02 diciembre 2020

 

LA INCERTIDUMBRE: UNA EXCUSA INACEPTABLE

Como lo señaló David Rumsfeld (Secretario de Defensa de EEUU) “Como todos sabe­mos, hay cosas que sabemos. También sabemos que hay cosas que no sabemos. Pero también sabemos que hay cosas que no sabemos que desconocemos”. 

Es precisamente la cuestión central que debe enfrentar el sistema productivo conforme, más por necesidad que por la sanidad, la dinámica económica DEBE volver a la escena. 

DEBE (escrito de modo imperativo) ya no sólo reabastecer la demanda doméstica, sino que -podríamos decir terapéuticamente para estar a la moda- debe generar los espacios de reconstrucción psicosocial para tratar de contener lo que ya es una realidad: la salud psíquica y social de las personas ha comenzado a superar en gravedad e impacto a los efectos de la propia cuarentena eterna (expresión del fracaso de la política pública). 

Sin asistencia alguna, obligados por protocolos de bioseguridad que la dinámica de la realidad desmonta, nadie puede saber que habrá de suceder con una realidad que des­conocen no sólo en sus profundos impactos ni en la extensión de la deflagración que generó una política sanitaria que exhibe no sólo fracasos, sino que le ha agregado el triste espectáculo de discursos cargados de errores, falsedades y comparaciones absur­das. 

Tal como lo señalaba Rumsfeld, el sistema productivo -pero en particular las PYME- “hay cosas que no sabemos” y agrego y que simultáneamente no sabemos que desconoce­mos y ese es el punto. Muchos prefieren hablar de incertidumbre. 

Detengámonos en este concepto tan meneado. Algunos se refieren a él como la existen­cia de información imperfecta o desconocida. Son dos cosas bien distintas. 

Si fuese información imperfecta puede darse que alguien, en este caso del sistema eco­nómico, tenga la información exacta y que deliberadamente la comunica de modo con­fuso o imperfecto o, podríamos decir, de forma opaca. Pero en este caso la existencia de la incertidumbre es deliberada, es intencional y en consecuencia, responde a un ajus­tado plan. Se puede pensar que estamos ante una situación en extremo perversa alen­tada por extraños poderes que buscan su beneficio en esa metodología de trasmisión de la información. Pensamos que sí. Crear confusión no es más que una de las tácticas de la “guerra” (vale aclarar que en nuestra visión la cuestión central de la dinámica del desa­rrollo capitalista es la competencia interempresarial y que las apelaciones a la coopetencia o la asociatividad son meras soluciones de un en extremo corto plazo). 

Pero demos un paso más. El conocimiento se nos plantea no ya como asimétrico sino como desconocido. 

Ese es el campo de la ciencia, ese ese el campo, cuando se trata del sistema económico de la Economía Política. Pero como todo desarrollo científico requiere, primariamente coraje, porque implica adentrarse en territorios y parajes que pensamiento económico “al uso” ha negado, aborrecido, denostado, rechazado, exorcizado pero que, a estar por los resultados, no ha logrado comprender la dinámica del sistema y, en consecuencia, de modo recurrente, nos lleva a enfrentar reiteradas crisis. 

¿No se sabe lo que no se sabe o no se sabe lo que tozudamente se niega? 

Incertidumbre. No sé lo que no sé qué no sé. ¿Es así? 

En este caso, tenemos que señalar que se trata de una palabra que deriva del latín, concretamente es el resultado de la suma de dos componentes léxicos de dicha lengua: el prefijo “in-”, que es sinónimo de “no” o “sin” y la palabra “certitudo, certitudinis”, que es fruto de la unión de dos elementos: el término “certus”, que puede traducirse como “cierto”, y el sufijo “-tudo”, que se usa para indicar “cualidad”. 

A la ausencia de certidumbre se la denomina incertidumbre. La certidumbre, a su vez, se asocia a la evidencia y a la certeza. Esto quiere decir que, cuando alguien atraviesa un momento de incertidumbre, carece de conocimientos fiables o de definiciones sobre algo. 

Volvemos al punto. La incertidumbre es carecer, poseer de modo limitado y fiable defini­ciones ciertas, transparentes y accesibles sobre, en este caso, cuál ha de ser la dinámica económica que habrá de configurar esa situación, domésticamente primero, de post cua­rentena y cómo habrá de quedar ese entorno en el que convivimos llamado mundo cuando la pandemia vaya quedando atrás. 

Frente a la incertidumbre aparecen los pronósticos. Es decir, predicciones de la evolu­ción de un proceso hacia el futuro a partir de criterios lógicos o científicos. Las prediccio­nes son de todo tipo y han dado paso a complejas estimaciones estadísticas, incluso si un fundamento posee el desarrollo de la Inteligencia Artificial (AI) es la perfeccionar los pronósticos sobre el futuro haciéndolos más científicos y fundados. Así, también la me­cánica cuántica ha desarrollado para la incertidumbre lo que se denomina “relación de indeterminación de Heisenberg” que le permitiera obtener el Premio Nobel de Física 

Frente a la tan mentada incertidumbre se han desarrollado en todos los campos de acción todo tipo de metodologías para abordarla y también, en el campo de los pronós­ticos han surgido todo tipo de pronosticadores, incluso se debate la calidad de sus relatos (un pronóstico no es más que un relato sobre el futuro) a la luz del color de la camiseta que el pronosticador viste o sujeto a su pasado más o menos reciente. Como siempre, los hay de todo tipo y calidad, de todo tipo de mezcla de intereses sean políticos, sociales o económicos. 

A esa etapa -que los diversos actores económicos, sociales y políticos- han denominado “nueva normalidad” y que describen plena de “incertidumbre”. ¿Es real que no conoce­mos nada sobre ella? 

Entre los sinónimos de incertidumbre podemos destacar palabras tales como vacilación, duda, indecisión, problema, irresolución o perplejidad, por ejemplo, pero los sinónimos no refieren al desconocimiento, a la ignorancia.

 

¿Será tal vez que a más de la falta o debilitada existencia de instrumentos fundamentales para afrontar los desafíos de la llamada “nueva normalidad” se configura un nuevo para­digma productivo que nos resistimos al menos a escuchar de que se trata y preferimos mantenernos en nuestras poltronas que en un corto plazo serán incómodos sitiales? 

La “nueva normalidad” describe certezas que por su densidad y profundidad nos cuesta abordar porque como lo señalamos, esa etapa es lo que sobreviene a la tragedia.

Hoy, todavía, estamos en tiempos de tragedia pese a la imperiosa necesidad de dejarla atrás. Apelar a la incertidumbre es sólo una excusa y como tal, poco recorrido. La men­tada “nueva normalidad” no es más que lo que la expresión de la post crisis, lo que queda después de la tragedia. 

Las tragedias -que finalmente se constituyen en grandes crisis- que deben enfrentar las sociedades más allá de sus convicciones o visiones, llámense guerras, pandemias, etc, abren, a lo largo de la historia enormes oportunidades. No se trata de repetir sonsamente “crisis es oportunidad”. NO. 

Toda crisis es dramática y está inscrita en ella que existen dos momentos estratégicos: el estado de las cosas cuando ésta se produjo y el momento donde como lo escuche en el ambiente familiar: no todos los que van a la guerra, vuelven. “Los que vuelven”, aunque fisonómicamente parezcan los mismos, son distintos. La post crisis instala de modo in­mediato y sin posibilidad de romanticismo alguno nuevas visiones, nuevas ideas, incluso una revalorización del fracaso. 

Las crisis no generan una suerte de “trade off”, de compensación para aquellos que lo­graron superarla y esperan que se les reconozca o premié la templanza, el aporte o el valor de haberla superado. NO. 

La post crisis -ese momento de control de daños y abrazos con los que volvieron, plantea de modo inmediato y sin resquicio espaciotemporal alguno nuevos desafíos, nuevas de­mandas, nuevas soluciones y hasta ofrece -diría por el mismo precio- la posibilidad de una nueva crisis cuyo objetivo sea separar los triunfalismos sin fundamento de aquellos que inmediatamente se muestran dispuestos a iniciar la construcción de lo nuevo. 

Lo subrayo, la templanza, los aportes o la audacia y valentía de haberse puesto al frente de las crisis (sean estas tragedias colectivas o eventos de impactos de largo plazo en la organización histórico social) no genera derecho ni ventaja alguna sobre el momento posterior a haber atravesado el momento dramático de la crisis. (suelo decir que la ale­gría o celebración por haber atravesado el puente que permitió llegar al otro lado) nada dice de los siguientes eventos, casi siempre titánicos, que han de sobrevenir en lo inme­diato. 

Lo hemos señalado en otras oportunidades, la resolución de la crisis, ahora sí, en rela­ción a las Empresas, es la disponibilidad de capital, aunque este adopte la forma de una moderna capacidad productiva, es decir competitiva y de alta productividad o que el em­presario tenga el capital en forma de “liquidez inmediata” no para “reconstruir” (como dice la propaganda oficial que parece desconocer la enseñanza bíblica deponer vino nuevo en odres viejos) ni siquiera reestructurar, sino para fundar -si algo de lo que se tiene sirve, bienvenido- un nuevo orden productivo basado en la productividad total de los fac­tores de producción que dan fundamento a la competitividad sustentable de la empresa. 

Obviamente las Pequeñas y Medianas Empresas tienen por delante un enorme desafío que se constituye en una seria amenaza a su existencia. Duele decirlo pero hasta acá los procesos inflacionarios, el elevado nivel de la tarifa aduanera extrazona  MERCOSUR, diversas formas de proteccionismo y la celebración de un “vivir con lo nuestro” forjaron debilidades en el desarrollo industrial que enmascararon ineficiencias y en algunos casos cierta desidia en relación con la inversión permanente que demandan los procesos industriales no sólo en máquinas y equipos, sino en materias primas, ciclo de vida de productos, utilización de la energía, capacitación y entrenamiento del perso­nal, etc. 

Dijo y reitero, en algunos casos, porque SI existen empresarios que comprendieron y comprenden la dinámica del desarrollo industrial. 

Ellos sí, atrapados en un sistema tributario que es lo más parecido a una rapiña estatal en cualquiera de los niveles que se analice ven limites difíciles de compensar con inver­sión. No hay productividad total de los factores que pueda compensar las ineficiencias y mala administración de gobiernos que a lo largo de muchos años sostuvieron y sostienen formas institucionales opacas, con alto grado de corrupción, plaga de picardías e incluso sórdidas formas medievales de organización en estados subnacionales. 

Muchos se escandalizarán con algunas afirmaciones, pero lo cierto que la baja capitali­zación de las Empresas y en particular las PYME -sea por la razón que se esgrima- lejos de cualquier incertidumbre, lo cierto es que, como en el “juego de la silla” a cada nota alguien queda de a pie. 

Suena la música. No hay ninguna duda. ¿quién será el próximo en quedar sin lugar en la danza de la nueva normalidad?

Colegiales, 30 de noviembre de 2020

 Lic. Carlos Guillermo Schwartzer

 

 

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