30 agosto 2012

LA SALADA: UN DILEMA SHAKESPEREANO.


 

La aparición al interior de la Argentina de zonas especializadas (por ejemplo, aquellas directamente ligadas al mercado mundial, diferenciadas de aquellas con escaso o nulo acceso) y de cada vez más profundas desigualdades regionales son indicadores de una crisis económica que avanza sobre el diseño mismo del proyecto de Nación y que no termina de reconocerse.


 

¿No será acaso el momento de comprender que el abandono del federalismo está profundizando los estragos de esa crisis económica y la necesidad de reconstruir un Estado Nacional Federal para lo cual se hace tan necesaria una nueva Ley de Coparticipación Federal como el diseño de una estrategia de desarrollo industrial y productivo que implique un mapa de necesarias promociones industriales y productivas más eficientes y sustentables?


 

Pero al referirnos a la crisis no sólo hacemos énfasis en la que afecta a la economía argentina en la coyuntura signada por un conjunto de indicadores de corto plazo que no se condicen con una decisión fuerte en materia de empleo, inclusión social y mejora de la competitividad, sino que nos referimos, también, a una crisis que opera de modo más profundo y silencioso, pero que finalmente, cuando emerja, mostrara una estructura económica, social y política muy diversa a la que conocemos.


 

Es en esa línea de mirar en el corto plazo signos o referencias del largo plazo que nos preguntamos: ¿Hasta que punto la retención del 15% de la coparticipación a las provincias por parte del gobierno nacional no es a su vez uno de los argumentos de la expansión del formato "La Salada"?


 

En los últimos días ha tomado algo de vuelo el debate (y porque no rechazo) a la presencia de representantes de éstas "ferias" (de algún modo debemos encontrar un vocablo que las designe y diferencie aunque el debate sobre su estructura y desarrollo resulta en sí mismo un tema de estudio) en la conmemoración oficial del Día de la Industria que habrá de presidir la Presidenta de la Nación.


 

Este reconocimiento oficial a éste fenómeno (en realidad ha dejado de serlo para constituirse en una realidad cotidiana) se va extendiendo y copta tanto a los sectores populares que encuentran allí la satisfacción de sus necesidades como a un tipo de industria que las abastece y satisface.


 

Los fundamentos de la creciente importancia del formato "La Salada" son fácilmente identificables: pobreza e inflación crecientes más permisividad de la elusión y evasión tributaria, fragmentación de la estructura productiva, creciente pérdida de competitividad en la industria que para sobrevivir se desliza hacia la marginalidad, entre otras.


 

Pero también en modo concurrente la caída de la participación de las producciones regionales en las exportaciones, la concentración de las exportaciones en algunos sectores como el automotor y aceitero, es decir el manifiesto desacople de las estructuras económicas que ya de modo notorio se diferencian entre las vinculadas de modo directo o indirecto al mercado mundial y las que no.


 

Ante éste avance de la pobreza estructural, surge la necesidad de consentir el desarrollo de un sistema productivo alternativo que se ha denominado "la salada o saladitas" que implica no sólo una boca de expendio de mercancías, sino un complejo sistema productivo conformado por los sectores marginados o en vías de serlo y que transforman su "know how" productivo en un instrumento de supervivencia.


 

Obviamente en éste sector también rigen las condiciones capitalistas de producción y aunque de un modo menos perceptible la competencia intra sistema va descartando a aquellos que no logran instalarse de modo completo (es decir, aportando las cuotas de capital –sea fijo o variable- necesarias para su desempeño)


 

Tal como señale la "la elusión y evasión tributaria" que caracteriza y recorre éste "sistema productivo" se corresponde inmediatamente con la expresión "no presupuestaria" (la pérdida de recaudación no está contabilizada y permite un buen manejo del clientelismo) de un subsidio estatal que a todas vistas se hace cada vez más imprescindible.


 

Pero el desarrollo de ése "sistema productivo" conlleva menores servicios de salud, sistemas educativos de más baja calidad, prestaciones sociales prácticamente inexistentes, participación creciente en el sistema clientelar de la política, una movilidad social menos elástica e incluso una cultura que va desarrollando manifestaciones propias y que se expresan en la vida cotidiana.


 

Aparece acá una cuestión de "doble estándar".


 

La base económica sobre la que el Estado espera cobrar impuestos se refiere a la Argentina considerada como un sistema agroexportador, es decir vinculada de modo directo o indirecto al comercio mundial.


 

El resto, es decir los sectores económicos no ligados al comercio mundial configuran un sistema productivo (y obviamente con su demanda asociada) que el Estado deja "escapar" como modo de contener lo que podría constituirse como el embrión de una crisis social.


 

Obviamente cuando señalo "sistema productivo" aparecen asociadas otras problemáticas derivadas de la fragmentación social y política que conlleva estar o no relacionado con el mercado mundial. Es en este punto donde paro y me pregunto ¿existe el mercado nacional o al interior de éste se desarrollan bolsones cada vez más extendidos de "espacios económicos" donde la existencia de la Nación se pone en cuestión?


 

La creciente pérdida de competitividad de las industrias formales es lo que lleva a muchas a o bien tener que participar parcialmente de éste sistema productivo o bien de modo único y completo. A medida que se pierde competitividad, lo que implica contribuir al incremento de la pobreza, se expanden las "saladas".


 

Este continuo deslizamiento de las micro y pequeñas en empresas, hacia metodologías de supervivencia no implican su desaparición (al menos en una primera etapa). Continúan produciendo orientadas, ahora, hacia ése mercado marginal denominado genéricamente "saladas".


 

Surge, entonces, un volumen de producción creciente que debe ser colocado y que requiere, necesariamente, nuevas bocas comerciales lo que obliga a quienes lideran el formato a buscar nuevos horizontes.


 

Coincidentemente, en ésa búsqueda encuentran en las provincias bolsones de consumidores ávidos de obtener los productos ofrecidos con absoluta indiferencia de su origen y situación tributaria en tanto los precios responden a sus posibilidades.


 

Este encuentro entre "oferta y demanda" es precisamente lo que produce la tensión entre los consumidores y el comercio formal que se refleja de modo creciente en los medios de prensa locales.


 

El éxito logrado en Córdoba al prohibirlas se debilita porque la provincia es virtualmente "rodeada" por éstos formatos y la presión que han de ejercer harán flaquear la decisión provincial cordobesa.


 

En consecuencia es la propia política económica la que promueve éste sistema productivo que a través de la presión tributaria y otras políticas que lejos de mejorar la competitividad la complican aún más "africaniza" el mercado tanto mirado desde la oferta como desde la demanda..


 

¿Cuál debería ser la estrategia? ¿Continuar con el camino legislativo de impedir por la vía formal la instalación de las bocas comerciales sin referirnos a la responsabilidad de la política pública que las alimenta? ¿denunciar, acaso, que la mirada complaciente de las autoridades frente a éstos formatos implica una masa de subsidios sin control alguno que fomentan el clientelismo?. Cualquiera que sea el tenor del cuestionamiento significará, en las condiciones actuales, promover la exclusión de esa masa de consumidores y en consecuencia discriminarlos respecto de las posibilidades de satisfacer sus necesidades de indumentaria, calzado y otros bienes.


 

En nuestra opinión debe reflexionarse en un cambio de estrategia que permita encontrar respuestas completas y estructurales a la cuestión (no digo problema porque pareciera ser que lo que es un problema para la economía formal no lo es para muchísimos consumidores y hasta para el propio Estado).


 

El debate sobre "La Salada" fetichiza una cuestión estratégica. ¿Cuál ha de ser el modo en que el proceso de acumulación capitalista se desarrolle en la Argentina y quienes estarán en condiciones de acceder de modo completo y formal y quienes de modo marginal e informal?.


 

Se trata de un dilema shakespereano. Ser o no ser.


 

La irresolución se transforma en agonía y en el interregno, millones de argentinos padecen, por un lado, el dolor de la pobreza y la manipulación clientelar que la agrava y por otro, miles de empresarios, en especial PYME, son atacados por una competencia desleal creciente ante la inacción de los funcionarios públicos que parecen alentarla.