17 enero 2016

EN EL NOMBRE DEL PADRE,DEL HIJO Y DE LA SINGULARIDAD: LA INNOVACIÓN COMO NUEVA RELIGIÓN

EN EL NOMBRE DEL PADRE,DEL HIJO Y DE LA SINGULARIDAD: LA INNOVACIÓN COMO NUEVA RELIGIÓN

Con sus profetas, sus tribus de creyentes, sus centros de peregrinación y sus herejes, el fenómeno de la investigación científica tiene paralelismos con la fe en lo trascendente

Sebastián Campanario - LA NACION - DOMINGO 17 DE ENERO DE 2016

Tras casi dos décadas en Europa completando su doctorado en física computacional y trabajando en distintos proyectos, el científico Mariano Vázquez conserva un acento francés -el país donde más años vivió- cuando habla en castellano. Vázquez dirige un equipo de físicos en Barcelona que se dedican a armar simulaciones matemáticas de fenómenos reales complejísimos: terremotos y todo tipo de catástrofes naturales, el movimiento de las personas en las ciudades, el flujo sanguíneo o la modelización de los vientos en un parque eólico. Sus descubrimientos permiten desarrollar mejores políticas y productos.

Para hacer su tarea, los científicos se valen de una supercomputadora con más de 50.000 procesadores, MareNostrum, de la cual Vázquez habla con devoción: "No sé si es la más poderosa del mundo, pero seguro es la más hermosa". Entre otras cuestiones porque está en un lugar insólito: dentro de una capilla cerca de la torre Girona, en Barcelona, donde se comenzó a construir en el año 2004. "Las autoridades resolvieron que era el mejor lugar, y hoy entrar a la iglesia y ver este prodigio es un espectáculo único", cuenta el físico argentino a la nacion durante sus vacaciones en Buenos Aires, y afirma que él y sus amigos ya "gastaron" todos los chistes habidos y por haber entre esta metáfora perfecta de la tecnología y la innovación como "nueva religión". "Cuando simulamos fenómenos naturales como una inundación a gran escala o un terremoto, hay una referencia tácita y permanente a un Dios de silicio", se ríe.

Con sus profetas, sus tribus de creyentes, sus centros de peregrinación, sus verdades relevadas y también sus herejes, el fenómeno de la innovación tiene incontables paralelismos con el de la religión. El creativo Carlos Pérez, dueño de la agencia BBDO, suele hablar de "los testigos de la innovación" para referirse a los emprendedores fanatizados con la teoría de la singularidad (postula que por primera vez estamos frente a un avance exponencial de la ciencia y la tecnología). El abogado y emprendedor Emiliano Chamorro, miembro del Instituto Baikal, sostiene que "la ciencia hasta le está sacando a la religión su principal instrumento de marketing: la promesa de la inmortalidad". Para Chamorro, no hay nada más rentable que proponer inmortalidad a largo plazo no garantizada. "Siempre lo hizo la Iglesia, ahora lo hacen académicos como Aubrey De Gray. Pero hay una gran diferencia: en el caso de la Iglesia era sólo marketing, en el de la ciencia parece haber una búsqueda genuina."

Hasta hace un par de años, el debate sobre la extensión de vida estaba acotado a genios excéntricos como de Grey, el gerontólogo que dirige la Fundación Matusalén, y que pronostica que en pocos años, el proceso celular de envejecimiento podrá ser detenido (e incluso revertido). Pero con los nuevos avances, la hipótesis suma adeptos. "Vemos descubrimientos clave en este aspecto en áreas de telomeros, telomerasa, regeneración de tejidos, clonación terapéutica, bioimpresión 3D de órganos, reprogramación de células madre, etcétera", contó meses atrás a la nacion José Luis Cordeiro, ingeniero venezolano especialista en extensión de vida, que lleva esta agenda como profesor e investigador de Singularity University, centro de estudios financiado por la NASA.

En este juego de "creyentes fanatizados" y paralelismos con la religión, Chamorro piensa que "la innovación está completamente sobrevaluada en nuestra época. Lo que Nassim Taleb, el autor de El Cisne Negro, llama la neomanía. Posiblemente, en un tiempo con tantas cosas nuevas, más que la innovación sean relevantes los filtros. Y claramente el tiempo es un filtro importante".

Un colega de Chamorro en el Baikal, el científico de datos Marcelo Rinesi, comparte esta visión crítica. "El paralelo que yo haría desde la innovación no es tanto con las religiones más organizadas, sino con las ideas del ocultismo, especialmente en Europa entre fines del siglo XV y principios del XVIII. En ambos casos, la motivación principal es secular y material (la innovación como piedra filosofal que permite generar cantidades infinitas de riqueza), pero se expresa de formas crípticas y a veces espirituales (cambiar el mundo, la sociedad o la vida de las personas)", explica.

Según Rinesi, "tanto innovar como la alquimia se describen como procesos técnicamente complicados con objetivos prácticos, pero que al mismo tiempo requieren de preparación psicológica y moral, y cuyo éxito o fracaso habla de la persona como tal (hablamos de los hábitos o la personalidad de tal o cual innovador, y jamás de las miles de horas de detalles técnicos involucrados o los factores azarosos de su situación)". Poder innovar, como la capacidad del alquimista, se asume como una cualidad universal que no depende del campo, y por eso se le presta atención a un innovador en, digamos, software, cuando habla de cosas sobre las que en principio no tiene por qué tener uninsight particular. "Los reyes e inversores ven la alquimia y la innovación como fuente de riquezas, pero para alquimistas e «innovadores» puede ser tanto o más una cuestión de autodefinición personal o psicológica (que es la manera contemporánea de decir «espiritual»)", provoca Rinesi.

"Un poco más heréticamente, tal vez, tanto el know-how contemporáneo de «cómo innovar» como la alquimia (y otras técnicas ocultistas por el estilo) comparten el ser heterogéneos, contradictorios, cambiantes y en general poco claros, por no decir poco útiles. La explicación directa más simple que se me ocurre -continúa Rinesi, el científico de datos- es que ambos son intentos de expresar como algo repetible y entendible un fenómeno que no entendemos ni sabemos hacer repetiblemente (prueba de eso en la alquimia: el oro siguió siendo raro; prueba de eso en Silicon Valley: si innovar fuese enseñable y repetible, no habría ningún premium financiero o de reputación por innovar)."
Vázquez ya terminó sus vacaciones en Buenos Aires y se volvió para Barcelona. Pide disculpas por responder con demora consultas para esta nota: "Sucedió que, en el medio?, ¡me casé!", cuenta. Le hubiera gustado realizar la ceremonia en la capilla que alberga a MareNostrum, "pero creo que mi pareja me mataba", se ríe.

Vale la pena invertir unos minutos en Internet para observar las imágenes del "Dios de silicio", la supercomputadora en la iglesia de Barcelona, que es efectivamente hermosa, como afirma el físico argentino. O para ver las últimas novedades en cruces entre religión e innovación, como el cura filipino que dio, para la Navidad y para poder desplazarse mejor entre miles de fieles, la misa en un hoverboard (un segway eléctrico, que se desplaza para el lugar hacia el que uno se inclina). Sólo falta, como dice la canción de Divididos, que la virgen pase "haciendo ala delta", en este caso con un motor de propulsión alimentado con energías renovables.


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