06 agosto 2008


DAME LO QUE NECESITO, TE DARE LO QUE DESEAS

Si por algo la economía no es una ciencia que amontona ecuaciones, ni tampoco se corresponde con un entra­mado de gráficos dignos del arte moderno es porque, en su propia génesis, quienes se constituyeron en los pilares intelectuales de su desarrollo, entendieron con absoluta claridad que, la “causa de la riqueza de las naciones” es­taba en la sociedad y en sus instituciones.

Certidumbre, cooperación, confianza mutua entre los diversos actores sociales, fueron considerados los fundamen­tos de la división del trabajo, uno de los ejes centrales del desarrollo capitalista a partir del siglo 18.

“El hombre reclama –señala Adam Smith - en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad intere­sando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide. Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que nece­sito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta. y así obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ven­tajas.”

Las “… necesidades eventuales se remedian de la misma manera que las de otras personas, por trato, cambio o com­pra. Con el dinero que recibe compra comida, cambia la ropa vieja que se le da por otros vestidos viejos tam­bién, pero que le vienen mejor, o los entrega a cambio de albergue, alimentos o moneda, cuando así lo necesita…” ( este párrafo de Smith está basado en la famosa Fábula de las Abejas de Bernard Mandeville)

Y señala sobre el final del capítulo: ”… la certidumbre de poder cambiar el exceso del pro­ducto de su propio trabajo, después de satisfechas sus necesidades, por la parte del producto ajeno que necesita, induce al hombre a dedi­carse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento o el ingenio que posea para cierta especie de labo­res”
[1].

Pero para que esto sea posible deben darse dos condiciones: la primera que los individuos reconozcan la inviabili­dad y el fracaso consiguiente de las estrategias de autosuficiencia, tanto en la escala personal como de Nación y segunda, la existencia de un Estado que funde condiciones de confianza, de certeza en y entre los individuos res­pecto de que, si obtienen lo que necesitan, entregaran lo que el otro desea, es decir, condiciones institucionales que den sustentabilidad a los contratos, uno de los fundamentos esenciales de la vida en sociedad para producir y reproducir las condiciones de la vida material.

¿Por qué retrotraer nuestro pensamiento a los momentos y rasgos fundacionales del capitalismo en un momento histórico donde éste parece haber consolidado su hegemonía a escala planetaria?

Porque en la Argentina, la posibilidad de “tener lo que se necesita si se entrega lo que el otro desea” parece ser de una quimera cotidiana, una suerte de laberinto en el que hay que adentrarse para, si se tiene fortuna, obtener esa condición básica y necesaria que señalaban los padres fundadores del pensamiento capitalista en el siglo 18: las condiciones institucionales de la fe pública que fueron el resultado de una época que los historiadores denomina­ran “ de las revoluciones y surgimiento de los Estados Nacionales” y que parecen todavía lejanas para la Argentina y muchos países de América Latina.

Repetimos: certidumbre, seguridad jurídica, confianza pública, son los rasgos que diferencian un sistema econó­mico que promueve la competitividad y ciertamente promueven una distribución equitativa del ingreso.
Cuando la falta de modestia de quienes son responsables de garantizar éstos requisitos básicos se exhibe como estandarte, los resultados no pueden ser otros que un rotundo fracaso de la sociedad en su conjunto.

Sin ir más lejos, los diarios de la fecha (4/08/08) señalan que la Argentina pagó una de las obligaciones pendientes (algo más de u$s 3200 millones de los BODEN como parte de la devolución de los depósitos atrapados en el “corra­lito financiero“ del 2001) a costa de no cumplir con los giros de fondos a las Provincias y de no pagarles a sus proveedo­res. Pero una horas antes, en su primera conferencia de prensa la Presidenta de la nación, lejos de recono­cer errores, omisiones resalto su capacidad para repetirlos, defendiendo los peores métodos de convivencia entre las políticas públicas y los ciudadanos.

Pero no es un acontecimiento fortuito.

Para el mundo, estas mentiras, picardías y tramoyas son parte de nuestra cultura tal como lo refleja el costo de los Credit Swap Default (Seguros para Riesgo de Impagos Soberanos) entre los más altos del mundo o un “Riesgo País” similar al de los “países frontera” y revertirlas le costará al conjunto de los ciudadanos energías que bien podrían dedicarse a recuperar la Nación de otros fracasos y no a agregar más lodo a éste pantano.

Argentina ha sido saqueada de modo sistemático y premeditado por el capital financiero que ha contado con la complicidad de las FFAA y “dirigentes políticos” que apelaron a los más sangrientos métodos para consumar sus lealtades. El saqueo ha sido de tal magnitud que parece que no ha sido suficiente la declaración del “default” en el 2002, sino que nos encaminamos a otra crisis y, antes de que ello suceda, deberíamos confesarle al mundo la ver­dad: la deuda externa argentina es un condicionante de tal magnitud que ha minado la viabilidad y sustentabili­dad de la Nación Argentina. Si no se resuelve adecuadamente éste “nudo gordiano”, una y otra vez, la Nación Argentina incurrirá en nuevos y cada vez más graves incumplimientos
[2]. De nada sirven largas negociaciones con acuerdos que resultan impracticables y demandan nuevas y cada vez más violentas y absurdas picardías.

No encuentro la cita exacta, pero, a fuerza de escucharla repetidamente, la daré por buena.

El Gral. Perón decía que “la única verdad es la realidad” y la realidad es que hoy por hoy, el Estado Nacional no puede garantizar esa regla básica de la organización social capitalista que tan bien explicitara Adam Smith: “Dame lo que nece­sito y tendrás lo que deseas.” en tanto no resuelva de modo verdadero la realidad. Los discursos y debates sobre la distribución del ingreso, la inclusión social, los llamados a superar la pobreza y a construir con equidad y justicia, serán sólo discursos vacuos, meras palabras de circunstancia.

Esa falta de sinceramiento a sido acompañada, adicionalmente, por la sistemática negación de la dirigencia política que ha administrado el Estado Nacional ha reconocer a la totalidad de los actores que confluyen para, no sólo dar sustento a la organización social, sino para construir DE VERDAD una Nación.

No es con una Industria concentrada, dependiente y tecnológicamente envejecida como se funda, desarrolla y fortalece una Nación.

Si fuese cierto que Carlos Pellegrini menciono la condicionalidad que se inscribe en el frontispicio de alguna Institu­ción, seguramente no hablaba de la Industria que esa Institución hoy representa, porque el “Vasco” reflejaba, por cierto, un pensamiento moderno y visionario.

"Es necesario que en la República Argentina se trabaje y se produzca algo más que pasto"
[3] como sí decía Carlos Pellegrini , para construir una Nación que pueda garantizarle a sus ciudadanos aquello de “dame lo que necesito, te daré lo que deseas”, en un marco de confianza y certidumbre.

Para que esa construcción sea consistente y sustentable debe incluirse necesariamente a las Pequeñas y Medianas Empresas, que hasta acá fueron ignoradas y marginadas del debate y la construcción de los consensos que permitie­ran desarrollar una estructura productiva competitiva capaz de aportar a la construcción verdadera de la Nación.

Por el contrario, se las margino y como se dice en el argot político “se la ninguneo” con el fin de reproducir el mo­delo productivo que, en materia de desarrollo industrial, permitió el saqueo de la Nación. En algunas mentes responsa­bles de la política pública todavía se alberga el pensamiento conservador de la generación del ’80 que señalaba que la Argentina debía abocarse a sus “industrias naturales”, desechando ya en ése momento la posibili­dad de reunir el desarrollo del conocimiento al desarrollo industrial, porque consideraban que eso “artificial”.

Fueron las PYME quienes potenciaron el modelo de sustitución de importaciones, asumieron riesgos, innovaron. Fueron y son las PYME las que han desarrollado, tanto en plena crisis como durante este “auge” verdaderas inversio­nes, fueron y son las PYME las que ciertamente tienen un compromiso responsable con el Desarrollo Nacio­nal y son éstas el fundamento responsable de la construcción de la Nación.

Los resultados están a la vista.

Nuevamente, como en el período 76-83 y como en la década de los 90, la producción importada desplaza a la nacio­nal, los productores nacionales ven como se pierden sus mercados en el exterior y lentamente se reinstala la desazón, la frustración y la incertidumbre y las “mejores propuestas” que se realizan desde algunos sectores es imponer una nueva devaluación, que nada tiene que ver con una verdadera y sustentable estrategia de desarrollo industrial, pero que, finalmente, resulta funcional al saqueo.

La lectura del Balance Pagos pone en evidencia que las denominadas multinacionales no reinvierten ni un mínimo ni pequeño porcentaje de sus utilidades en ampliar las bases de sustentación de sus estructuras productivas pese a que han sido las principales beneficiarias de la “renta extraordinaria” que produjo la devaluación del 2002.

En contraste, las PYME han reinvertido la totalidad de sus utilidades ya sea para modernizar sus estructuras o para ampliar su capital de trabajo. Con un sistema bancario ausente, incapaz de responder a las demandas de la Produc­ción y del Trabajo, esa “autofinanciación” permitió sostener, al menos hasta acá, las condiciones de crecimiento y expansión productiva.

Pero la competitividad de una Industria Nacional que pretenda ser protagonista de la reconstrucción de las bases de la Nación Argentina no puede fundarse en devaluaciones, nunca la urgencia puede convertirse en estrategia. El presente nacional es el mejor ejemplo del fracaso que esas confusiones producen.

Se acerca el Día de la Industria, y se vienen los discursos y proclamas, tal vez haya una misa y hasta de para algún coctel. Pero la Industria Nacional no debe ser recordada por el acto pícaro de un cura contrabandista que a es­palda de las reglamentaciones coloniales envió tejidos y plata a Brasil, sino que debe ser honrada en mérito a su potencial y compromiso con el desarrollo social, económico e institucional, más allá del calendario.

Pero claro, la verdad en la Argentina es un verdadero problema.

Quilmes. 5 de agosto de 2008

[1] Adam Smith - “Investigación sobre la Naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones” – Libro I Capítulo 2 –Hay varias ediciones. La que usamos es : FCE –Primera reimpresión - 1979
[2] Pero contradiciendo al propio Alejandro Magno, para la Argentina, éste “nudo” debe desatarse. Hasta acá lo hemos, al igual que Alejandro, cortado con la espada. Los resultados son similares. Aunque según la historia parece que pudo cumplir con el oráculo, murió joven y su Imperio en manos de unos sucesores incapaces. No esperamos ni deseamos ese destino para la Nación. Por eso, hay que “desatar el nudo” que para la Argentina significa decir la verdad sobre las consecuencias sociales, económicas, políticas e impacto regional que tiene la deuda externa.

[3] H. Cámara de Diputados de la Nación – Debate de la Ley de Aduanas de 1876

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