Un
twitter de Lucas Llach (16-12-2017) en
el marco de una conversación futbolera dejo registrado, aunque no con esa
intencionalidad, la cuestión que vengo
señalando desde que se conoció el Decreto 1025/2017 que eliminó las retenciones
móviles al biodiesel y le coloco un derecho de exportación del 8% bajo el
argumento de “ una armonización
entre los derechos de exportación del biodiesel y el de su principal materia
prima, el aceite de soja, para alcanzar una convergencia entre los mismos,
conforme las pautas del Decreto N° 1343 de fecha 30 de diciembre de 2016.”
Señaló
el twit:
“Europeos ganando el mundial de clubes: 10 de lo
últimos 11. Acá sí que hay un problema de agregación de valor: exportamos la
materia prima (los jugadores) e importamos el producto terminado (derechos de
TV).”
Este comentario “futbolero” pone en otras
palabras lo que habrá de suceder con las exportaciones de biodiesel.
Parafraseando
ése twit exportaremos aceite de soja (jugadores) y los europeos le darán el “finish”
transformándolo en biodiesel, mientras tanto –conforme se viene negociando el
Acuerdo UE-MERCOSUR importaremos los productos terminados (por ejemplo,
autopartes)
Pero
a su vez, el Decreto establece que será el Ministerio de Energía y Minería el
que fijará el precio interno del biodiesel que tiene impacto en la construcción de las naftas con
destino a los automóviles (12% de corte) dando pie a una determinación de
singular contenido estratégico a una industria (donde existen un importante
número de PYMES) de fuerte localización regional.
Estas
PYME productoras de biodiesel cuyo destino es el mercado interno se han de
encontrar ahora con los excedentes de producción de las grandes empresas que a
diferencia de las PYME Regionales productoras lo habrán de comercializar a “costo
marginal” dando pié a una competencia desleal en el mercado local.
Ya
el Ministerio de Energía y Minería había dispuesto un importante recorte de
precios en el biodiesel que afectaba básicamente a las plantas del Noroeste
generando un debate de “asordinado” contenido político, pero también técnico
que obligo al Ministerio a retrotraer la medida fijando mayores precios lo que
permitió, al menos por ahora, una “resolución acordada”.
El
mismo 13/12/2017 en mail a la Entidad representativa de las PYME a nivel nacional señalé:
Evité
verter opinión sobre el Decreto 1025/2017 (enviado en el Boletín Oficial de la
fecha) porque es un tema donde el tema de las industrias regionales de
Biodiesel vuelven a ser afectadas.
El
Decreto prevé un derecho de exportación de 8% (casualidades, hoy es el Día del
Petróleo) lo que complica la ecuación de exportación, incluso a la UE que en
lugar de biodiesel argentino compraran aceite y serán ellos los que lo habrán
de transformar en biodiesel.
Tal
vez, tratando de buscar una explicación analicé si ése 8% mejoraba la
negociación con los EEUU. Pero lo descarté. Los derechos antidumping que
cobra EEUU no se modifican sustancialmente con ése nivel de derechos de
exportación.
Por
otra parte se utiliza la vía del Decreto cuando al tratarse de la tarifa
aduanera debería haber pasado por el Congreso.
Resulta
una medida difícil de comprender, pero lo que es seguro que nuevamente se
castiga a la industria de biodiesel nacional, sin incrementar la “tasa de
corte” y tengo la convicción de que se castiga a un sector industrial que da
autentico valor agregado a la producción primaria o a los residuos de ella.
No se trata de un tema
menor para las economías periféricas locales (comercio, servicios industriales,
etc) que deberán afrontar menores ingresos y restricciones ya no sólo a nivel
de actividad coyuntural, sino que también de expectativas de desarrollo,
incluso de radicación de mano de obra
El
pasado 16/12/2017 Hecor Huergo en Clarín Rural señaló:
El discurso efectista de “alimentos vs. energía” le ha quitado fuerza a esta demanda. Eso fue
fogoneado por los dos sectores que recibieron el impacto de la irrupción de los
biocombustibles en la gran escena global: la industria alimenticia (que ahora
tenía que afrontar mayores costos por la suba de los granos), y la energía
convencional, sometida a una competencia inesperada.
El aceite, más que un alimento, es un insumo de la
industria alimenticia. Es más rica la papa frita que la papa hervida. Es
también más práctica en el “food service”, en particular en las casas de comida
rápida que siguen ganando la carrera gastronómica. Cada vez más la gente come
afuera de casa, y allí gana la fritanga.
Pero la producción es más fuerte…La expansión de la
soja en América y de la palma en el sudeste asiático metieron presión en el
mercado del aceite. El biodiesel es una excelente forma de digerir los
excedentes. Entonces, que la vieja Europa y los Estados Unidos mantengan
sus planes de sustituir gasoil por biodiesel es una buena noticia. De lo
contrario, la cotización del aceite caería en picada, afectando la ecuación de
la soja.
La mala noticia es que lo quieren hacer ellos. Estados
Unidos tiene aceite de sobra. Europa no. Así que van a seguir comprando. La
mala noticia para la Argentina, que montó una poderosa industria integrada en
los últimos quince años, es que pierde el eslabón final de la cadena de valor.
Convertir aceite en biodiesel significa utilizar un
catalizador, el metilato, que es producido ahora en el propio complejo
agroindustrial por una compañía alemana, que se instaló hace cinco años.
Sustitución de importaciones.
Como subproducto, surge la glicerina de origen
renovable (que sustituye a la convencional, de petróleo), donde hoy la
Argentina manda a nivel mundial. Se han levantado varias plantas de refinación
de glicerina, una molécula muy interesante que está dando lugar a una
cascada de productos de alto valor como los bioplásticos. Todo esto está en
juego.
También trascendió que la Argentina no va a litigar
contra Estados Unidos en la OMC. El gobierno confía en la negociación directa,
o directamente le da la razón a Trump abandonando el campo de batalla.
Si esto
sucede, asistiremos a la primarización de una industria que el mundo teme y admira.
Quedan
así expuestas dos fuentes de lobby (en principio) para dar razón de éste
controvertido Decreto 1025/2017: la industria alimenticia y la energía de
producción convencional.
Pero
a su vez surge una nueva restricción al desarrollo de una industria innovadora
la del bioplásticos a partir de la producción de glicerina.
Estaremos
frente, en futuro cercado, a la exportación de glicerina y a la importación de
bioplásticos.
Una
pregunta de difícil respuesta: ¿Sera, entonces, como señala Lucas Llach: “exportaremos
jugadores –que han levantado el nivel de las ligas europeas de futbol en los
últimos 11 años- e importaremos servicios de TV?
O
para decirlo en términos de la historia económica argentina, seguiremos
exportando materias primas de altísima calidad e importando el valor agregado
del ciclo completo.
Parece
que el modelo de “industrias naturales” que denunciaran Carlos Pellegrini, Aristóbulo
del Valle, Vicente Fidel López en el famoso debate en la Cámara de Diputados de
la Nación alrededor de la Tarifa Aduanera de 1873 va consolidándose.
Un
pequeño detalle: incluidas todas las actividades de las economías regionales
generan sólo el 17% del empleo. Parece ser, entonces, que para que éste se
desarrolle requiere, imperativamente, no ceder “ni tranco de pollo” en la
producción destinada a la exportación con alto valor agregado y de la más alta
competitividad en plano mundial.
No casualmente escribo éstas líneas en el 3er. Domingo de Adviento. Tiempo de espera de lo nuevo. ¿será así o veremos que tras nuestra espera aparecerán las mismas estructuras de la primarización de la economía y la aceptación a crítica de una división internacional del trabajo que en nada favorece nuestro desarrollo nacional, pese a alcanzar estandares de competitividad del más alto nivel.
Colegiales, 17 de diciembre de 2017
(3er. Domingo de Adviento)
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