27 septiembre 2006

¿NUEVAMENTE LA POLÍTICA DEL TERO?[1]

Si algo caracterizó a los “famosos años 90” en el ámbito del desarrollo empresario es la apari­ción de un discurso multifacético y polifuncional en materia de análisis y evaluación de la evo­lución de las empresas.

Cientos de visitantes del exterior dieron miles de conferencias, el Estado (en sus diversos ni­veles) invirtió fuertes presupuestos para instaurar un paradigma que pretendía hacernos creer que las leyes del desarrollo capitalista habían cambiado y que ahora lo importante era desarro­llar una imagen empresaria rodeada de simpatía y buena onda. Quienes nos opusimos a tales dislates fuimos catalogados de “dramáticos” “pesimistas”, tipos a los que había que ralear por su antipatía y mala onda.

Despertar del sueño le costo – y aún paga el precio- un tremendo dolor. Las quiebras y cierres silenciosos –y no tanto- fueron diezmando el aparato productivo, desarticulándolo, destruyendo habilidades, capacidades y conocimientos –algunos-imposibles de recuperar.

La Nación quedó al borde del colapso y su integridad fue puesta en juego a un costo altísimo. Para algunos fue repentino y parece que aún no salen de su sorpresa. Para otros no fue más que la consecuencia de una sociedad que prefirió mayoritariamente creer que existen recetas económicas mágicas -llámense convertibilidad o hiperdevaluaciones, -, en lugar de aceptar o renegar de la cuestión central que es la dinámica capitalista.

Quienes señalan que la elección del camino no es tan brutal, imaginan soluciones que asignan un rol al Estado que para su ejercicio debe cargarse de superpoderes y estar dispuesto a ejer­cerlos de modo estricto e independiente de la rendición de cuentas. No por nada en la historia económica al keynesianismo –teoría económica de alto prestigio entre quienes formulan éstas ideas- se lo conoce como la “teoría económica del fascismo”, modelo del que la sociedad ar­gentina declama querer huir.

Pero el capitalismo es un modelo de desarrollo histórico y social que tiene un único norte: la rentabilidad y ésta de ninguna manera es un hecho puntual (stock) sino un flujo permanente, que debe ser imperativamente consistente y sustentable a lo largo del tiempo.

Es por ello que la rentabilidad está inmediatamente asociada con su inmediata reinversión, como modo de ampliar el ciclo y alcance del desarrollo capitalista. Por eso no es neutra la in­formación sobre el crecimiento, a tasas sorprendentes, de la denominada “industria de la cons­trucción”.

El desvío de las utilidades empresarias hacia “los ladrillos” y no hacia “los fierros”, no es una buena señal. La inmovilización de capital supone restarle al flujo económico parte importante de contenido, de su masa crítica, implica ponerle límites y condiciones.

Muchos analistas no se preguntan porqué crece más la construcción que la ampliación del parque productivo y la renovación de las máquinas y equipo de producción. Cuáles son las razones por las que las ganancias de las empresas se desvían a los “seguros ladrillos” y no a ampliar, renovar y modernizar el equipo productivo.

La razón parece estar en la baja confiabilidad respecto del futuro o en una baja credibilidad sobre sus propias posibilidades y sobre su capacidad de crecer. No se trata de una diversificación de riesgo. Se trata de un recorte al capital comprometido en la empresa industrial.

Diversas señales indican que las tasas de crecimiento de la industria que se exhiben no son sustentables en el tiempo y que, los discursos espasmódicos
[2] en materia de política industrial en nada contribuyen a que el excelente desempeño actual se consolide.

Así, y sólo a modo de ejemplo, las altas tasas de crecimiento industrial de los últimos meses se explican por la nebulosa en que se encuentra la situación energética. La respuesta a las indefi­niciones es anticipar el ciclo productivo e incrementar los inventarios para enfrentar posibles paros de planta obligados. Pero eso es “pan para hoy y hambre para mañana”. Podríamos continuar enumerando: Ley de Riesgos del Trabajo, dislates la política tributaria municipal, fallos judiciales en materia laboral erráticos, un sistema educativo que esta más preocupado por la educación sexual que por la formación de técnicos y oficios, etc.

Lo cierto es que, en la Argentina, la tasa de rentabilidad, pese a la “mejora” que declaran mu­chos ha comenzado a caer.

Algunos hablan de paradoja. La situación es relativamente sencilla de comprender. Muchas veces en diversas reuniones con empresarios hemos señalado la necesidad de ver la Empresa como un proyecto y esa visión lleva a concluir que muchas veces “vender más” es reproducir a escala cada vez más amplia costos de producción ocultos, ineficiencias varias no cuantificadas, etc y, entonces, la “situación de mejora” que se percibe y se grafica con las cifras de venta, son meras ilusiones, visiones deformadas de una realidad que se evidencia con la caída de la ren­tabilidad de las empresas.
Un relevamiento hecho por una importante empresa de auditoria detalla que el 39,8% de los consultados admitió que la rentabilidad de su empresa cayó en el último año, y esta situación es la que importa.

Es esta la que describe el sendero a recorrer. Sin rentabilidad no habrá más y mejores empleo, sin rentabilidad, se habrán de postergar planes de inversión y modernización.

Pese a esto, el Informe también señala que "los empresarios continúan con una visión opti­mista no sólo respecto de la situación económica en el pasado reciente, sino también frente a los próximos trimestres".
Mientras tanto, los costos siguen siendo crecientes, sea por las cuestiones laborales, por más más conflictividad judicial, por los interrogantes en materia energética y por algunos aspectos de la ley de riesgos del trabajo a los que hay que sumarle la presión fiscal creciente en materia municipal y provincial ligada a la aparición del déficit de caja.
Como se dice en la jerga profesional, "la inversión tiene más que ver con la película que con la foto” o mejor dicho, la inversión, como señalamos, depende del flujo de rentabilidad que la empresa es capaz de generar.

No queremos fatigar con cifras y análisis, sólo debe tenerse presente que más allá de los dis­cursos, desde 1998 la participación de la incorporación de máquinas y equipo de producción en el PBI paso del 8,9% en 1998 al 7,6% en el primer semestre de 2006.

Y esta tendencia es la que debe preocupar. Si ésta no cambia, estaremos frente a un “parque productivo” de peor calidad tecnológica tanto por el paso del tiempo como por la propia obso­lescencia tecnológica y las tasas actuales pasaran a repetir viejas historias que deseamos hayan quedado en el pasado.

El Presidente invitó, en su última gira por EEUU, a invertir en la Argentina porque "va a haber ganancias y rentabilidad cada vez más altas"
[3]. Mucho más cerca, con menos brillo, los Industriales Argentinos esperamos que las promesas presidenciales nos alcancen y que sus funcionarios trabajen para hacerlas realidad.

27 de septiembre de 2006


Lic. Carlos Guillermo Schwartzer
Economista

[1] En referencia al modo en que éste pájaro, que es el ave elegida como representante de nuestra tierra, defiende su nido y sus crías: en un lado pega el grito y en otro pone los huevos.
[2] Pese a la retórica, no existe ningún instrumento de promoción de inversiones y la medida administrativa de crear una Agencia de Desarrollo de Inversiones apunta más a captar inversiones extranjeras en la exploración y explotación de petroleo que la instalación, ampliación y modernización de las industrias existentes.
[3] Cena del Presidente Kirchner con el Consejo de las Américas (Nueva Cork - 21/09/2009) donde también hizo explicito su interés en que los empresarios allí presentes “ganen mucho dinero" en la Argentina