18 octubre 2015

ARGENTINA ES PLUTON

ARGENTINA ES PLUTON

Una de las cuestiones más complejas que enfrentaban los analistas y desarrolladores de productos era el “ciclo de vida” del mismo.

La consigna era que cuando estaba acercándose al “cenit” de su vida útil, es decir, aún y todavía en su etapa de ascenso en el mercado, ésos desarrolladores de productos (y aquí podemos decir que se encuentra la gran deuda de los Empresarios PYME y la de las políticas públicas con ellos)  iniciaban la tarea de la sustitución de producto.

Digamos que ésta fue la estrategia de gestión hasta la primera gran crisis petrolera en los años 70 (de la cual derivó para la Argentina, entre otras cosas y como resultado de la caída del precio de los commodities, el “Rodrigazo” y la generación de las bases económicas y políticas de la dictadura militar.

Pero no escribimos para hacer historia, sino para ver el futuro, obviamente, a la luz de ése pasado negro, escabroso, doloroso y aún no resuelto.

Hoy por hoy, los ciclos de productos se han reducido a periodos que en muchos casos no superan el año y en otras duran sólo algunos meses.

Esa aceleración de los “ciclos de producto” le plantean a las grandes empresas mundiales, pero también a toda su cadena de proveedores desafíos dramáticos porque dan lugar a despidos en masa, a incrementos en la demanda de capital (que en el caso particular de las PYME resulta inexistente y las enfrenta al riesgo de ser reemplazadas en la “cadena de valor” o ser –si disponen de algún conocimiento específico- absorbidas pero ya con cambios de management estructurales) y a poner en juego lo que denominamos erl “stock de conocimiento e innovación” disponible de cada empresa y ni revelado ni expuesto, es decir, guardado en secreto bajo “ siete llaves”.

La disponibilidad de ése stock de conocimiento, de ésa no nueva, pero sí novedosa en su forma de expresión, de la acumulación capitalista es el único argumento posible de ejercer para sostener y defender su nivel de ganancias. No poder sostener éste nivel de competencia, independientemente del tamaño, las pone en el camino de la decadencia y las lleva lenta y sostenidamente hacia los sectores marginales del mercado, primero y hacia su desaparición.

Existen, empresarios y funcionarios, que piensan que las políticas públicas “anti cicíclicas” de corte proteccionista, que se plantan en el mercado mundial como “economías cerradas” y  que, mediante un conjunto de medidas de política pública motivan la demanda interna habrán de permitir generar “barreras de autodefensa” tan “exitosas” que las denomino de modo genérico como “políticas Maginot” (en referencia a las líneas defensivas organizadas por Francia para protegerse de una Alemania que en 1940 en la llamada batalla de Francia que mediante el uso de la Luftwaffe y las tropas aerotransportadas hizo inocua ésa “defensa estática”, a la que virtualmente “le pasaron por arriba”.

Esas políticas de promoción de la demanda interna que insumen no sólo enormes recursos públicos sino que generan un insoportable nivel de endeudamiento para los consumidores, implica, lejos de promover políticas públicas activas y profundas, consumir productos que por lo general tienen su ciclo producto en la etapa de vencimiento o directamente están “muertos” sin lograr más que una suerte de “endogamia económica” en la cual confunden “el engorde” (desarrollo) con la “hinchazón” (reiterar, ampliándola, una producción ya no sólo tecnológicamente superada, sino sólo capaz de entregar productos sólo aptos para el consumo interno imposibles de ser exhibidos al mundo.

Claro, es una generalización. Hay empresas y empresarios argentinos que, más allá del tamaño, de su estructura de capital comprenden acabadamente la dinámica capitalista y de modo solitario y a pesar de las políticas públicas, logran desarrollar un modelo empresario en línea y acorde a los tiempos que corren.

Tal como lo señaló el Presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (representante de las PYME de todos los sectores y que agrupa a más de 1500 Cámaras PYME de todo el país: “Este modelo se basa en un sistema de demanda, no criticamos eso, pero planteamos un sistema de oferta.  La política de oferta combate la inflación con mayor producción de bienes y servicios y equilibra las cuentas”

Pero una “política de oferta” , tal como lo señalamos hace ya una semana atrás, “…No se trata sólo de la multiplicación de lo que ya se produce, con las tecnologías ya maduras, sino la creación de nuevos y mejores productos, el desarrollo de nuevos materiales, procedimientos y métodos de gestión, de nuevas tecnologías y nuevas formas de organización de la producción que demandan de modo urgente e imperativo, la inclusión social, mejoras sustantivas de la distribución (no mediante la excusa del “derrame” que es un método “ex post” (algo así como llegar con el remedio cuando el enfermo está muerto), sino mediante salarios reales crecientes enlazados a las mejoras no sólo de la productividad, de la innovación, de la I+D+d, es decir a los aportes que la industrialización hace al desarrollo económico.”

Una “política de oferta” no implica repetir los supuestos de la “Curva de Laffer”, es decir, bajar la tasa impositiva sobre la oferta bajo el supuesto que, ésta ha de reaccionar positivamente a tal señal. Domingo Cavallo, (pero también Ronald Reagan unos años antes) en la tan denostada “década de los 90” trabajó bajo ése supuesto y el Pacto Federal Fiscal que propuso era la materialización de poner freno a la variable “t” (tax=impuestos) de la función de producción.

Una “política de oferta” no resuelve hoy, en la República Argentina el flagelo de la inflación. Porque verlo así es no comprender que nuestra inflación posee fundamentos estrictamente institucionales y no de base productiva.

No son los industriales, ampliando su oferta bajo estas mismas condiciones, quienes habrán de revertir las calamidades que genera un proceso inflacionario. Verlo así, es endilgarles una responsabilidad que, más allá de su tamaño, no poseen o si la poseen debería con cirugía muy fina separar las responsabilidades propias y ajenas.

Por otra parte, la experiencia tributaria argentina, la “creatividad tributaria” como respuesta a las necesidades de un modelo de desarrollo político basado –aún hoy- en el clientelismo y un populismo de dudosa entidad democrática y una recesión productiva primero y una deflación después llevó a “los funcionarios públicos de todos los niveles que gastan” a “borrar con el codo, lo que habían firmado con la mano y rodeado de frondosos discursos.

En el mientras tanto miles de PYME quebraron o desaparecieron, el desempleo se convirtió en profundo y estructural y la marginalidad, la pobreza y la miseria se convirtieron en la realidad cotidiana de por lo menos 2/3 de la población.

Es por eso que una “política de oferta” debe ser acompañada de una muy activa y responsable política pública que promueva la innovación, el desarrollo de una oferta tecnológicamente sustentable, que pueda ser considerada como incluida en la revolución industrial permanente que lleva adelante el capitalismo, que incorpore conocimiento, que transforme la creatividad en productos masivos de bajo costo.

La industria requiere una “política de oferta” desarrollada por la política pública que la lleve a superar el atraso y dejar atrás las viejas y ya vetustas tecnologías y formatos de producción y acceder a diseñar, planificar y ejecutar una “política de oferta” que le permita generar adecuados márgenes de rentabilidad sustentables y consistentes en el tiempo.

Tal como nos lo recuerda hoy Jorge Castro en Clarín (18/10/2015): “La lógica del capitalismo es que la inversión es más importante que el comercio; y como ante todo es un modo de producción y sólo accesoriamente un proceso de circulación (mercado), lo decisivo en él son las inversiones, a través de las cuales se reproduce y amplía.”

Los resultados exitosos que exhiben el comercio y el turismo, para que sean sustentables, deben ser la consecuencia de la lógica de la producción industrial y de la acumulación en condiciones capitalista y no su pensarlos como su causa.  

Pero, nuevamente, no hay posibilidad alguna de ése tipo de “política de oferta” sino la República Argentina no satisface primero (como lo señalamos el pasado 12/10/2015 “…algunas condiciones básicas para el desarrollo industrial:

1.      Un sistema republicano con división de poderes y alta calidad institucional en su desem­peño
2.      La unificación del mercado interno, en un mercado de carácter nacional con alto grado de integración y descentralización productiva (dadas las características geográficas de la República Argentina el desarrollo de una matriz logística que dé prioridad al transporte ferroviario y no al carretero es entre otras cuestiones básica)
3.      La eliminación por completo del “dualismo económico” (ver http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/ entradas del 11/04/2015, 01/05/2015 y otras posteriores) poniendo punto final a los mercados ilegales que hoy cuentan con la complicidad estatal en todos sus niveles.

Es una estrategia de “destrucción creadora”, de “demanda activa” (ver nuestros post del 6 y 13 de septiembre de 2015 en http://www.schwartzereconomia.blogspot.com.ar/  ) y no de una “oferta y demanda pasiva” consentida desde los propios sectores de la política pública.

Lo que está en juego, al definirse una “política de oferta” con la que estamos plenamente de acuerdo, es el “cómo, cuándo y dónde” se han de insertar las PYME en dicha política.

Lo que está en juego es la definición una nueva matriz productiva que ahora, sin el floreo discursivo, tenga como determinación una sustentable, y consistente inclusión social de todos los sectores y que no sólo reflejen como “éxito” a un par de logros de la alta tecnología, sino la lógica misma de la acumulación capitalista.

La República Argentina ha quedado – al igual que Brasil- del principal e históricamente más importante acuerdo de “libre comercio”. Nos referimos al Acuerdo Transpacífico.

El Tratado de Libre Comercio (TPP) suscripto por doce países que representan el 10% de la población y el 40% del PBI mundial tendrá una influencia decisiva en las normas que regirán el comercio mundial en el futuro como lo tuvo el NAFTA en 1992. Ese Acuerdo fue el modelo utilizado para finalizar las negociaciones de la Ronda Uruguay en 1995 que creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) y consolidó el proceso de globalización al incorporar nuevos temas ausentes del GATT.

La inclusión de Argentina se produce de modo indirecto, por ser nuestro país en ésta nueva división internacional del trabajo proveedor de alimentos.

Como lo señaló en Clarín el pasado 14/10/2015 el Embajador Felipe Frydman; “El TPP ha sido presentado como un Acuerdo de Libre Comercio pero sólo cinco de sus 30 capítulos están relacionados con las tarifas; los principales capítulos se refieren a inversiones, servicios financieros, telecomunicaciones, comercio electrónico, política de competencia, empresas estatales, propiedad intelectual, medio ambiente, derechos de los trabajadores, coherencia regulatoria, desarrollo, transparencia y anticorrupción y mecanismo de solución de controversias.”

Hoy, la República Argentina, parece Plutón, “Hielos que fluyen, una química exótica en su superficie, cordilleras y una vasta neblina”.


Buenos Aires, 18 de octubre de 2015

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