la que se informa que ambas partes "han acordado un plazo prudencial" para que el país adecue sus procedimientos de importación a las normas internacionales.

La medida se hará efectiva 21 días después de que la presidenta Cristina Fernández finalice su segundo mandato, por lo que será su sucesor el encargado de llevarla a la práctica.

Se trata de un panel que perdió la Argentina, iniciado en julio de 2012 por los 27 socios de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y varios países emergentes, entre los que estaba México.

El panel cuestionaba las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), sistema este que obliga a los importadores a hacer una presentación previa ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), pero que a su vez debe constar con la aprobación de la Secretaria de Comercio.

También se cuestionaba el mecanismo instaurado por el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, que obligaba a las empresas que procuraban hacer importaciones a exportar por cifras iguales.

El otro eje de los reclamos era las demoras de más de 60 días que tenía la Secretaria de Comercio para liberar licencias no automáticas de importaciones, medida esta que se dejó de implementar, cuando el eje de los controles pasó al Banco Central, donde se autorizan o no ventas de divisa.

De ese modo, la administración que encabeza la presidenta Cristina Fernández prometió a las principales potencias económicas del mundo levantar las barreras importadoras a las principales que caracterizaron sus ocho años de mandato, pero la medida se hará efectiva tres semanas después de dejar el poder.

La nota firmada por D'Alotto difundida hoy por la representación de la Comisión Europea en Buenos Aires, señala que el plazo negociado por Argentina "será de 11 meses y 5 días contados a partir del 26 de enero de 2015, fecha de la adopción de las recomendaciones y resoluciones del OSD". "En consecuencia, el plazo prudencial expirará el 31 de diciembre de 2015", aclara el texto subido al sitio internet de la OMC.

La Argentina perdió el panel el 26 de enero pasado, luego de apelar, y el pasado 2 de julio acordó con Estados Unidos la fecha del 31 de diciembre para el levantamiento de restricciones.

Así consta en una carta firmada el último 6 de julio por el representante argentino ante la OMC, Jorge D'Alotto, y su par de la Unión Europea, el griego Angelos Pangratis, en la que se informa que ambas partes "han acordado un plazo prudencial" para que el país adecue sus procedimientos de importación a las normas internacionales.

La nota firmada por D'Alotto difundida hoy por la representación de la Comisión Europea en Buenos Aires, señala que el plazo negociado por Argentina "será de 11 meses y 5 días contados a partir del 26 de enero de 2015, fecha de la adopción de las recomendaciones y resoluciones del OSD". "En consecuencia, el plazo prudencial expirará el 31 de diciembre de 2015", aclara el texto subido al sitio internet de la OMC.

Ante esto, el Secretario de Comercio, Augusto Costa, se reunió con los sectores “sensibles que compiten con importaciones para evaluar formas alternativas de protección paraarancelarias mediante normas técnicas aceptables para la OMC.


Lo cierto es que desde 2016 se podría poner en marcha otro tipo de instrumentos que la OMC permite para regular el comercio: antidumpings, salvaguardias, licencias no automáticas. Y también podría implementar restricciones no arancelarias, como normas de calidad, requisitos técnicos o estándares para importaciones.


Pero la permanente inducción desde los sectores oficiales a que desde el sector privado se desarrollen normas “para arancelarias” constituye un cambio de roles en tanto es el propio Poder Ejecutivo Nacional quien debe desarrollar dichos reglamentos técnicos y constituyen para las PYME una amenaza de suma importancia dado que dichos “para arancelarios” son medidas que también deben cumplir los productores nacionales y el refinamiento con que se desarrollan esas normas técnicas en muchos casos resultaran de imposible implementación para las PYME.

Todos los sistemas descriptos fueron siempre denunciados por diversos países ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) hasta que finalmente hacia mediados de 2014 se tomó conciencia que el panel de análisis organizado para analizar el caso argentino de administración de importaciones fallaría en contra de la República Argentina y que las posibilidades de apelar o intentar negociaciones bilaterales con los denunciantes resultaba de difícil éxito.

Sin embargo, la vía de las negociaciones bilaterales no fue explorada por ésta Administración -a tal punto que la UE amenaza ahora con prohibir todos los derivados de la soja desarrollada a partir de semillas genéticamente modificadas- y en tal sentido consideramos que debería requerirse que se avance en tal sentido.

Por otra parte, y a modo de recomendación, entiendo que se debería ir evaluando fijar una posición en torno a una razonable administración del comercio internacional que sostenga la defensa y desarrollo de la industria nacional y el mercado interno.

Por otra parte, en mi opinión, la consulta a las Cámaras Sectoriales implica una discriminación negativa hacia las Cámaras y Empresas regionales otorgándole a las Cámaras Sectoriales (manejadas por las grandes empresas y con sede en el Ciudad de Bs As) que en muchos casos carecen de la representación PYME de las industrias del interior un factor de concentración y control sobre las PYME que participan del sistema federal de CAME.

Pero a su vez habrá de implicar un fuerte proceso de concentración del comercio de importación en manos de los grandes importadores mayoristas a donde deberán recurrir muchas PYME para abastecerse de materias primas, insumos, partes y piezas, etc situación que ya las PYME han sufrido al ser manipuladas por éstos grandes concentradores de comercio mediante las formas de pago, exigencia de anticipos, depósitos previos, etc.

La cuestión adquiere extrema gravedad toda vez que nos hemos expresado a favor del comercio exterior –fundamentalmente de importación- administrado en defensa de las PYME, la industria nacional y el mercado interno.

Simultáneamente no es de menor trascendencia el hecho que la resolución de ésta controversia traerá aparejada una demanda de apertura de la economía (en la actualidad entre la metodología DJAI y la situación de “default”, los economistas caracterizamos éster tipo de organización económica como una “economía cerrada” donde cualquier grado de apertura puede “arrasar” (y no de modo virtual) a algún sector económico o a algunos actores dentro de determinados sectores.


En nuestra observación del sistema económico hemos comenzado a verificar los denominados "despidos hormiga", es decir, el lento pero sistemático proceso de incremento de la desocupación cuyo único antídoto (o mejor dicho, droga) para producir distracción, cual si fuera un juego de cajas chinescas, es promover un consumo cada vez más insolvente mediante sistemáticas campañas, públicas o privadas, de "tarjeteo" o de financiamiento a plazos cada vez más largos de bienes y servicios que puede desembocar en un “default” del mercado interno de difícil resolución.