02 septiembre 2009

DÍA DE LA INDUSTRIA: ¿ES UN DÍA O UNA CONVICCIÓN?

La efemérides recuerda el 2 de septiembre de 1587 cuando zarpó del fondeadero del Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, la carabela San Antonio con rumbo al Brasil llevando en sus bodegas un cargamento compuesto de tejidos y bolsas de harina producidos en la por entonces próspera Santiago del Estero. La sombra que rodea éste acontecimiento se refiere a que el Gobernador del Tucumán, Ramírez de Velazco denuncio que dentro de las bolsas se enviaba lingotes de plata del Potosí que como se decía en esos tiempos y ahora era “mercadería prohibida” y fue designado por un grupo de industriales en 1941 como Día de la Industria.

Sin embargo, el Poder Ejecutivo en el año 1946 a decretar (Decreto del 12/09/1946) que el Día de la Industria Argentina era el 6 de diciembre fecha del año 1793 en la cual, el doctor Manuel Belgrano fue designado secretario del Consulado con el objeto de poner en evidencia el profundo cambio político en curso y que lo llevaría a diferenciarse de modo absoluto de las ideas y concepciones que se tenían sobre el desarrollo industrial argentino durante la denominada “Década Infame”, pese a que en los años inmediatamente anteriores, se había creado la Flota Mercante, se había ampliado la fabrica de acero de Valentín Alsina y fundado la planta siderúrgica de Zapla y se le había dado impulso a Fabricaciones Militares, bajo la imprinta de verdaderos impulsores de la Industria Argentina como el Gral. Savio.

El 29 de agosto de 1875 “con el propósito de dejar establecida una sociedad a cuyo amparo puedan actuar los industriales para conseguir, con un trabajo constante, la adopción de varias reformas económicas” nacía el Club Industrial. Los socios fundadores se dedicaban a diversas actividades: sastrerías y camiserías, talleres mecánicos, herrerías y hojalaterías, tipografías y litografías, carpinterías y mueblerías, fabricantes de carruajes, zapaterías y talabarterías, confiterías y elaboradores de licores, fábricas de cigarros y fábricas de papel, es decir, todas actividades relacionadas con la producción nacional y el mercado interno.

El Club Industrial apoyo la posición proteccionista liderada en el Congreso de la Nación por Carlos Pellegrini, Aristóbulo del Valle, Vicente Fidel López, entre otros y que en 1876 lograra imponer una tarifa del 40% a los productos importados para promover la industrialización del país. Tal vez la síntesis de aquel debate sea la frase de Pellegrini: “Todo el país debe desarrollar sus industrias, ellas son la base de su riqueza, de su poder, de su prosperidad”.

El debate parlamentario de 1876 demuestra hasta qué punto los industriales argentinos debían apelar a todos sus recursos para dar por tierra con la tesis del libre cambio. El ministro de Hacienda de Avellaneda, Norberto de Riestra, defendiendo esta última postura, llega a decir: "No debemos poner un derecho exagerado que haga imposible la introducción del calzado de una manera que mientras cuatro remendones aquí florecen, mil fabricantes de calzado extranjero no pueden vender un solo par de zapatos"

En el mismo debate, Carlos Pelligrini, insiste: "¿Es que la República Argentina está condenada a ser una granja atrasada de un imperio fabril? Solo la industria y el trabajo pueden aumentar las fuentes de riqueza de un país. ¿Cuál es la posición de las grandes naciones industriales con relación a las naciones manufacturadoras el día que no le diéramos la materia prima con que alimentan sus fábricas, irán a buscarla a otra parte. Todo esto demuestra que tenemos el deber de procurar por todos los medios posibles hacer que en el porvenir no seamos solamente una nación de pastores, que seamos también una nación de obreros".

La revista El Industrial, que editaba el Club Industrial reflejaba las bases de esas disidencias profundas en torno al modelo de desarrollo industrial que se pretendía. En octubre de 1881 definirá "que el librecambismo fue organizado por Inglaterra para explotar el mundo en su provecho". También recogía las expresiones de Aristóbulo del Valle: "la industrialización era el camino del progreso como nación".

Las disidencias llevaron a un grupo de quince socios -ante el crítico artículo publicado en El Industrial contra el Presidente Avellaneda- a renunciar a sus cargos y el 8 de diciembre de 1878 fundan el Centro Industrial Argentino. Entre sus fundadores estaba Joselín Huergo, quien tendría el honor, en 1891, de usar por primera vez en el país el sello “Industria Nacional” para la producción de sus telares.

La base de la disidencia era el debate sobre si las industrias debían ser las “naturales” (es decir ligadas al sector agropecuario) o “artificiales”, es decir orientadas transformar aquellas materias primas que la Argentina no producía o producía poco y que requería un decidido apoyo estatal.

En febrero de 1887 en una asamblea realizada en la sede del Club de Gimnasia y Esgrima, con la asistencia no unánime de socios del Club y del Centro, se fundó finalmente la Unión Industrial Argentina. Ningún miembro fundador del Club Industrial que habían apoyado el proteccionismo en el debate de 1876 figuró en esa “fusión”. El “librecambio” y la orientación hacia las “industrias naturales” habían ganado la partida.

Las disidencias eran insalvables. La incongruencia del sistema de gravámenes aduaneros existente era el motivo de la cuestión: por un lado nada se decía de que los metales -cinc, bronce, acero, hojalata- no podían utilizarse como materia prima industrial dado el alto gravamen aduanero, y por el otro el inexplicable hecho de que los productos manufacturados con esos materiales no posean gravamen alguno. El reclamo debía hacerse escuchar de modo firme, sobre todo porque el propio Presidente Roca había recibido con agrado la presentación hecha por el Centro de Comercio (1898) que auto invocando la representación industrial había solicitado la apertura de la Aduana para las manufacturas de origen extranjero

Hace más de 100 años (26 de julio de 1899), los Industriales y sus trabajadores se congregan en la Plaza Lorea al cierre de la Exposición Industrial y escuchan el petitorio que se le presentará al Presidente Roca de boca del Ing. Francisco Seguí y que rechaza la posición del Centro de Comercio. El diario La Nación señalaba en su crónica del acto:“...todas las ramas de la industria, desde las más encumbradas hasta las más humildes, se encontraban por primera vez quizá, unidas y representadas. Era verdaderamente grandiosa bajo todos los aspectos, la enorme masa de pueblo que desfiló ayer por nuestras calles para entregar una petición a los poderes públicos, encuadrada en pedidos de reformas que el gremio industrial cree en justicia deben ser acordadas. Era en total una columna que puede calcularse, sin exagerar, en 40.000 manifestantes, una cuarta parte de la cual era formada por mujeres y niños, que concurren cotidianamente a las fábricas a ganarse el sustento”.

La Prensa agregará que: "el empresario necesita ganar y prosperar y el obrero necesita un salario suficiente para costear su existencia y la de su familia".

Una delegación es recibida por el Vicepresidente de la Cámara de Diputados Sr. Enrique Vedia y Mitre a quién se hizo entrega de las demandas de los industriales. En respuesta a la solicitud expresó:”vuestro lema es la unión y el ver unidos en este meeting al patrón y al obrero, no dudo de vuestra fuerza, que es también símbolo de nuestro escudo". El petitorio fue entregado personalmente al presidente Roca, y pedían “amparo al trabajo y la producción, facilitando el progreso y desenvolvimiento de las diversas fuerzas que lo impulsan”. Fue leído pero no provocó cambios, señala la historia.

Terminada la 1ª Guerra Mundial, la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción (entidad fundada en 1916 por los movimientos nacionalistas que se oponían a la inmigración masiva y promovían la selectividad inmigratoria y simultáneamente eran fuertemente críticos del gobierno de Yrigoyen), al realizar su primera conferencia económica nacional, demandó la liberación de impuestos, la protección de las industrias surgidas durante la guerra, un régimen estable de garantía y estímulo, medidas represivas del dumping, la prohibición de exportar metales, la protección y fomento de la industria del acero, el fomento de la explotación de petróleo, carbón, etc. Esta última conferencia constituyó, quizá, el más enérgico impulso hacia la defensa de la industria.

Más de cien años después, como en aquel acto multitudinario de Plaza Lorea, los reclamos parecen repetirse. El desarrollo industrial siempre es a largo plazo, aunque para llegar a el, como bien decía Lord Keynes hay que actuar en el corto plazo a riesgo de no llegar al futuro.

No se trata de desgranar una agenda de problemas o restricciones ya conocida por todos. Como también esta claro que lo que se requiere es responsabilidad y compromiso con la Producción y el Trabajo para llevar adelante el desarrollo industrial antes, ahora y después.

La historia parece indicar que fue eso lo que falto. Nos preguntamos ¿habrá que esperar otro siglo de ciclotimias y espasmos?

Este Día de la Industria es también un momento oportuno y singular para que también los Pequeños y Medianos Industriales fortalezcan sus compromisos con sus propios proyectos empresarios y reflexionen sobre el compromiso y responsabilidad social que implica dirigirlos, ponerse al frente, darles consistencia y sustentabilidad y contribuir a que el desarrollo de esos proyectos permitan también, el desarrollo personal de todos los que trabajan en ellos.

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