19 octubre 2007

LOS FANTASMAS NO EXISTEN

(Texto enviado a los amigos el 11 de agosto del 2007, algo asi como u$s 662.475 millones después)

Los pesimistas sistemáticos somos cómodos y poco creativos.

Tenemos la seguridad de que si anunciamos una crisis todos los dias, cuando fatalmente ésta se produzca, podremos mostrar, felices la validez de nuestro acierto. En ésto tiene razón una amiga que ayer me recordó la fábula del "pastorcito mentiroso", siempre anunciando un lobo cuya existencia es fantasmal.

Pero, los pesimistas sistemáticos tenemos un aliado incondicional: la naturaleza humana en su expresión más oculta pero verdadera: la codicia, el egoismo - ese inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Sabemos que tarde o temprano, esa humanidad se habrá de revelarse con absoluta fidelidad y congruencia y entonces, fatalmente (sino no seriamos pesimistas sistemáticos), esa humanidad expresará su potencia creativa en una crisis amplia y profunda cuyas dimensiones son determinadas por la velocidad con que el espanto se apodere de su conciencia.

Pero los pesimistas sistemáticos tenemos algunos rasgos de bondad a destacar: somos solidarios. Cada día ofrecemos compartir nuestros temores y desconfianzas sobre la las promesas de eternidad que nos traen los militantes incondicionales del optimismo per se.

En muchas oportunidades los pesimistas sistemáticos hemos señalado que los fantasmas, siempre rondan nuestras conciencias, más allá de que el último que parece haber alertado sobre su vitalidad haya sido Marx y antes que el, Shakespeare. Lo más llamativo es que hace ya más de 150 años que nadie se acordaba de ellos. Podría responderle a mi amiga que, al pastor le bastó un día, sólo un día, para que la grey que lo rotuló como mentiroso empedernido, valorara su visión, pero ya era tarde. No había ovejas. Conformes con la etiqueta, fueron incapaces de tomar recaudos y atender alertas. Prefierieron la descalificación, la condena del mensajero de la segura tragedia.

Sin embargo, y aunque de modo no explicito, una y otra vez, los pesimistas sistemáticos asistimos al espectaculo del terror que éste genera cuando algunos infimos indicadores parecen indicar que la noche acecha o que algun trueno parece indicar chubasco.

Veamos un ejemplo, que seguramente no será el último.

Dice La Nación (11/08/07):

"La corrida global en los mercados se profundizó ayer, haciendo sobrevolar sobre las principales plazas financieras del mundo el fantasma de un crac generalizado, lo que obligó a los bancos centrales más importantes del planeta a coordinar políticas para liberar recursos. El objetivo: dosificar la ola de liquidaciones de toda clase de activos en un intento por acotar el riesgo de quiebras indiscriminadas."

¿Cómo es posible que de golpe, por sorpresa, de modo artero, "el cielo azul, la luna clara", se vea alterado, invadido, acotado, no ya por una pequeña nube, una mera sombra casual sobre nuestra confianza pastoral, sino por la amenaza de un "tsunami" que obliga a los Bancos Centrales de Europa, Canada y EEUU a inyectar u$s 233.000 millones ( a este nivel siempre es más que menos) en tan sólo 48 hs?

Nuevamente el sabio Benjamín Franklin tiene razón. Ante la aparición de nubes y el presagio de tormenta, los prestamistas han solicitado que le devuelvan el paragua y como corresponde, el conjunto de la sociedad corre presurosa a reponerlo. ¿Quién habrá de pagar las consecuencias de tener que soportar el chubasco a la interperie?.

Los pesimistas sistemáticos tenemos identificado con bastante precisión porque venas habrá de transitar la sangre que hoy se le repone a éste herido. Más aún, sino nos intiman podemos definir ya no sólo de que lugar del planeta, sino hasta podemos poner los domicilios sin auxilio de ningun GPS. Para los habitantes de los suburbios del planeta nos basta mirar a nuestro alrededor para saber que antes o después y como parece ser nuestro destino (sin ésta afirmación no podría reclamar la categoría de pesimista sistemático), seremos convocados a reponer los costos del festín de los optimistas que como corresponde, ya habrán empezado a discursear sobre la condena al éxito que pende sobre nuestros destinos.

Para decirlo de modo menos poético: los neoclásicos con su optimismo inmensurable nos han mandado una cuenta, cuyo primer pago es de u$s 233 mil millones en las primeras 48 hs.

Han resuelto archivar, al menos por ahora y para ellos, la sabiduría que dimana de la identidad que resume la teoría cuantitativa del dinero. De golpe y sin avisarnos, en tanto seremos obligados pagadores, se hicieron fanaticos keynesianos y salieron a generar una masiva primera intervención que maquilla las grietas, y que servirá para ahogar nuestras alertas de inevitable derrumbe.

De un golpe, los acólitos del monetarismo, los batepalmas del calculo de los multiplicadores, los apóstoles de las funciones matemáticas que salvan o condenan nuestras esperanzas, fueron enviados de vacaciones.

El batallón de rescate ya comenzó a poner en práctica sus mejores recetas, por ejemplo: riesgo de crack en el BNP Paribas de Francia, hacen un "corralito" que impide a los codiciosos franceses salir como si fuera San Fermín.

Pero no debemos preocuparnos, como todos ya sabemos, la Argentina no forma parte del mundo, y por eso, las visiones de los pesimistas sistemáticos, son meras sandeces anacrónicas que ni siquiera han de rozar el optimismo y la buenaventura que nos hace seguros abonados al éxito.

Los pesimistas sistemáticos no tenemos ni siquiera la categoría de "tabanos en la oreja" y la música que brindamos suena apenas como aburrido tonete, muy lejos del límpido clarín que anima a quienes ocupan y sostienen la "tribuna de doctrina". Somos algo así como una manga de barra bravas que pretenden quebrar la armonía y sembrar fantasmas.

Pero los pesimsitas sistemáticos somos, escencialmente, realistas. Sabemos bien que la brigada de rescate tendrá éxito, que podrán reponer la confianza y que nuevamente habrán de colgar un cielo soleado sobre nuestras cabezas. Sabemos que como pacificos y buenos ciudadanos volveremos a escuchar sus recomendaciones y consejos y que hasta nos sentiremos felices de abonar el costo de los dislates. Que finalmente los temblores cesaran nuestros presagios serán ahogados por millones de libros, papers y folletos que nos desmentiran y nos zamarrearan como niños impertinentes.

Somos sistemáticos.

Viene el lobo !!!!!!!! Viene el lobo!!!!!!!!!!