18 diciembre 2015

UNA GRAVE PROBLEMÁTICA PARA LA PYMI

UNA GRAVE PROBLEMÁTICA PARA LA PYMI

Tal como lo señalan muchos economistas y analistas de diverso tipo, el “sinceramiento general de la economía era y es una cuestión de carácter imprescindible para la inclusión de la República Argentina en el desarrollo histórico político, económico y social de la etapa histórica por la que transcurren los paises ya sea denominados desarrollados, en vias de desarrollo, emergentes o como en nuestro caso, reducidos a ser un “país frontera” modo elegante si lo hay de nombrar a quienes han perdido ya, toda categoría de clasificación posible.

Como ya lo hemos señalado en  nuestro blog (ver: Inercia – www.schwartzereconomia.blogspot – 6/12/2015), “Nuestro rol estratégico, más allá de los resultados a los que se lleguen, es analizar, “prever y ver” alertar y señalar (podríamos seguir detallando verbos) que la utilidad de la profesión se centra en el ámbito y contexto de las consecuencias que genera éste modo de producción capitalista.

Estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, de la permanente creación de nuevas formas de “trabajo productivo” y de la identificación del improductivo, redundante, inapropiado y que da lugar a la necesidad de aplicar recursos desde el Estado (como eje central del aparato de control de las formas capitalistas) como la aparición de nuevas formas de transferencia de recursos (deducibles de impuestos y otras cargas tributarias) a través de las denominadas Organizaciones No Gubernamentales que libera al Estado de sus obligaciones privatizando la asistencia de las necesidades de los excluidos y concentrarse sólo en los incluidos.”

Vayamos a la situación concreta y que nos preocupa.

Miles de Pequeñas y Medianas Industrias como resultado de la política de administración del comercio desarrollada por el gobierno que ceso el 9/12/2015  que de manera cada día más estricta limitaba el normal abastecimiento de las PYMI y tienen aún insumos, partes y piezas pendientes, ya sea en producción por un proveedor del exterior, ya sea como se dice en la jerga “flotando”, o directamente arribada pero que al no tener la DJAI en estado “Sali” porque, tal como señalábamos la lógica de la administración del comercio exterior de la anterior administración se sujetó a la disponibilidad de divisas en el Banco Central de la República Argentina y opero restringiendo importaciones no como expresión de una política de “defensa de la industria nacional” sino de “encubrimiento de su mala praxis”.

Bajo éstas circunstancias, las PYMI se encuentran hoy con que, habiendo hecho sus previsiones y costos a un tipo de cambio oficial inferior a los $ 10 se encuentran hoy con un tipo de cambio aproximadamente de $ 14 lo que implica entre un 40 y 50% más que el cálculo desarrollado al momento de contratar con sus proveedores.

En la misma situación se encuentran aquellos a los que el Banco Central de la República Argentina impidió pagar sus importaciones y debieron negociar con sus proveedores la apertura –en muchos casos con costo- de una cuenta corriente que les permitiera la continuidad de sus abastecimientos productivos.

En ambos casos, la magnitud está perfectamente registrada, por un lado el stock de DJAI pendientes Observadas por la Secretaría de Comercio (Bloqueo 15) y en las presentaciones trimestrales disponibles en el BCRA correspondientes a las presentaciones dela Comunicación A 3602.

¿Cuál es, entonces, nuestra propuesta: establecer un tipo de cambio “ad hoc” que permita resolver éstas anomalías que no son producto ni la imprevisión empresaria de las PYMI sino de la mala praxis en materia de política económica de la anterior administración y que, reiteramos, no es imputable a las PYMI que actuaron en el marco de las disposiciones vigentes o en su defecto –aunque no sea lo deseable- líneas de crédito que contemplen la especificidad que señalamos y que de ningún modo pueden ser sujetas a las “tasas de interés” del mercado fijadas como consecuencia de ponerle un “ancla” al nuevo tipo de cambio de flotación “sucia”.

Sé que mi posición puede resultar “ácida”, pero no es posible que en la algarabía de la normalización y sin que esto suponga un “homenaje nostálgico” a pasado alguno, resalto que el rol asumido por el que me comprometí en la Universidad es estar atento a las consecuencias, de “estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, las políticas públicas.

Lic. Carlos Guillermo Schwartzer

Buenos Aires, 18 de diciembre de 2015

07 diciembre 2015

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ROBÓTICA

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL ROBÓTICA

La industria alemana invierte US$280.000 millones para lograr la digitalización completa de la manufactura.

Jorge Castro ANALISTA INTERNACIONAL

La Escuela de Economía de Londres (LSE) estima, sobre la base del estudio de 14 industrias manufactureras en 17 países avanzados, que el incremento del uso de robots por hora trabajada ha aumentado 150% anual entre 1993 y 2007, y ha elevado la productividad 0,37 puntos porcentuales (p.p.) en relación al alza del PBI industrial por año, lo que representa 1/3 de la expansión del producto.

Esto implica una contribución de 0,36 puntos porcentuales al auge de la productividad del trabajo, que equivale a una sexta parte del alza de la productividad de todos los factores (PTF).

También se asimila al alza de la productividad lograda por la implantación de la máquina a vapor entre 1820 y 1890 (0,37 p.p. / año); y equivale al aumento de la eficacia productiva obtenido por la construcción de los ferrocarriles transcontinentales de EE.UU. en el siglo XIX. Esto sucede cuando la robotización abarca 2% del stock de capital de los países avanzados y sólo cubre 10% de las tareas laborales. LSE advierte que la robotización representaría 15% del stock de capital en 2025 y que cubrirá para entonces el 25% del total de las tareas.

Estas tendencias equivalen a una nueva revolución industrial, con un alza de la productividad de 3% anual en una década. Pero la digitalización completa de la manufactura y los servicios –nueva revolución industrial– es el resultado de la convergencia de 11 innovaciones, entre las cuales la robotización, en una perspectiva de mediano/largo plazo, probablemente no sea la más importante.

En el caso de Alemania, la nueva revolución industrial acarrea ganancias de productividad de 5%/8% en 10 años, acompañada por recortes de los costos manufactureros entre US$100.000 millones y US$180.000 millones en ese período, con un incremento del PBI de 1% por año. La industria alemana necesita invertir para este cambio histórico US$ 280.000 millones en el próximo lustro.

El caso chino muestra otros rasgos. El mercado robótico crece 53% por año y representa 25% de la demanda global. Esto significa que el nivel de robotización de la República Popular es el triple de Japón y el doble de Corea del Sur (n° 1 y n°2 del ranking global). Pero el nivel de intensidad robótica de China es el más bajo entre los 5 principales países (tiene 30 robots cada 10.000 trabajadores), mientras que la proporción en Corea del Sur es 15 veces superior y en Japón, 11 veces.

La intensidad robótica depende de la correlativa disminución del nivel de precios. En 2008 se requerían 11,8 años de utilización para recuperar la inversión realizada, y se necesitan ahora 1,7 años, que disminuirían a 1,3 años en 2016, para derrumbarse luego a 6 meses o menos en 2020.

La necesidad impulsa la robotización en China. El nivel de ganancias manufactureras es hoy inferior a la tasa de interés que se debe afrontar por la deuda corporativa (US$1,8 billones de deuda vs. US$1,05 billones de ganancias).

McKinsey sostiene que la nueva revolución industrial puede provocar una caída de los costos de producción entre US$18 billones y US$33 billones en una década; y crearía la fuerza de trabajo más productiva de la historia del capitalismo, con ganancias de productividad que llegarían a ser hasta 6 veces superiores a las fijadas por la “Ley de Moore” (la información procesada se duplica cada 18 meses y los costos caen a la mitad).

La esencia del capitalismo no es el capital sino el trabajo; y la fuerza de trabajo pierde toda forma directa y material en la nueva revolución industrial, convirtiéndose en “inteligencia colectiva”, una potencia puramente abstracta y universal.


En este nuevo mundo productivo, los robots son lo de menos. Lo decisivo es la extraordinaria inteligencia humana imbuida en ellos.

06 diciembre 2015

INERCIA

INERCIA

“Falta de energía física o moral para alterar una costumbre o un modo de actuación”.

De ésta forma, bien gráfica, se define la conducta de varios estamentos de la sociedad, ya sean desde los propios ciudadanos, pasando por sus dirigentes, empresas, etc. pero una acepción, no menor, asocia el término a la existencia de “desidia”, es decir, un acción voluntaria de negligencia ante los hechos.

Pero en materia capitalista, sin “energía” no existe ni es posible “el movimiento de la producción” que le da sustento a su desarrollo como modo de producción.

Es así que, faltos de la energía imprescindible que le dé continuidad al movimiento quedan yertos, inanes, excluidos de la dinámica histórica que finalmente, y como ha sicedido a lo largo de la historia, los someterá, indefectiblemente, a la la acción centrifuga de quienes tratan, improductivamente, de sobrevivir en un sistema que sólo reconoce al trabajo productivo como fundamento de su propia esencia.

Sin embargo, esa “falta de energía” incluye, a nuestro entender la falta también de la compresión de los procesos permanentes de transformación que la propia dinámica capitalista ha mostrado a lo largo de la historia de su hegemonía.

Más aún, si un término define la historia del modo de producción capitalista no es la “inercia”, que refiere más a la “negligencia” y mucho menos el desarrollo capitalista acepta la “falta de energía”, por eso, lejos de estas acepciones negativas que nos refieren a la falta de tensión de transformación instalada en una parte de la sociedad, preferimos mostrar la “otra cara de la realidad”.

Muchos analistas, economistas y de otras profesiones han instalado que estamos atravesando una “tercera revolución industrial”.

Craso error.

El capitalismo es desde el fondo de la historia un modo de producción y reproducción de la vida material de los humanos en constante revolución.

A la “máquina de vapor” que tanto gusta a los maestros del secundario para datar el inicio del capitalismo, le precedieron una “revolución atlántica”, una “revolución religiosa o podemos ampliar en el campo de las ideas”, “la revolución cultural” que supuso la edición en serie de libros que alimentaron y aceleraron la difusión de ideas nuevas, muchas de ellas celosamente guardas en los claustros monacales.

La “revolución alimentaria” y la de las relaciones interpersonales que permitieron la  reproducción de la fuerza de trabajo. Así, más trabajadores, mejor alimentados, con una tasa de reproducción más alta y prolongación de la esperanza de vida al nacer.

El fin de los “pactos de homenaje”, los reyes y noblezas de “derecho divino” es decir, el quiebre definitivo de una relación social denominada vasallaje que bien podemos llamar una “revolución en el ámbito de la política” y la inmediata sustitución por otra relación de producción y reproducción de los hombres: la compre-venta de la fuerza de trabajo de los millones de –ahora- personas donde como bien lo describieron los Fisiocratas, uno anticipaba los medios de producción, es decir compraba la fuerza de trabajo para poner en acción esos aparatos, mecanismos, artificios, artilugios, herramientas, utensilios, ingenios, engendros; capaces de darle sentido productivo al trabajo humano a cambio de un nuevo concepto: el salario que debía permitir la reposición de la fuerza de trabajo para la continuidad del ciclo que ya podemos nombrar como capitalista.


En resumen, el desarrollo capitalista fue generando en su incubación una cada vez más profunda generación de las condiciones previas, de lo “pre requisitos” indispensables para constituirse en lo que hoy es.

Pero, a su vez, resulta difícil establecer si el desarrollo de los prerrequisitos no fueron otra cosa que factores desencadenantes de las permanentes crisis en que se desarrolla el capitalismo

Pero cada revolución significó una crisis y ya como acometimiento histórico existe la profesión de historiador seguramente encontrará en cada una de ellas un nuevo rasgo, un nuevo elemento que contribuirá a definir con mayor claridad las características no sólo de los “pre requisitos” sino de cómo éstos evolucionaron hasta constituirse en elementos tan internalizados en la vida cotidiana de las personas que han adquirido el carácter de “relaciones sociales normales” quitándole el dramatismo que supone invocar la hegemonía que tienen ésas relaciones sociales y no otras, aunque ésas relaciones presenten variantes o se configuren de un modo que otorga más “libertades”

¿Cuál es el rol de los economistas, entonces?

Nuestro rol estratégico, más allá de los resultados a los que se lleguen, es analizar, “prever y ver” alertar y señalar (podríamos seguir detallando verbos) que la utilidad de la profesión se centra en el ámbito y contexto de las consecuencias que genera éste modo de producción capitalista. Estar atentos a sus permanentes modos de expresión, a que impactos generan sobre el conjunto de la sociedad, las metodologías de “inclusión-exclusión”, de la permanente creación de nuevas formas de “trabajo productivo” y de la identificación del improductivo, redundante, inapropiado y que da lugar a la necesidad de aplicar recursos desde el Estado (como eje central del aparato de control de las formas capitalistas) como la aparición de nuevas formas de transferencia de recursos (deducibles de impuestos y otras cargas tributarias) a través de las denominadas Organizaciones No Gubernamentales que libera al Estado de sus obligaciones privatizando la asistencia de las necesidades de los excluidos y concentrarse sólo en los incluidos.

Porque si algo define al desarrollo capitalista no es la inercia, sino la innovación, es decir, el movimiento continuo, su permanente recreación, el constante mostrar nuevas facetas productivas u organizativas, el crear nuevas y variopintas formas de acceso a los mercados, ya sea mediante el movimiento continuo en la organización de éstos o los cambios en la demanda que éstos generan a partir de “curvas de vida de producto cada vez más cortas, cada vez más sofisticadas, cada vez más centradas en la eficiencia y funcionalidad”.

Pero preferimos generar un neologismo.

La  “innovación” evoca una mirada ensimismada en los individuos o en las empresas. Convoca a la modernización y reestructuración de las mentalidades o de los procesos productivos pero siempre, el prefijo “in” es determinante, no incluye el afuera, como si éste no existiera, como sí, sólo con nuestra propia “revolución” bastara.

En nuestra visión el neologismo “ex novación”, es decir el movimiento permanente, como señalamos de los cambios y transformaciones con que somos desafiados a adaptarnos o sumarnos a la fila de los excluidos y que para nada depende de nosotros, de nuestra voluntad, de nuestra energía. Al contrario, no obliga a generar formas de energía tales capaces de acompañar el movimiento continuo.

La innovación per se, no alcanza. Sujeta a la “ex novación” ambas, combinadas definen nuevos caminos, nuevas expectativas, pero también resultan fuentes de la desilusión, de la frustración y del fracaso.

No se trata de una cuestión dramática, tampoco a veces la línea parece tan clara y precisa para reconocerla, pero la incapacidad, la falta de visión, el refugio en las “zonas de confort” en las que pensamos como punto de llegada, cuando si algo define al desarrollo capitalista es que por un lado las “zonas de confort” son ilusorias y que por otra parte no hay puntos de llegada.

Nuestra visión no es fácil de aceptar. Pareciera ser una visión fatalista del desarrollo histórico donde nunca hay ganadores, donde sólo hay triunfos parciales y efímeros.

Como señala Eric Hobsbawm citando a Max Weber: “Toda la experiencia histórica confirma que los hombres tal vez no alcanzarían lo posible si no intentaran, de vez en cuando, conseguir lo imposible”.



Buenos Aires, 06 de diciembre de 2015