Domingo
por la mañana.
Suena la Fantasía Escocesa de Bruch mientras
continua rondando entre la maraña de cables (algunos sueltos y con alto riesgo
de cortocircuito) la convicción que el peor daño que se le hizo (aunque a veces
creo concluir que fue una cuestión de auto infligido) a la sociedad en los
últimos 12 años es habernos puesto en los margenes -ya no del mundo, como se suele
decir, occidental y cristiano- sino en los propios límites de la Tierra.
Hace algunos años, tal vez los más informados
lo sepan pero otros no, el "club" que agrupa a todos los países del
planeta no s traslado de la categoría "emergentes" ( es decir lo que
antes se llamaba en "vías de desarrollo" lo que nos otorgaba alguna
probabilidad aunque sea estadística de convertirnos en "socios plenarios
activos del club de la Tierra) a la categoría de "país frontera".
Para decirlo en términos simples: ya no nos
dejan ni usar la hamaca del "club" y para ver si podemos acceder al
tobogán debemos pagar altísimos precios de acceso., pero siempre con el riesgo
de que no levanten la barrera de ingreso a las instalaciones.
Y así, junto a Trinidad y Tobago, Croacia, Kazajstán,
Rumania, Serbia, Eslovenia, Ucrania, Kenia, Mauritania, Nigeria, Túnez,
Bahrein, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Sri
Lanka, Bangladesh, y Ghana entre otros, fuimos enviados a sentarnos en el
"café de enfrente" a relojear como "los otros" y no
"nosotros" entraban sin restricción alguna.
En los hechos, nos des afiliaron. No nos
discriminaron, no hicieron con nosotros bullying, ni nada por el estilo.
Simplemente, siguiendo las enseñanzas del "Viejo Vizcacha" y otros grande
pro hombres de la historia decidimos de modo unilateral no pagar la cuota del
club, convertirnos en los "barra brava" del club que desde los para
avalanchas insultaban a los jugadores propios y ajenos, a la Comisión Directiva
y se mofaba de los otros socios tratándolos de "feos, sucios y malos".
En un gesto que nos enalteció ante el resto de
los socios procedimos romper el carnet y denominar buitres a quienes no salían
de su asombro por el dislate.
Más aún, premiamos a esos compatriotas con
todo tipo de prebendas y fueron motivo del orgullo y aplausos cuando se condenó
públicamente a los "secuestradores de goles" y se resolvió que todo
debía ser gratis, desde el fútbol hasta la energía.
Y así, (por eso sostengo que el daño fue auto
infringido), nos pusimos a consumirnos todo, emulando a las hormigas
denominadas "corrección" u Hormiga Tigre (Dinoponera australis). Nada
quedó a nuestro paso.
Tal como las hormigas, despreocupados por la
producción (que hacia otro al que naturalmente abominamos por pretender obtener
una ganancia de su trabajo, nos transformamos de ciudadanos en consumidores.
Abandonamos nuestras responsabilidades y nos dedicamos con toda pasión al gasto
y consumo compulsivo.
Nuevamente, poco importaba la producción de lo
que consumíamos ni el destino de nuestro irreflexivo gasto. Supusimos que allí
estaba la felicidad, el bienestar y no dentro de ése club de
"tilingos" que pretendían controlar la pasión en aras de una
racionalidad para nosotros, exótica.
Algunos "contreras" (así eramos
catalogados quienes intuíamos un próximo desenlace poco felíz, (en mi caso ver
http://schwartzereconomia.blogspot.com.ar ) y fuimos catalogados de "poco
solidarios" "de locos de la bandera" y enviados -siempre bajo el
uso de las malas prácticas- a la banquina a rumiar nuestro desencanto y
nuestros peores augurios sobre el porvenir.
En el mientras tanto, dejamos en manos de una
banda de facinerosos la conducción de nuestro destino nacional, pero eso era lo
menos importante. Los llamados de atención -en forma de denuncias judiciales y
manifestaciones públicas- sobre la extensión e intensidad del saqueo de la
República fue considerado una nimiedad, Todo fue convertido en una gran
escenografía nacional donde los diversos actores se movían entre los montajes
que todos sabemos son mero "cartón pintado". No había en su reducida
imaginación espacio como para pensar en algún escenario natural que al menos
otorgara una cuota de credibilidad a la representación. Claro, como toda
película de largos parlamentos: aburrieron. Sin embargo cumplieron el rol fetichista para que, por detrás, los
predadores gozaran del aplauso y concretaran aquello lo que saben hacer: ser
actores de reparto de una perversión que como ya esta estudiado destruye los
sueños ajenos, hasta convertirlos en meros ilotas.
Sin embargo la situación parece, solo parece y
solo eso, haber cambiado.
Por una mínima diferencia parece que se ha
resuelto volver al club de la Tierra.
Para ello se han hecho muchas acciones y
gestos que parecen no alcanzar porque aún existe un importante sustrato que se
resiste a reconocer las consecuencias de las tropelías cometidas y consentidas.
Parafraseando a Serrat (en Fiesta, por la
noche de San Juan) "vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle, se
acabó la fiesta"
En fin, amigos, compañeros, estimados energúmenos
del todo vale, cómplices y demás yerbas, de las buenas y de las malas: agua y
ajo.
La vida continúa. Suena Anton Dvorak y no
casualmente la Sinfonía Nº 9 denominada "Nuevo Mundo".
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