14 octubre 2011

¿QUE Y CUANTAS SON LAS PYME?



La cuantificación de la problemática – sectorial y regional - en materia de las denominadas Pequeñas y Me­dianas Empresas es como mínimo engañoso y las estadísticas que se conocen y publican no dan nunca cuenta de una primera realidad insoslayable: por un lado la fragilidad de su estructura de capital y, por otro,  la altísima dispersión en materia de competitividad, tanto en lo que respecta a la propia como a la externa, motivado en el impacto diverso que la política pública tiene sobre el desempeño PYME.

En materia de estructura de capital, las PYME son cerradas (no hay movilidad accionaria) y en gran número de ellas, aunque revistan como sociedades anónimas u otras formas societarias, lo cierto es que en los hechos se trata de sociedades unipersonales, carecen de sistemas mínimamente colegiados en materia de decisiones, incluso, la sucesión en éstas empresas (es decir el proceso natural de transferencia del poder de decisión de padres a hijos es, muchas veces, una situación traumática.

Debe tenerse presente que el 98% de las empresas PYME son de capital nacional. Este aspecto es fun­da­mental para poder valorar su compromiso y responsabilidad frente a las políticas públicas. Negarles la partici­pación o directamente ignorarlas pone en evidencia cuáles son los intereses prioritarios de quienes las discri­minan e ignoran.

Pero para acentuar más éste rasgo, debe destacarse que no sólo en materia de estructura del capital la ti­pología PYME señala un comportamiento “unipersonal” sino que, adicionalmente, en un gran número de ca­sos, el Empresario forma parte activa de la “planta de personal”.

En términos generales, en las PYME el 84% de los que trabajan en ellas son trabajadores asalariados con contratos por tiempo indeterminado, el 10% son los propios empresarios que trabajan en las empresas eje­cutando tareas productivas (sean especificas o en el ámbito de la gestión) y el resto de los trabajadores (6%) se computan entre temporarios, pasantes, personal de agencia y familiares del titular.

La dispersión dentro del “universo PYME” se expresa en la convivencia de empresas exportadoras (sea  a mercados regionales como otros mercados más remotos y sofisticados) capaces de plantearse la pro­blemá­tica del “mercado nacional” con PYMES dedicadas exclusivamente a nichos de mercado interno en los cuales cumplen roles subordinados y cuya productividad es muy limitada por la falta de capacidad in­versora tanto como expresión de un conjunto de debilidades derivadas de la espontaneidad de su desarrollo como por la propia ausencia de una política pública que incentive y promueva la inversión.

Estos rasgos, escasamente reflejados por las estadísticas, son sólo ejemplos de una heterogeneidad que requiere no sólo un conocimiento cuantitativo sino primero un conjunto de especificaciones concep­tuales que permitan definir “tipologías” que faciliten primero el correcto diagnóstico y el desarrollo de pro­puestas de polí­tica pública que puedan generar impactos que contribuyan a satisfacer los objetivos em­presarios pero tam­bién los objetivos estratégicos de una política de desarrollo nacional.

En éste sentido las “estadísticas” que se reclaman para dar “mayor sustento y fundamento” a los dia­gnósticos que se formulan resultan imprescindibles pero no reflejan ésta marginalidad y éste “olvido”.

Un supuesto fundamental es necesario dejar claramente expresado. Cuando nos refiramos a ellas no de­be­mos olvidar que reflejan muestras y que esas muestras no reflejan de modo completo los problemas o, más bien, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas estadísticas reflejan del modo más incom­pleto la realidad de las PYME.

Un aspecto adicional es que, para muchos, la falta de elementos cuantitativos resta contundencia a lo que se desea reflejar. Tal tipo de afirmación nada dice sobre la falta de información oficial relevante en materia de PYMES. Más aún, la Secretaría PYME desarrollaba un denominado Mapa PYME que en lugar de profundizar y mejorar su calidad informativa, lo ha discontinuado.

No obstante lo expuesto, repasemos algunos números para tratar de especificar la naturaleza y caracterís­ticas de la cuestión que abordamos

Las estadísticas oficiales señalan que sólo el 0,13% de los locales (ámbito en los cuales se desarrolla un acti­vidad productiva sea industria, comercial, agropecuaria o de servicios) corresponde a Grandes Empre­sas mientras que el 99,87% entra en la categoría Micro, Pequeña o Mediana Empresa.

Esta sola demostración bastaría para fundamentar su importancia. Pero no es menor la manifestación de sustentabilidad de las PYME.

En todas las provincias más de la mitad de las PYME fueron creadas antes de la crisis del período 1998-2001 y un alto número de ellas han sido testigos –y porque no sobrevivientes – de todos los fallidos ensa­yos de políticas públicas que llevaron a la Nación Argentina a la cesación de pagos, al aislamiento interna­cional en materia financiera y a eclosión económica, productiva y social.

En éste punto vale la pena hacer referencia a un aspecto no abordado por las estadísticas oficiales. La crea­ción de nuevas empresas, su natalidad, mortalidad y las condiciones en las que se promueve o no el “em­prendedorismo”, es decir, el fomento de la actitud y decisión emprendedora de nuevos proyectos em­presarios que garanticen la sustentabilidad general del desarrollo económico.

Estas nuevas Empresas que en general se sitúan en la franja de “micro empresas” resulta una corriente de “aire fresco” y en general son desarrolladas por la franja más joven de la sociedad. Se estima que el 70% de las empresas que “nacen” son desarrolladas por la franja etaria que va entre los 18 y los 35 años. Sin em­bargo, y sólo a modo de ejemplo, el Poder Ejecutivo no reglamenta y pone en ejecución de modo efec­tico la Ley 25.872 “Programa Nacional de Apoyo al Empresariado Joven”.

El diseño, desarrollo e implementación de nuevas empresas –sobre todo aquellas que promueven los jóvenes – forma parte de una estrategia de desarrollo económico que como nunca pone en evidencia la interrelación sistémica de la educación, el empleo, la innovación, el financiamiento y la asistencia técnica con el desarrollo y fortalecimiento de las PYME, entre otras cuestiones.

Un aspecto relevante que pone en evidencia la dinámica de las PYME es su capacidad exportadora. Sin fomento ni promoción alguna, con el tratamiento que se le da a las grandes Empresas las PYME han in­cre­mentado sus exportaciones en los últimos 8 años en un 131% con una característica que las diferencia y dis­tingue: sus exportaciones son todas Manufacturas de Origen Industrial (MOI)

En materia de empleo registrado, las PYME representan el 55% de los trabajadores registrados. Es por eso que surge la pregunta de modo natural: ¿Por qué se las ignora cuándo deben diseñarse instrumentos como la Ley de Riesgos del Trabajo por ejemplo?

Se señala a las PYME como las que mayor número de asalariados no registrados contratan. No está de­mos­trado, pero, si esto fuese así, ¿Por qué no se las consulta acerca de las dificultades que manifiestan como modo de desarrollar un Programa de Regularización del Trabajo que aporte constructivamente a resolver de modo definitivo el problema?.

Los supuestos resultan prejuicios cuyo único objetivo es la discriminación negativa de las PYME.

Así, las “cifras” resultan engañosas y no dan cuenta de la histórica mora en materia de políticas de desa­rrollo y fortalecimiento para las PYME que el Estado –en sus diversas jurisdicciones y expresiones – sos­tiene sin dar muestra alguna de vocación, comprensión y decisión para transformar y consecuentemente reparar éste “olvido”.

Las PYME se constituyen en actores fundamentales más allá de su importancia estratégica en térmi­nos económicos. Son las PYME las que proveen los límites a las pulsiones de centralización y concen­tración que desarrolla el capitalismo con la consiguiente pérdida de calidad institucional.

UNA DEMANDA ESTRATEGICA

En momento en que una crisis de dimensiones aún no mesurables que demanda no sólo creatividad, ima­ginación y capacidad de decisión no puede percibirse –aunque la PYME ya lo visualiza- que el resultado final será una mayor concentración y centralización no sólo económica sino que también política que habrá de contrastar con una altísima dispersión social y que ésta tensión entre lo económico-político y lo social tiene a las PYME como protagonistas en la articulación de la resolución de las tensiones que YA se están manifes­tando.

A lo largo de los 28 años transcurridos desde el inicio de una nueva etapa para la convivencia y el desa­rrollo democrático en la Argentina ninguna política pública estuvo dirigida a consolidar la alianza estraté­gica de los sectores populares mayoritarios con las PYME.

Lo que se diseño y ofreció a las PYME no fue nunca más allá de un subsidio y más aún, cuando las en­cues­tas reflejan la baja utilización o el alto desconocimiento de los instrumentos que se diseñan para ella queda expuesto el divorcio –o mutua indiferencia- entre las PYME y las fuerzas políticas populares.

La mesa de la consulta, del diálogo y del consenso no está preparada para las PYME. Las sillas dispues­tas están asignadas a los sectores más concentrados de la economía y sus representantes. No se pro­mueve su vitalidad y reproducción, sino que la deja librada a su propia suerte.

Prueba de ellos son los frustrados intentos de concertación social a los que las fuerzas políticas convocan. Los actores más concentrados de la economía figuran siempre como primeros y únicos convocados en detrimento de las PYME a las que con diversos argumentos se las excluye de modo manifiesto.

Los fracasos en la concertación social tienen componentes complejos, pero si uno es relevante es, precisamente, la discriminación de las PYME que junto a los trabajadores constituyen el “núcleo estratégico” de los posibles acuerdos exitosos.

Es así que una primera acción en materia política debe ser la inclusión de las PYME en sus propuestas y proyectos no sólo en términos nominativos-decorativos sino activos y que impliquen la presencia activa de éstas en el ámbito de las decisiones. Lo repetiremos una y otra vez: estamos de acuerdo en que sin In­dustria no hay Nación, pero estamos absolutamente convencidos que sin PYMES la sustentabilidad de las políticas no sólo industriales, sino en materia de comercio, producción agropecuaria y servicios que se diseñen en pro de la construcción de la Nación no serán sustentables en tanto serán portadoras de una debilidad de diseño que más pronto que tarde habrá de dejar expuesta una asimetría que finalmente lle­vara a la ruptura.

Una política de Desarrollo Nacional que excluye a las PYME de los ámbitos de decisión y que sólo ofrece “nuevas formas” (denominadas “cadenas de valor”) de participación de las PYME en la producción no es más que la convalidación de “status quo” funcional a las necesidades de las formas más concentradas del capital y que, cuando éste produce las crisis, rupturas o mutaciones, siguiendo su propia dinámica, son las PYME junto a los trabajadores las que quedan marginadas y sin respuesta.

Suponer que “hacer política PYME” es reforzar los lazos de dependencia funcional a la concentración y cen­tralización del capital es desconocer un rasgo fundamental que portan las PYME: su capacidad de innovación, de internalización de nuevos productos, materiales y procesos.

Para ello, esas “nuevas formas” de “asociativismo a la fuerza”, que pretenden el logro de una eficiencia mal entendida en materia de diseño de políticas públicas que se refleja en la pretensión de “englobar” lo que se supone son problemáticas “comunes” resultan sólo funcionales a los intereses de los que sólo pre­tenden utili­zar a las PYME para poder externalizar sus ineficiencias trasladándole a las PYME la absorción de pérdidas y atrasos tecnológicos.

La PYME sí requiere asociatividad, sí demanda participar y aportar a la mejora del sector en que participa, sí puede convertirse en una actor protagónico de la innovación, de la incorporación de diseño y de nuevos mate­riales y procesos, pero DEBE hacerlo simultáneamente con la obtención de un esquema de rentabili­dad que le permita ser también activo protagonista del proceso de acumulación de capital y no parte de la claqué .

Tras 28 años de democracia, las Pequeñas y Medianas Empresas requieren no sólo una política de pro­mo­ción o fortalecimiento, un funcionario más o menos especializado como responsable de la Agencia Gu­berna­mental, o un subsidio más o menos ágil en su gestión. Las PYME demandan de modo urgente:

1.       El espacio imprescindible que deben ocupar como reaseguro para la convivencia democrática junto a decisiones políticas sustantivas que garanticen la inclusión y participación de las Pequeñas y Media­nas Empresas en materia de los debates y decisiones de planificación, diseño e implementación de las políti­cas públicas, fundamentalmente en aquellas que reúnan condiciones de especificidad en materia de de­sarrollo económico y social.

2.       Políticas Activas que permitan el desarrollo y fortalecimiento de las Pequeñas y Medianas Empresas orienta­das a mejorar e incrementar la competitividad dentro del mercado nacional como su mayor in­ser­ción en el comercio internacional.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.