22 julio 2008

CANCION DEL FORASTERO[1]

¿Es la “limitación”[2] de la Resolución 125 el fin de todos los males y en consecuencia todos volveremos a la felicidad y estado de bienestar alcanzado hasta el 10 de marzo?

Nuestra respuesta, es NO.

La denominada “crisis del campo” sólo fue una expresión más de las dificultades financieras gubernamentales que intento, mediante una mayor presión tributaria sobre lo que entendió un “brillante y promisorio negocio” hacerse de recursos adicionales para poder sobrellevar una política económica que dio resultados auspiciosos para reanimar una economía destruida en una Nación que se asomo al abismo de su autodestrucción.

En nuestra visión, tanto como la hemos expresado reiteradamente, la solución propuesta resolvía la emergencia pero, a todas luces, no era sustentable.

Decíamos a nuestros amigos que lo peor que puede sucederle a un decisor es enamorarse de sus propias soluciones, de sus propios recursos, de sus propias capacidades y clausurar su visión, cercenar su imaginación y hacer naufragar su creatividad. Y eso fue, en resumidas cuentas lo que sucedió.

La “política de tipo de cambio alto” reemplazo, incluso con la conformidad de vastos sectores empresarios PYME, el diseño y desarrollo de una intensa política de mejora de la competitividad.

Los resultados están a la vista. Con un tipo de cambio “real” (es decir descontada la inflación local y el impacto de otras variables que lo afectan) que para algunos oscila en menos de $ 2 se declara que la competitividad está perdida y muchas Cámaras Empresarias reclaman una nueva devaluación que lleve el tipo de cambio a $ 4 o parecido.

Si una nueva devaluación tendría efectos mayores sobre el salario y la distribución del ingreso que propugnan las políticas gubernamentales, nos preguntamos: ¿cuál será, entonces, el destino de los sectores industriales o las empresas o los empresarios que confundieron la competitividad con el tipo de cambio?

La calidad institucional es hoy el factor que discrimina en términos de competitividad. ¿Porqué?.

Porque la competitividad requiere acciones, primero consistentes y simultáneamente sustentables. La relación medio-fines es una condición necesaria.

Pero la posibilidad de sostener en el tiempo políticas y procedimientos que promuevan: buenas prácticas de gestión, innovación tecnológica, bienestar y desarrollo comunitario, mejora y profundización continua de los procesos de conocimiento que se inician desde la propia infancia, el fortalecimiento y desarrollo de transparencia en la administración y sistema de decisiones tanto en el diseño, implementación y gestión de las políticas públicas como en aquellos procesos que impliquen asignación o distribución de facilidades o aportes monetarios no retornables, respeto a la convivencia y a la diversidad en el plano social, un sistema judicial independiente, eficaz y eficiente que muestre agilidad, coherencia y sostenga el principio de igualdad ante la ley y juez natural, entre otras cuestiones de importancia estratégica; son la condición suficiente para el desarrollo económico

Cuando se comenzó a montar el escenario electoral del 2007, allá por el mes de marzo, y aunque aún no estaba definida la candidatura de la actual Presidenta, estaba claro en el “núcleo duro del poder K” que el discurso a desarrollar debía centrarse en la mejora y desarrollo de la institucionalidad. Mejores Instituciones, se declaraba, convertirán el crecimiento en desarrollo sustentable y tendrían efectos positivos sobre la convencía y la calidad de la democracia.

¿Los resultados? Están a la vista. Se promovió el pensamiento único, la prepotencia, las trifulcas de todo tipo, y un estado de beligerancia sustentado en la utilización de léxico guerrero al que no le falto ni la soberbia ni la utilización de prácticas anti democráticas por parte de grupos de choque financiados con fondos públicos.

En esas condiciones la búsqueda de las “fortalezas institucionales” promovieron que no sólo la imagen de la Presidente cayera a valores impensados sino que el mundo observo azorado como lejos de convertir crisis en oportunidades, el Gobierno promovía de una oportunidad una crisis cada vez más profunda y difícil de resolver.

Lejos de empezar por asumir con honestidad y franqueza frente a la sociedad los errores cometidos, el Gobierno prefiere continuar con referencias guerreras; se esmera en señalar traiciones y cobardías. Envía a sus juglares a reclamar renuncias y ejecuta obvios despidos. Trata la cuestión con indiferencia, la rebaja de categoría, la minimiza al punto de casi negarla. Refuerza la endogamia y la soberbia. Imputa los fracasos a los ajenos y terceros, busca fantasmas que expliquen su fracaso, revuelve la memoria y la conciencia, no para reclamar justicia, sino para excusar su ineptitud. Es esta su tragedia.

Pero a las obligaciones que debe enfrentar el Gobierno no esperan y entre ellas, a más de las domésticas, se le suma la obligación de pagar, en el transcurso del año 2009 alrededor de u$s 9.500 millones a los acreedores externos.

Sin embargo, al sistema financiero internacional no le resulta creíble que un Gobierno que exhibe un enojo y capricho adolescente, con amenaza de portazo incluida, tenga vocación de respetar obligaciones.

Pero a su vez, ésta no es la única obligación pendiente con el exterior. Quedan por resolver los “hold out” que avanzan en el plano legal y el Club de París en el que está en juego el engaño montado alrededor del INDEC y que permitió burlarse de los tenedores de bonos que contenían “Clausula CER”.

Muchos dudan de las calificadoras de riesgo. Pero constituyen “opinión vinculante” para muchos inversores, soberanos o no. ¿Qué dicen de nosotros?

En Standard Poor’s, Moody’s y otras calificadoras evalúan, día a día, las noticias de la intrigante política local, para definir si hacen o no efectiva la “perspectiva negativa” que asignaron a las ya bajas calificaciones, casi en el borde de convertirnos en “país frontera”.

La Argentina, exhibe para los analistas locales y del exterior uno de los riesgos de default más altos del mundo. Más aún, cuando los Credit Default Swaps (que son seguros que toman los acreedores ante el riesgo de declaración de impago de una deuda, privada o soberana) superaron en la semana del 14 de julio los 800 puntos básicos a muchos se les heló la sangre.

¿Porque se piensa esto? Porque se prevé que el Gobierno repetirá metodologías para animar a la economía doméstica y en la opinión de los analistas y expertos, esas recetas son “viejas” y no habrán de generar el efecto que se necesita.

Primero el Gobierno negó a los cuatro vientos que pretendiera “enfriar la economía”. Sin embargo, en cuestión de horas el propio Gobierno puso en marcha la más efectiva política anti cíclica: la incertidumbre y el pánico.

Pero ese “enfriamiento” sólo castigó unilateralmente al sector privado de la economía. El Gobierno, en todos sus niveles parece desentenderse de la cuestión y no acusar recibo de las consecuencias de sus decisiones.

Más aún, para tratar de motivar y dinamizar la economía y reconquistar el “amor perdido” de los sectores medios, a la sazón su base electoral, pero, prevé volver a los incentivos al consumo. Esta vez será con resultados de inciertos a nulos y pondrá en evidencia la falta de creatividad e imaginación y abonara la sospecha de ineptitud.

Con familias sobre endeudadas, salarios sometidos al efectos desbastadores de la inflación creciente y fundamentalmente con una expectativa de los consumidores de más poder adquisitivo que va de la incertidumbre al pánico, las decisiones de gasto serán acotadas y el efecto atesoramiento de la liquidez que se libere al mercado será más fuerte que la propensión a consumir, como les gusta describir a los neo keynesianos.

En el corto plazo, la necesidad de reordenar la gestión de las empresas agropecuarias tendrá como resultado una mayor liquidación de divisas y eso permitirá cierta holgura de liquidez. El banco central recuperará algo de sus reservas, habrá algún descenso mínimo de la tasa de interés y se batirá el parche con que el mejor pasado retorna. Pero será sólo momentáneo. Puro entusiasmo adolescente. No debemos confundirnos. Los mensajes “marketineros” alentados por la publicidad oficial y los variados intereses de la prensa no aportan las soluciones estructurales que se demandan.

El incremento de la presión tributaria, ahora a nivel provincial y municipal, el seguro aumento de las tarifas de gas y electricidad, para industrias y para los altos consumos familiares, las limitaciones que habrá de encontrar el Poder Ejecutivo para “pagar la solidaridad de la CGT oficial” e incrementar el salario mínimo a $ 1200 porque eso habrá de implicar incrementos de gasto público que ya carecen de financiamiento genuino, tasas de interés para el crédito productivo crecientes y podríamos decir: desmesuradas. Se suma el incremento de la morosidad, la aparición de las viejas y conocidas prácticas de las empresas líderes para retener la liquidez postergando a las PYME proveedoras en sus compromisos, aumentos de precios de los insumos y materias primas en dólares e inelasticidad para trasladar esos mayores costos lo que implica prever un efecto negativo en la rentabilidad de las Empresas, y preferimos insertar en éste punto la palabra, etcétera, sin abreviaturas porque incluye un conjunto complejo de variables entrecruzadas que no aportan optimismo.

Sin embargo, insistimos. La cuestión no es sencillamente económica. No es un “problema de plata” (como despectivamente se refería al fracasado proyecto oficial de las retenciones móviles tratando de investirse de cruzado ante oscuros y viles intereses carentes del espíritu de “grandeza y visión histórica” que el proyecto detentaba).

Se trata, de la calidad institucional. Sin ella, el “sálvese quien pueda” será la regla y nuestros vecinos, más allá de cuán lejos o cerca este la frontera, tendrán todo el derecho de desconfiar y buscar resguardo por las consecuencias de nuestros caprichos. La soledad será nuestro destino. Como dice Armando Tejada Gómez;

“El solo marcha solo hacia la muerte.
Es como un forastero de los días.
Dirá que estuvo aquí y no supo entender
porqué los que se amaban, sonreían”

Seremos extraños, ajenos, en un mundo que sigue su marcha y que no alcanzamos a comprender. Seremos “forasteros de la vida”.

La Presidente tiene la palabra. Necesitamos escucharla.

[1] En referencia al hermoso poema de Armando Tejada Gomez “ Canción del Forastero”
[2] Solución lingüística de limita la derrota gubernamental pero que le evita tener que devolver lo cobrado de más desde el 11 de marzo hasta el 18 de julio

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