ARGENTINA ES PLUTON
Una de las cuestiones más complejas
que enfrentaban los analistas y desarrolladores de productos era el “ciclo de
vida” del mismo.
La consigna era que cuando estaba
acercándose al “cenit” de su vida útil, es decir, aún y todavía en su etapa de
ascenso en el mercado, ésos desarrolladores de productos (y aquí podemos decir
que se encuentra la gran deuda de los Empresarios PYME y la de las políticas
públicas con ellos) iniciaban la tarea
de la sustitución de producto.
Digamos que ésta fue la estrategia
de gestión hasta la primera gran crisis petrolera en los años 70 (de la cual
derivó para la Argentina, entre otras cosas y como resultado de la caída del
precio de los commodities, el “Rodrigazo” y la generación de las bases
económicas y políticas de la dictadura militar.
Pero no escribimos para hacer
historia, sino para ver el futuro, obviamente, a la luz de ése pasado negro,
escabroso, doloroso y aún no resuelto.
Hoy por hoy, los ciclos de productos
se han reducido a periodos que en muchos casos no superan el año y en otras
duran sólo algunos meses.
Esa aceleración de los “ciclos de
producto” le plantean a las grandes empresas mundiales, pero también a toda su
cadena de proveedores desafíos dramáticos porque dan lugar a despidos en masa,
a incrementos en la demanda de capital (que en el caso particular de las PYME
resulta inexistente y las enfrenta al riesgo de ser reemplazadas en la “cadena
de valor” o ser –si disponen de algún conocimiento específico- absorbidas pero
ya con cambios de management estructurales) y a poner en juego lo que denominamos erl
“stock de conocimiento e innovación” disponible de cada empresa y ni revelado
ni expuesto, es decir, guardado en secreto bajo “ siete llaves”.
La disponibilidad de ése stock de conocimiento, de ésa no
nueva, pero sí novedosa en su forma de expresión, de la acumulación capitalista
es el único argumento posible de ejercer para sostener y defender su nivel de
ganancias. No poder sostener éste nivel de competencia, independientemente del
tamaño, las pone en el camino de la decadencia y las lleva lenta y
sostenidamente hacia los sectores marginales del mercado, primero y hacia su
desaparición.
Existen, empresarios y funcionarios,
que piensan que las políticas públicas “anti cicíclicas” de corte
proteccionista, que se plantan en el mercado mundial como “economías cerradas”
y que, mediante un conjunto de medidas
de política pública motivan la demanda interna habrán de permitir generar
“barreras de autodefensa” tan “exitosas” que las denomino de modo genérico como
“políticas Maginot” (en referencia a las líneas defensivas organizadas por
Francia para protegerse de una Alemania que en 1940 en la llamada batalla de
Francia que mediante el uso de la Luftwaffe y las tropas aerotransportadas hizo
inocua ésa “defensa estática”, a la que virtualmente “le pasaron por arriba”.
Esas políticas de promoción de la
demanda interna que insumen no sólo enormes recursos públicos sino que generan
un insoportable nivel de endeudamiento para los consumidores, implica, lejos de
promover políticas públicas activas y profundas, consumir productos que por lo
general tienen su ciclo producto en la etapa de vencimiento o directamente
están “muertos” sin lograr más que una suerte de “endogamia económica” en la
cual confunden “el engorde” (desarrollo) con la “hinchazón” (reiterar,
ampliándola, una producción ya no sólo tecnológicamente superada, sino sólo
capaz de entregar productos sólo aptos para el consumo interno imposibles de
ser exhibidos al mundo.
Claro, es una generalización. Hay
empresas y empresarios argentinos que, más allá del tamaño, de su estructura de
capital comprenden acabadamente la dinámica capitalista y de modo solitario y a
pesar de las políticas públicas, logran desarrollar un modelo empresario en
línea y acorde a los tiempos que corren.
Tal como lo señaló el Presidente de
la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (representante de las PYME de
todos los sectores y que agrupa a más de 1500 Cámaras PYME de todo el país: “Este modelo se basa en un sistema de demanda,
no criticamos eso, pero planteamos un sistema de oferta. La política de oferta combate la inflación
con mayor producción de bienes y servicios y equilibra las cuentas”
Pero una “política de oferta” , tal
como lo señalamos hace ya una semana atrás, “…No
se trata sólo de la multiplicación de lo que ya se produce, con las tecnologías
ya maduras, sino la creación de nuevos y mejores productos, el desarrollo de
nuevos materiales, procedimientos y métodos de gestión, de nuevas tecnologías y
nuevas formas de organización de la producción que demandan de modo urgente e
imperativo, la inclusión social, mejoras sustantivas de la distribución (no
mediante la excusa del “derrame” que es un método “ex post” (algo así como
llegar con el remedio cuando el enfermo está muerto), sino mediante salarios
reales crecientes enlazados a las mejoras no sólo de la productividad, de la
innovación, de la I+D+d, es decir a los aportes que la industrialización hace
al desarrollo económico.”
Una “política de oferta” no implica
repetir los supuestos de la “Curva de Laffer”, es decir, bajar la tasa
impositiva sobre la oferta bajo el supuesto que, ésta ha de reaccionar positivamente
a tal señal. Domingo Cavallo, (pero también Ronald Reagan unos años antes) en
la tan denostada “década de los 90” trabajó bajo ése supuesto y el Pacto
Federal Fiscal que propuso era la materialización de poner freno a la variable “t”
(tax=impuestos) de la función de producción.
Una “política de oferta” no resuelve
hoy, en la República Argentina el flagelo de la inflación. Porque verlo así es
no comprender que nuestra inflación posee fundamentos estrictamente
institucionales y no de base productiva.
No son los industriales, ampliando
su oferta bajo estas mismas condiciones, quienes habrán de revertir las
calamidades que genera un proceso inflacionario. Verlo así, es endilgarles una
responsabilidad que, más allá de su tamaño, no poseen o si la poseen debería
con cirugía muy fina separar las responsabilidades propias y ajenas.
Por otra parte, la experiencia
tributaria argentina, la “creatividad tributaria” como respuesta a las
necesidades de un modelo de desarrollo político basado –aún hoy- en el
clientelismo y un populismo de dudosa entidad democrática y una recesión productiva
primero y una deflación después llevó a “los funcionarios públicos de todos los
niveles que gastan” a “borrar con el codo, lo que habían firmado con la mano y
rodeado de frondosos discursos.
En el mientras tanto miles de PYME
quebraron o desaparecieron, el desempleo se convirtió en profundo y estructural
y la marginalidad, la pobreza y la miseria se convirtieron en la realidad
cotidiana de por lo menos 2/3 de la población.
Es por eso que una “política de
oferta” debe ser acompañada de una muy activa y responsable política pública
que promueva la innovación, el desarrollo de una oferta tecnológicamente sustentable,
que pueda ser considerada como incluida en la revolución industrial permanente
que lleva adelante el capitalismo, que incorpore conocimiento, que transforme
la creatividad en productos masivos de bajo costo.
La industria requiere una “política
de oferta” desarrollada por la política pública que la lleve a superar el
atraso y dejar atrás las viejas y ya vetustas tecnologías y formatos de
producción y acceder a diseñar, planificar y ejecutar una “política de oferta”
que le permita generar adecuados márgenes de rentabilidad sustentables y
consistentes en el tiempo.
Tal como nos lo recuerda hoy Jorge
Castro en Clarín (18/10/2015): “La lógica
del capitalismo es que la inversión es más importante que el comercio; y como
ante todo es un modo de producción y sólo accesoriamente un proceso de
circulación (mercado), lo decisivo en él son las inversiones, a través de las
cuales se reproduce y amplía.”
Los resultados exitosos que exhiben
el comercio y el turismo, para que sean sustentables, deben ser la consecuencia
de la lógica de la producción industrial y de la acumulación en condiciones capitalista
y no su pensarlos como su causa.
Pero, nuevamente, no hay posibilidad
alguna de ése tipo de “política de oferta” sino la República Argentina no satisface
primero (como lo señalamos el pasado 12/10/2015 “…algunas condiciones básicas para el desarrollo industrial:
1.
Un sistema republicano con división de poderes y alta
calidad institucional en su desempeño
2.
La unificación del mercado interno, en un mercado de
carácter nacional con alto grado de integración y descentralización productiva
(dadas las características geográficas de la República Argentina el desarrollo
de una matriz logística que dé prioridad al transporte ferroviario y no al
carretero es entre otras cuestiones básica)
3.
La eliminación por completo del “dualismo económico” (ver
http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/ entradas del
11/04/2015, 01/05/2015 y otras posteriores) poniendo punto final a los mercados
ilegales que hoy cuentan con la complicidad estatal en todos sus niveles.
Es una estrategia de “destrucción
creadora”, de “demanda activa” (ver nuestros post del 6 y 13 de septiembre de
2015 en http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/ ) y no de una “oferta
y demanda pasiva” consentida desde los propios sectores de la política pública.
Lo que está en juego, al definirse
una “política de oferta” con la que estamos plenamente de acuerdo, es el “cómo,
cuándo y dónde” se han de insertar las PYME en dicha política.
Lo que está en juego es la
definición una nueva matriz productiva que ahora, sin el floreo discursivo,
tenga como determinación una sustentable, y consistente inclusión social de
todos los sectores y que no sólo reflejen como “éxito” a un par de logros de la
alta tecnología, sino la lógica misma de la acumulación capitalista.
La República Argentina ha quedado –
al igual que Brasil- del principal e históricamente más importante acuerdo de “libre
comercio”. Nos referimos al Acuerdo Transpacífico.
El Tratado de Libre Comercio (TPP)
suscripto por doce países que representan el 10% de la población y el 40% del
PBI mundial tendrá una influencia decisiva en las normas que regirán el
comercio mundial en el futuro como lo tuvo el NAFTA en 1992. Ese Acuerdo fue el
modelo utilizado para finalizar las negociaciones de la Ronda Uruguay en 1995
que creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) y consolidó el proceso de
globalización al incorporar nuevos temas ausentes del GATT.
La inclusión de Argentina se produce
de modo indirecto, por ser nuestro país en ésta nueva división internacional
del trabajo proveedor de alimentos.
Como lo señaló en Clarín el pasado
14/10/2015 el Embajador Felipe Frydman; “El
TPP ha sido presentado como un Acuerdo de Libre Comercio pero sólo cinco de sus
30 capítulos están relacionados con las tarifas; los principales capítulos se
refieren a inversiones, servicios financieros, telecomunicaciones, comercio
electrónico, política de competencia, empresas estatales, propiedad
intelectual, medio ambiente, derechos de los trabajadores, coherencia
regulatoria, desarrollo, transparencia y anticorrupción y mecanismo de solución
de controversias.”
Hoy, la República Argentina, parece
Plutón, “Hielos que fluyen, una química exótica en su superficie, cordilleras y
una vasta neblina”.
Buenos Aires, 18 de octubre de 2015
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