17 enero 2016

DE LA GRIETA SE SALE POR ARRIBA

DE LA GRIETA SE SALE POR ARRIBA

(Hector Guyot – La Nación – 16/01/2016)

Días pasados, un amigo me comentó que durante el gobierno de Cristina se sentía compelido a escuchar la radio. Quería estar al tanto de las escaladas de la entonces presidenta. Ahora, con el nuevo gobierno, eso ya no era necesario. No lo dijo, pero me pareció que extrañaba aquella adrenalina, aquella secreción cotidiana de indignación y bronca. Además de un gran alivio, la derrota del kirchnerismo en las elecciones le había dejado un vacío: se estaba quedando sin antagonista.

Sucede con los cambios. En parte, se entra en la nueva etapa con el chip de la vieja. Y, en el viaje, los actos reflejo que llevamos incorporados conspiran contra la transición hacia algo distinto. Tiran para atrás. En este caso, los más interesados en activar esas reacciones son los kirchneristas duros. Por eso volverán a apelar a esas tácticas inspiradas en lo más alto del viejo poder que tanto rédito le han reportado mientras fueron gobierno. Por ejemplo, la división.

Aquí, nosotros, los defensores del pueblo, de la soberanía nacional, de los derechos humanos, del amor y de la vida.

Allá, ellos, perversos destructores de estos valores en interés de los fondos buitre y las grandes corporaciones.

Algo de eso hubo en la plaza que tuvo Víctor Hugo Morales el día que no consiguió la renovación de su contrato en la radio. También, en lo que dijo del Gobierno José Pablo Feinmann: "Son neoliberales vengativos, demasiado enojados, demasiado furiosos, demasiado intolerantes". Parecen, ambos, decididos a ensanchar la grieta. Como Echarri y otros actores K que hablaron en estos días.

¿Existe la famosa grieta? Desde sus jerarcas hasta sus blogueros, el kirchnerismo ha atribuido a sus críticos un odio sistemático. Ignoro si proyectan así el que acaso tengan ellos, pero lo cierto es que de esta forma consiguen un "efecto frontón": la bronca prende y vuelve para después ser devuelta otra vez, pues este ida y vuelta constante acrecienta el antagonismo que los alimenta y les da identidad. Eso es lo que activaba Cristina en sus cadenas nacionales y lo que han incorporado sus funcionarios y militantes más extremos, que según parece planean volver al ruedo y a estas viejas prácticas.

Uno de los grandes aciertos de la campaña de Macri fue no hacer de "frontón", no responder, no antagonizar.

Una disciplina que no ha de haberle resultado fácil, si recordamos las cosas que por entonces hacía y decía Cristina. Manteniendo la línea, sin embargo, Macri obtuvo un rédito doble: al quitarle entidad, debilitó al oponente al tiempo que reafirmaba el perfil propio.

Tal vez en esto pensaba el ahora presidente cuando muchos -y este columnista entre ellos- lo acusaban de ser demasiado concesivo con las lindezas del gobierno de Cristina. Como sea, en ese momento el kirchnerismo, aún en el gobierno y con el bastón de mando en su poder, dejaba de ser registrado como el centro del sistema solar argentino. Y así el cambio empezaba a producirse.

De algún modo, el kirchnerismo sigue buscando cómo entrarle al macrismo. Ahora la tiene más difícil, claro, porque una cosa es provocar desde el poder, con pleno dominio de los instrumentos que permiten traducir las amenazas verbales en daños concretos, y otra muy distinta es hacerlo desde el llano, sin esos medios y sin la amplificación del mensaje que supone ocupar el centro de la escena. De todos modos, y aun habiendo ganado esa primera gran batalla de la elección, el Gobierno debería cuidarse de no caer en el truco. Y lo mismo la sociedad.


Esto no significa ignorar al kirchnerismo, cosa que no es posible.

Primero, porque el actual gobierno trabaja sobre los escombros que dejó el anterior, en el paisaje desolado que sigue al temblor. Los males vienen de lejos (hace rato que somos un país atado con alambre), pero el kirchnerismo en el poder los llevó a extremos insostenibles, como se vio - y es sólo un ejemplo- en el episodio de la triple fuga y su historia oculta.

Además de salir en auxilio de los heridos y de atender lo urgente, el Gobierno debería trazar un informe de situación completo y objetivo, auditado por terceros, de la herencia recibida, que incluya los estragos y las enfermedades que dejó el temblor, pero también las cosas que siguen en pie. Sólo para saber dónde estamos parados. Sin juzgar, que para eso está -o debe estar- la Justicia.

Además, las nuevas autoridades están obligadas a dialogar, como lo están haciendo, con una fuerza que tiene una representación importante del electorado. Cada vez habrá más referentes políticos del kirchnerismo que, por necesidad o convicción, abandonarán su revolución de fantasía y estarán dispuestos a entablar acuerdos constructivos con quienes los reemplazaron en el poder.

Avanzar por ese camino ayudaría a dejar la grieta atrás. Para eso hay que renunciar a la mala fe, la mentira, la intolerancia y la obediencia debida. También, a la bronca. De la grieta se sale por arriba. Desactivando el efecto "frontón".


Mi amigo dice que ahora se aburre por las mañanas. A todos -políticos, sindicalistas, empresarios, periodistas, ciudadanos- nos va a costar encaminarnos a un país normal. O todo lo normal que la Argentina pueda ser. De cualquier modo, si ser normal es ser aburrido, bienvenido el aburrimiento.

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