DE LA GRIETA SE
SALE POR ARRIBA
(Hector Guyot – La Nación – 16/01/2016)
Días pasados, un amigo me comentó que
durante el gobierno de Cristina se sentía compelido a escuchar la radio. Quería
estar al tanto de las escaladas de la entonces presidenta. Ahora, con el nuevo
gobierno, eso ya no era necesario. No lo dijo, pero me pareció que extrañaba
aquella adrenalina, aquella secreción cotidiana de indignación y bronca. Además
de un gran alivio, la derrota del kirchnerismo en las elecciones le había
dejado un vacío: se estaba quedando sin antagonista.
Sucede con los cambios. En parte, se
entra en la nueva etapa con el chip de la vieja. Y, en el viaje, los actos
reflejo que llevamos incorporados conspiran contra la transición hacia algo
distinto. Tiran para atrás. En este caso, los más interesados en activar esas
reacciones son los kirchneristas duros. Por eso volverán a apelar a esas
tácticas inspiradas en lo más alto del viejo poder que tanto rédito le han
reportado mientras fueron gobierno. Por ejemplo, la división.
Aquí, nosotros, los defensores del
pueblo, de la soberanía nacional, de los derechos humanos, del amor y de la
vida.
Allá, ellos, perversos destructores
de estos valores en interés de los fondos buitre y las grandes corporaciones.
Algo de eso hubo en la plaza que tuvo
Víctor Hugo Morales el día que no consiguió la renovación de su contrato en la
radio. También, en lo que dijo del Gobierno José Pablo Feinmann: "Son
neoliberales vengativos, demasiado enojados, demasiado furiosos, demasiado
intolerantes". Parecen, ambos, decididos a ensanchar la grieta. Como Echarri
y otros actores K que hablaron en estos días.
¿Existe la famosa grieta? Desde sus
jerarcas hasta sus blogueros, el kirchnerismo ha atribuido a sus críticos un
odio sistemático. Ignoro si proyectan así el que acaso tengan ellos, pero lo
cierto es que de esta forma consiguen un "efecto
frontón": la bronca prende y vuelve para después ser devuelta otra
vez, pues este ida y vuelta constante acrecienta el antagonismo que los
alimenta y les da identidad. Eso es lo que activaba Cristina en sus cadenas
nacionales y lo que han incorporado sus funcionarios y militantes más extremos,
que según parece planean volver al ruedo y a estas viejas prácticas.
Uno de los grandes aciertos de la campaña de Macri fue no hacer de
"frontón", no responder, no antagonizar.
Una disciplina que no ha de haberle
resultado fácil, si recordamos las cosas que por entonces hacía y decía
Cristina. Manteniendo la línea, sin embargo, Macri obtuvo un rédito doble: al
quitarle entidad, debilitó al oponente al tiempo que reafirmaba el perfil
propio.
Tal vez en esto pensaba el ahora
presidente cuando muchos -y este columnista entre ellos- lo acusaban de ser
demasiado concesivo con las lindezas del gobierno de Cristina. Como sea, en ese
momento el kirchnerismo, aún en el gobierno y con el bastón de mando en su poder,
dejaba de ser registrado como el centro del sistema solar argentino. Y así el
cambio empezaba a producirse.
De algún modo, el kirchnerismo sigue
buscando cómo entrarle al macrismo. Ahora la tiene más difícil, claro, porque
una cosa es provocar desde el poder, con pleno dominio de los instrumentos que
permiten traducir las amenazas verbales en daños concretos, y otra muy distinta
es hacerlo desde el llano, sin esos medios y sin la amplificación del mensaje
que supone ocupar el centro de la escena. De todos modos, y aun habiendo ganado
esa primera gran batalla de la elección, el Gobierno debería cuidarse de no
caer en el truco. Y lo mismo la sociedad.
Esto no significa ignorar al
kirchnerismo, cosa que no es posible.
Primero, porque el actual gobierno trabaja
sobre los escombros que dejó el anterior, en el paisaje desolado que sigue al
temblor. Los males vienen de lejos (hace rato que somos un país atado con
alambre), pero el kirchnerismo en el poder los llevó a extremos insostenibles,
como se vio - y es sólo un ejemplo- en el episodio de la triple fuga y su
historia oculta.
Además de salir en auxilio de los
heridos y de atender lo urgente, el Gobierno debería trazar un informe de
situación completo y objetivo, auditado por terceros, de la herencia recibida,
que incluya los estragos y las enfermedades que dejó el temblor, pero también
las cosas que siguen en pie. Sólo para saber dónde estamos parados. Sin juzgar,
que para eso está -o debe estar- la Justicia.
Además, las nuevas autoridades están
obligadas a dialogar, como lo están haciendo, con una fuerza que tiene una
representación importante del electorado. Cada vez habrá más referentes
políticos del kirchnerismo que, por necesidad o convicción, abandonarán su
revolución de fantasía y estarán dispuestos a entablar acuerdos constructivos
con quienes los reemplazaron en el poder.
Avanzar por ese camino ayudaría a
dejar la grieta atrás. Para eso hay que renunciar a la mala fe, la mentira, la
intolerancia y la obediencia debida. También, a la bronca. De la grieta se sale
por arriba. Desactivando el efecto "frontón".
Mi amigo dice que ahora se aburre por
las mañanas. A todos -políticos, sindicalistas, empresarios, periodistas,
ciudadanos- nos va a costar encaminarnos a un país normal. O todo lo normal que
la Argentina pueda ser. De cualquier modo, si ser normal es ser aburrido,
bienvenido el aburrimiento.
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