30 abril 2008


LAS FRONTERAS YA NO ESTAN EN LOS LIBROS DE GEOGRAFIA

“La consultora de riesgo Standard and Poor´s otorgó a Brasil el “investment grade”

La noticia es breve. No tiene “letras de molde” ni tampoco se habrá de vocear en los andenes de las terminales ferroviarias. Es terminante.

Podríamos decir desde una nueva concepción de la Estrategia, que marca una frontera. O tal vez es la verdadera frontera.

Sólo recordemos que hace unos días atrás Standard & Poor’s Ratings Services revisó “Negativa” desde “Estable” la perspectiva asignada a sus calificaciones sobre la República Argentina -‘B+’ en escala global y ‘raAA’ en escala nacional-.

La medida se basa, señaló la Consultora, “en una falta de iniciativa del gobierno a implementar políticas correctivas respecto a las actuales distorsiones en el funcionamiento de la economía “

“En opinión de Standard & Poor’s, el actual paquete de políticas acrecienta la posibilidad de que continúe el aceleramiento de la inflación, lo que podría debilitar la cohesión social y generar una mayor intervención directa del gobierno en la economía”. “Las expectativas de inflación han llegado hasta 32% para los siguientes 12 meses” señaló la Consultora más adelante en su Informe.

Agregando que ““Las expectativas sobre el avance de la inflación y las distorsiones en la economía mediante controles de precios, subsidios y regulaciones adicionales, afectarán las perspectivas de crecimiento ahora que se ha reducido la brecha del producto de la Argentina. Un menor crecimiento podría erosionar la popularidad del gobierno en un contexto donde los desafíos políticos se vienen acrecentando. Cualquier deterioro fiscal significativo que resulte de ello podría llevar a una baja de las calificaciones soberanas de la Argentina. Por el contrario, si el nuevo gobierno de Cristina Fernández introduce correcciones a la combinación de políticas de modo de hacer más sustentable el crecimiento económico, entonces la tendencia regresaría a estable”, concluyó.

Para esta frontera no se necesita ni mojón ni gendarmería. Es reconocida mundialmente y pone una clara diferencia entre ellos y nosotros.

La pregunta parece obvia, ¿es posible el MERCOSUR con estas fronteras tan infranqueables?


02 abril 2008

NINGUNA COSA SEA DONDE FALTA LA PALABRA (1)

La realidad es una provocación permanente a tratar de entender que hay detrás de los hechos, que alquimia se desarrolla detrás del espejo.


 

Quedarnos en el discurso fácil, maniqueo, con más fundamento en la lógica futbolera del "versus" que pone en evidencia el simplismo, la verba fácil y seductora aunque, alternativamente, como lo hemos escuchado en éstos tiempos, no es más que una puesta en escena de la soberbia y el atropello, pero no el intento serio y responsable de atravesar la realidad, indagarla, cuestionarla y obligarla a rebelar sus verdaderas intenciones para responder a ella de modo eficaz, eficiente, consistente y sustentable.


 

Poco importa la acción que se emprenda. Solo se trata de vencer, doblegar, empujar al otro hasta situarlo en un punto en el que sea visto como "enemigo", y consecuentemente ser el sujeto de las diatribas, humillaciones y derrotas que deben imponérsele a quienes voluntaria o a los empujones, constituimos como "enemigos".


 

No se construye una Nación con éstos métodos. No se promueve la convivencia democrática interpretando el disenso en grito de guerra. No hay sociedad en la lógica del "amigo-enemigo".


 

Nuestra humanidad tiene un sólido argumento a favor: el habla. Nos diferencia, nos articula, nos une. Sobre el se asienta cualquier forma de civilización y convivencia. Con gran acierto dice el poeta: "Ninguna cosa sea donde falta la palabra".


 

Cuando las palabras se transforman en silencios; la violencia, en cualquiera y todas sus formas, invade el espacio, lo transforma y sólo pretende la humillación y la derrota del otro. No hay freno, no existe la pausa. El silencio en el minuto siguiente, anuncia la soledad, la derrota de la convivencia.


 

En la Argentina el diálogo, el ejercicio del habla que expresa las razones de los acuerdos y diferencias ha sido reemplazado por el debate. El primero es la forma pacífica en que los seres humanos expresan sus ideas y sus afectos, el otro es contienda, lucha, combate.


 

La cuestión del sector agropecuario se transformo rápidamente en un "debate", en una puesta en escena de la violencia verbal, de un combate que sólo se satisface reduciendo al otro al silencio.


 

Pero unos y otros. Todos, cada uno de los argentinos –y con mayor responsabilidad quienes han sido elegidos como líderes de la comunidad – escondemos, en estas escaramuzas, nuestro verdadero problema, nuestra más inmediata realidad: la deuda externa.


 

De eso no se habla. El silencio se ha adueñado del problema y en eso, parece ser, estamos de acuerdo. Hablar de ella es obsceno. Quién lo hace comete el peor de los pecados: dar la palabra a quién hemos condenado al silencio.


 

Dicen los que más saben: el país crece, el consumo crece a tasas impredecibles, "estamos bien y vamos mejor", la macroeconomía nos garantiza el éxito y el contexto internacional nos augura un futuro venturoso. Como prueba, tenemos las reservas de dólares que son record histórico, la recaudación supera las expectativas y alardeamos de haber reducido la pobreza, más aún, algunos hasta nos dicen que los cálculos señalan que "somos felices" ¿Qué más se puede pedir?


 

Algunas otras voces señalan, tibiamente, que hay que ajustar la "meso economía" (nuevo termino acuñado para señalar los ruidos y desajustes del corto plazo) pero no son muy escuchadas y vistas con desdén. Es más, quienes señalamos asimetrías, desajustes, incoherencias, somos enviados al territorio de los pesimistas militantes, nos constituyen "en pájaros de mal agüero" y reducidos al silencio.


 

Quitar el habla, arrebatar la palabra es el modo de derrotar, de vencer a quienes, con sus ideas y discursos amenazan nuestra "prosperidad", a quienes pretenden advertir sobre la "desnudez real".


 

La cuestión podría resumirse en una pregunta, ya formulada por Lord Keynes: "¿quién pagara la deuda?" (Aunque la pregunta que daba título a su escrito era ¿Quién pagara la guerra? y que hemos transformado en una pregunta más genérica: ¿quién pagara los desaguisados de la política pública?)


 

En aquellos tiempos, el Lord inglés con mucha flema señaló que la respuesta era: "un poquito de inflación". 


 

Pero vuelvo a preguntar ¿quién pagará la deuda? ¿Quién le pagara al Club de París? ¿Quién habrá de pagarle a los holdout? ¿Quien habrá de pagar la deuda con nuestros aliados venezolanos? ¿Cómo es posible que ésta haya crecido si la estrategia declamada era el "des endeudamiento" ¿Qué pasó?

 
 

Cuando preguntamos ¿quién pagara? no nos referimos a otros, ajenos, extraños. Otros. Sino que ponemos nuestro foco en nosotros mismos, habida cuenta de que no hay otros que puedan sustituirnos.


 

Bajo el argumento de la defensa del gobierno democrático y el fortalecimiento de las instituciones, las movilizaciones y actos masivos respaldaron la respuesta del Gobierno: TODOS. Pero todos sabemos que seremos sólo algunos, que aunque mayoría, carecemos de voz, nos es limitada el habla.


 

Las corporaciones multinacionales giran al exterior sus dividendos y están muy lejos de reinvertir sus ganancias en la Argentina, entonces, esos NO. Basta con mirar el Balance de Pagos para comprender el sentido de su respuesta.


 

Hay unos cuantos con ciudadanos que tienen alrededor de u$s 115.000 millones de dólares depositados en el exterior. Esos ya expresaron claramente que ¡¡NO!!., para decir en criollo, más que golondrinas fueron teros: en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos.


 

Pero hay más. Podríamos continuar la lista de quienes disponen de la capacidad de decir NO, "a mi, ¿porqué me miran?"


 

En resumen, vamos quedando pocos.


 

Como decía Lord Keynes, un poquito de inflación, que degrada el salario, y, adecuadamente (y vaya si lo hace) recaudada en los impuestos indirectos (IVA, Combustibles, Transacciones Financieras) para que los asalariados, las PYME y los sectores más marginales y empobrecidos ¡¡zácate!!, pongan su parte.


 

Como la Cándida Erendida quedaremos las mayorías populares, encadenadas a la obligación de pagar el ilegitimo endeudamiento a los que nos sometieron las dictaduras militares (todas, no hay light o heavy) y las tropelías, indecisiones y cobardías de quienes decían velar democráticamente por nuestros intereses.


 

Tampoco podremos apelar al olvido. Vale recordar acá una anécdota relatada a La Nación en el 2004 por Delfim Neto:


 

"En 1982, en plena crisis económica en la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov fue a Inglaterra para pedir crédito. Fue recibido con una de esas comidas amigables, con brandy, cigarros cubanos, todo en un ambiente sumamente cordial. Después del postre, Gorbachov explicó que necesitaba un crédito. Entonces, el presidente del Banco de Inglaterra abrió un cajón, sacó un mazo enorme de papeles y dijo: «Primero, señor Gorbachov, vamos a discutir esto». «¿Qué es eso?», preguntó Gorbachov. «Estos son los pagarés que su zar dejó impagos en 1917»."


 

Pero, volvamos a la cuestión de fondo.

 
 

¿Qué hay detrás de ésta crisis? Muy sencillo: la respuesta a quien pagará la deuda. En éste estado de cosas una sola cosa es cierta, un poquito de inflación ya no alcanza.


 

¿Podremos hablar, dialogar y ponernos de acuerdo sobre éstas cuestiones sin tener que recurrir a las escenas que sobrevivimos en las últimas semanas?

 
 

(1) Johann Christian Friedrich Hölderlin en la 11.ª y 12.ª entrega de los Blätter für die Kunst del año 1919. Citado por HEIDEGGER, M., "De camino al habla", Ediciones del Serbal, Barcelona, 1990