12 febrero 2006

SUPERAVIT FISCAL:CON SANGRE, SUDOR Y LAGRIMAS
Publicado originalmente el 21/01/2006
En general, los analistas económicos, muchas veces personajes de la profesión, tienden a mirar los números agregados y establecer la funcionalidad o no de las políticas económicas que se instrumentan.

Lejos están éstos colegas de recordar que el principal objetivo de la ciencia que profesan es el logro del bienestar general, siendo bienestar general el acceso a un conjunto de bienes, servicios y estadios que inscriptos en la Constitución Nacional permiten garantizar la organización y reproducción de la sociedad en el marco de la democracia.

La mirada sobre los resultados agregados encubre una enorme desigualdad social que muy lejos está de contribuir a la sustentabilidad y consistencia de la vida en democracia.

Señalar sin hesitación que las cuentas públicas registraron en 2005 un superávit financiero de 9.481 millones de pesos equivalente al 1,77% del Producto Bruto Interno, y que éste resultado significó un superávit primario -previo el pago de intereses de la deuda- fue de 19.661 millones de pesos, alrededor de 3,7% del PBI, similar al que se había obtenido en 2004, superior en $ 1.335 millones al calculado por el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, al presentar el proyecto de presupuesto nacional para 2006 puede no decir nada sino nos formuláramos la pregunta maldita: ¿Quiénes, como y cuando aportan a la constitución de esos números tan cercanos a los reclamado por el FMI?

Para ello, las noticias que provienen de la autoridad económica nacional deberían ser desagregadas de modo tal que con racionalidad y transparencia los ciudadanos tomen nota de sí o no, la deuda externa se está pagando o no con “la sangre, sudor y lagrimas”
[1] de los sectores más débiles y expuestos de la sociedad.

Cruzar la matriz de recaudación con éstos resultados espectaculares pondrá en evidencia que los impuestos indirectos (IVA, Impuesto las Transacciones Financieras, Combustibles, etc.) que castigan a quienes más altos porcentajes de sus ingresos dedican al consumo son la “columna vertebral” de éste enorme esfuerzo nacional.

Simultáneamente, la política económica, intenta mostrar que pretende un cambio en materia de la actual estructura tributaria regresiva que castiga a quiénes menos tienen. Convalidando sin inmutarse las decisiones de aquellos a quienes acusa de responsables del fracaso, sostiene mínimos no imponibles en materia del Impuesto a las Ganancias y otros impuestos (como Bienes Personales) que implican un duro castigo a los sectores medios, también alcanzados por la regresividad impositiva de los impuestos indirectos.

En suma, sin nos preguntamos, emulando al revitalizado Keynes. ¿Quién pagará la deuda?, la respuesta, al mejor estilo de Winston Churchill, es “la sangre, sudor y lágrimas” de los sectores populares quienes de una u otra manera aportan de modo sostenido y permanente a la continuidad democrática, lejos estamos de emular la respuesta del “vasco” Pellegrini cuando una crisis similar amenazaba, según el Dr Del Carril, con “inscribir a la Argentinas en libro negro de los insolventes”:

En aquella oportunidad el entonces Vicepresidente les señaló a los beneficiarios del modelo agro exportador que “mejor era poner algo que perderlo todo”.

Las palabras sobran. Como el precepto evangélico, “por los hechos los conoceréis”.
[1] La referencia churchiliana viene a cuento porque la respuesta keynesiana fue que esa sangre, ese sudor y esas lágrimas debían provenir del pueblo ingles mediante el artilugio de un “poquito de inflación”.