08 diciembre 2009

NO

Acabo de recibir la factura del gas.

Me informa muy detalladamente que, si viviera en Brasil, "padeciendo" la fortaleza institucional y el desarrollo económico que exhiben pagaría cifras que supondrían mi irremediable quiebra. Del mismo modo y con la misma precisión, me informan que si viviera en Chile (si ese país que hasta el año pasado compraba nuestro gas pero que ya ha resuelto el problema de nuestros incumplimientos contractuales de tal modo que ya ha pasado de "cliente" a "proveedor") también el tamaño de mi factura de gas sería insoportable.

La afrenta más grave, a la que digo sencilla y terminantemente NO, es que me enrostran que debería pagar 10 veces más que aquellos conciudadanos que no acceden al servicio y sólo pueden, cuando pueden, acceder al gas licuado en garrafas.

Me pregunto, cómo es posible que predicando el keynesianismo en cinco años no hayan logrado al menos planificar –ni que hablar de ejecutar- la obra pública necesaria para llevar el gas a todos los habitantes, en particular a aquellos que son, en complicidad con los organismos públicos de control y regulación, estafados con la denominada "garrafa social" (es ya una obviedad decir que el bienestar general que promueve la Constitución Nacional se hace usando gas natural, entre otros básicos servicios). Pobre Keynes con éstos keynesianos. No pasaron de las botellas de las playas de New Jersey. No coincidimos con el pero pedimos disculpas por la traición. La vergüenza ajena que sentimos es, también, nuestra vergüenza. No se merecía a estos fariseos.

La nota es vil porque es un acto que pretende hacernos cómplices de la exclusión, es casi una promoción del cohecho, es como si la diferencia de valor en entre lo que pago y lo que pagan los excluidos del servicio, es la remuneración por mi silencio, por mi complicidad con la exclusión social. Ponerme en evidencia la diferencial, es recordarme que yo pertenezco a un sector social que recibe beneficios de "clase" frente a millones de conciudadanos que sufren la pobreza y la miseria. No quiero ser cómplice de esa ignominia.

Los cristianos estamos recorriendo el tiempo de Adviento. Es el anuncio de lo nuevo, de la novedad que trasciende, que funda esperanza y augura justicia.

El próximo domingo (3º de Adviento) hemos de cantar: "Dios mío, líbrame de la mano del impío, De la mano del perverso y del violento" (Salmo 71 – 4)

Que así sea.

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