12 agosto 2008

"...y todas las cuentas me salieron mal..." (Canción Infantil)

Con absoluta precisión y en un verdadero alarde de la técnica econométrica, la Unión Industrial de Córdoba estimó que el tipo de cambio que resuelve la competitividad de la industria argentina es $3,54 por dólar.

Pero no ha sido la única, desde la Cámara Industrial de las Manufacturas del Cuero, su presidente, Raúl Zylbersztein, señaló que “con un dólar entre los $3,80 y los $4 se estaría devolviéndole a esta industria la rentabilidad perdida”.

En esa línea, con mayor o menor moderación, un conjunto de Industriales ha hecho cuentas y la conclusión es la necesidad, según ellos, de producir una nueva devaluación de la moneda nacional. Toda la política productiva parece resolverse en esa alquimia.

La razón, según estos Industriales es que de acuerdo a las estimaciones, el valor real del peso frente al dólar, es conforme nuevamente los artilugios de la econometría, de apenas 1,25, mientras que la canasta de monedas –donde ejerce su mayor influencia el real y el euro-, el nivel se eleva a apenas 1,65 pesos con lo cual, uno de los pilares básicos del “modelo productivo” (¿?) debe ser repuesto.

En otro “rincón” (la terminología boxística se corresponde con el tenor del enfrentamiento), los líderes de la que se auto nomina “máxima representante de la Industria Nacional”
[1] también libran un debate sobre la validez del índice de precios que desarrolla el INDEC y, nuevamente, pareciera ser que todo se resuelve en el ámbito de la credibilidad o confiabilidad de una modelo econométrico o estadístico.

Otros creen que se recupera la línea perdida mediante una intrascendente operación financiera que sólo, y así es reconocido en su diseño, es una mera señal, un gesto espasmódico, y no un plan seriamente madurado.

En nuestra visión, la cosa no es “sencillamente matemática”. Estos “debates” no hacen más que evitar un diálogo responsable y trascendente sobre cuál es el modelo productivo para la Argentina, desde lo agropecuario, las denominadas “producciones regionales”, la industria y los servicios.

Sencillamente, no se trata de hacer cuentas sino de hacer política.

¿Estamos dispuestos a eso?, ¿está dispuesto el actual gobierno nacional a impulsar esa acción estratégica? o sólo se limita a la esgrima verbal, los libretos y escenografías del marketing comunicacional, y a distribuir, cual manirrotas a distribuir recursos inexistentes.

Muchos empresarios, dirigentes políticos y sociales y la ciudadanía en general creyeron ciertamente y de buena fe que la recuperación económica de los últimos años a través de la cual era posible superar y resolver una crisis de muy complejas causas, consecuencias y ramificaciones.

Pero cada vez más rápidamente queda en evidencia, para frustración de los creyentes, que lo que se tenía por un “modelo”, “proyecto” o “plan” sólo eran artilugios y en muchos casos meros sortilegios.

El punto de partida hacia la solución es la efectiva predisposición de los líderes gubernamentales hacia el diálogo y la modestia democrática, es decir, el retorno de la política, enmudecida y enviada al exilio por el pensamiento único, la verborragia violenta y los deseos hegemónicos.

[1] La falacia de ésta aseveración es simétrica con la falacia del slogan que la identifica.

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