21 enero 2018

PASARA…PASARA…PERO EL ULTIMO NO PASARA

PASARA…PASARA…PERO EL ULTIMO NO PASARA

Es bastante “normal” que cuando se analiza con los empresarios, en particular los PYME, las cuestiones de competitividad y productividad se concentra la cuestión en los modos y efectos de las políticas públicas, cualquiera sea su jurisdicción.

En los hechos el conjunto de problemas, retardos, iniquidades, e incluso disparates que genera la política pública hace que opere como un pesado telón que permite justificar cualquier defecto, problema, in-eficiencia o ineficacia propia, cual juego del “gallo ciego”, se lleva todo por delante menos a él mismo.

Durante mi trabajo profesional en varias Entidades Gremiales Empresarias alerté tanto a los dirigentes como a los propios empresarios hace ya algunos años sobre la necesidad de trabajar en la eficiencia eléctrica, sobre todo porque en ese momento existía un Programa Público específico tanto para la consultoría en materia de eficiencia energética como financiamiento muy propicio para desarrollarla.

El fundamento de mi propuesta era, y sigue siendo alimentada por dos razones básicas:

·         el mayor recurso escaso que tiene (y tendrá la Argentina por mucho tiempo) es la energía y por tanto aún por los próximos 5 años tendremos tarifas crecientes que permitirán financiar una oferta consistente y sustentable cualquiera sea su forma de generación

·         Cuando se evalúa un proyecto sea de inversión, negocio, etc. en materia industrial es importante analizar la relación cantidad de energía utilizada por unidad de producto.

Si del análisis surge que la participación de la energía por unidad de producto es decreciente es una buena señal de mejora de la productividad. Obviamente este análisis de costo debe hacerse considerando:

o    Energía pagada / Energía consumida
o    Costos de mantenimiento de las fuentes de energía. Costos de las paradas de planta por cuestiones de carácter energético (sea imputable al proveedor o a problemas derivados de la gestión interna de la misma)
o    Costos de oportunidad de seleccionar fuentes alternativas (si las hubiere) o proveedores alternativos (si existieran). Aunque en la Argentina una Empresa puede elegir un proveedor-generador (adhiriéndose a CAMMESA) no es garantía de abastecimiento dado que la distribución posee falencias estructurales por años de no inversión u abandono de mantenimiento.
o    Inversión necesaria para la adquisición de equipos generadores complementarios o alternativos
o    Evaluación de la existencia de máquinas y equipos de producción capaces de utilizar otras fuentes más estables de abastecimiento (no siempre es posible)

Y así podríamos desarrollar otras variables a considerar, pero, siempre teniendo presente que estamos analizando la productividad de la energía pagada, no de la utilizada porque las diferenciales que surjan ponen en evidencia in-eficiencias en la gestión energética de la propia empresa.

·         Pero más allá de esta cuestión que podríamos decir, “puramente de técnica económico-productivo-contable” una medida de suma importancia y los economistas y la ingeniería del proyecto nos referimos a ella como la “intensidad energética”.

Cuánto menos intensa sea el uso de energía por parte de la industria analizada (como también de otros factores productivos) más intensa será la utilización del capital (tal como correctamente lo señala Jorge Castro[i] )

Quienes evaluamos las cuestiones de la economía política desde otros ángulos y visiones tenemos muy claro que significa para el desarrollo capitalista la variación creciente de la intensidad del capital en tanto es esa intensidad lo que le garantiza al empresario (no uso adrede el término capitalista porque hay lectores sensibles) su tasa de ganancia.

Cuando nos preguntamos sobre las “revoluciones industriales” -teniendo presente que no existió la que se denomina primera sino se hubiesen dado en los 400 años previos un conjunto de condiciones políticas, sociales, militares, religiosas pero también tecnológicas (que fue sino la rotación de cosechas, el desarrollo del astrolabio y hasta la propia imprenta, entre otros)- a partir del siglo 18 hasta hoy, siempre aparece como un elemento sustantivo y con alto protagonismo de cada una de ellas la cuestión de la generación de energía.

Pero un hecho de singular importancia en esta nueva fase de las “revoluciones industriales”, más allá de la aparición de la explotación de fuentes renovables de energía del más diverso tipo) es como también señala Jorge Castro “Todo indica que la nueva revolución industrial va a acelerar esta tendencia, que la producción se está “desmaterializando” y que aumenta exponencialmente el contenido de inteligencia e innovación.”

Esa “desmaterialización” que nos es más que un incremento de la intensidad del capital y consecuentemente un incremento tasa de ganancia implica que la crisis al interior del aparato productivo industrial que conlleva cada momento de éstas “revoluciones industriales” obliga a reestructurar la visión sobre, como diría la teoría psicológica, el “self”, volver sobre sí mismo, repreguntarse, diría otra escuela “sobre la identidad”.

Porque lo que alberga los momentos previos a la crisis y durante ella (mediante las más diversas formas de supervivencia”) no necesariamente lo hemos de encontrar en la “post-crisis”, ese escalón de respiro que suele existir, antes que la dinámica capitalista vuelva expresar en otra crisis su carácter selectivo.

Meses atrás en el 2017 expresé en una Institución Empresaria Industrial PYME -tal vez de manera más suave y menos enfática- la necesidad de una profunda mirada hacia adentro de las propias empresas en busca de una (si se me permite, lacaniana) identidad empresaria que abarqué la totalidad de la empresa sin nostalgias ni romanticismos.

Volviendo al tema disparador, la eficiencia eléctrica (pero también en materia de insumos y mano de obra). ¿Porqué?

Porque de como sea la respuesta quedará definida su presencia o ausencia en post-crisis.

Claro, el tema es el “pesado telón de las políticas públicas”. Prefiero no engañarme, ése “telón” es lo que los economistas llamamos un “multiplicador de Lagrange” y podemos convertir lo en un “número” de la función de costos, como dato constante. Claro, obviamente sería sumamente importante que fuera rápidamente decreciente, pero la organización social no lo hará nunca llegar a cero. (hasta el propio Adam Smith valoró su existencia no sólo como ordenador sino como proveedor de incentivos productivos)

Pero lo que ac{a se juega es el futuro de muchas PYME (y de sus propios empresarios y estructuras) que parecen mostrar resistencias estructurales a la innovación y a considerar a la “inteligencia” como un factor estratégico para su desarrollo.

Colegiales (CABA), 21 de enero de 2018







[i] Jorge Castro “Nuevo lazo entre naturaleza y capitalismo en Estados Unidos” en Clarín – Suplemento Económico – 21-01-2018 (https://www.clarin.com/economia/nuevo-lazo-naturaleza-capitalismo-unidos_0_B1vw5iJBz.html

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