COMBATE A LA
INFLACIÓN: TÁCTICA Y ESTRATEGIA.
Días pasados comete en una reunión empresaria que más allá
de algunas diferencias, que, aunque tenían alguna significación, la
presentación del presidente Macri de los CONSENSOS BÁSICOS en el CCK el pasado 30/10/17
me resultaba singularmente importante y que encontraba en ella, pese a las
diferencias, muy importantes coincidencias. Inmediatamente surgió una señal de
un empresario que me marcó la contradicción entre esas “bondades” y la política
del BCRA.
Pero la bondad del pastel se conoce comiéndolo, suele
decirse y ahí empiezan algunos problemas, disensos o asimetrías.
En primer lugar, para ser precisos:
La estrategia viene a ser el conjunto de acciones
planificadas y coordinadas sistemáticamente en el tiempo que se llevan a cabo,
para lograr un determinado fin o misión.
La táctica es el método o la forma empleada, con el fin de
cumplir un objetivo y que a la vez contribuye a lograr el propósito general, de
acuerdo a las circunstancias que tiene que enfrentar.
En conclusión, La estrategia es el plan general para lograr
los buenos resultados, y la táctica, son las formas o métodos específico que se
aplican de acuerdo a las circunstancias, para cumplir de forma efectiva el plan
estratégico.
Así definidos los términos, la presentación en el CCK
resultó ni más ni menos que la enunciación de la estrategia política
post-electoral mirando, en términos temporales, no sólo los 2 años que le
quedan por delante a éste Gobierno, sino que en sí mismo debe leerse como un
plan estratégico con vistas a un segundo mandato.
Obviamente, la táctica, para implementar esa estrategia fue
implementada rápidamente. En tal sentido se comenzó tal vez por la parte más
difícil: la distribución de los fondos, su origen y aplicación y obviamente
comenzaron a reflejarse los consiguientes “tiras y aflojes” que en los hechos
carece de novedad en la historia argentina pero que ha sido, desde el propio
nacimiento (mayo de 1810) hasta la fecha, motivo de rencillas de todo tipo,
guerras, desuniones, batallas, derrame de sangre de gaucho (para algunos de
poco valor), etc, etc.
Lo cierto es que parece que el plan estratégico anunciado
por el Presidente Macri va delineando las tácticas a implementar, como decíamos
primero acuerdo con los Gobernadores y luego el paso por el Poder Legislativo
para concretar en Ley los acuerdos y a partir de allí la implementación de un
conjunto de nuevas prácticas de gestión de los recursos públicos.
Para lelamente, y aunque parece descentrada, se trata de
acordar una reforma laboral que tiene múltiples impactos y que, según se señala
públicamente, no tiene avances sustantivos.
En nuestra visión el sindicalismo se ha convertido en una
corporación esclerosada, anclada en los albores del “fordismo” y por tanto es
una corporación conservadora y carente de representatividad legítima.
Este punto, sobre el que no es el momento de abordar,
refiere al debate de lo que se conoce como “realismo capitalista” desarrollado
desde el mismo momento en que los sistemas de producción fordista hicieron
eclosión y nuevas formas de gestión del capital y de organización de la
producción comenzaron a prevalecer ya sin retorno.
Señalamos “sin retorno”, aunque podríamos ser interpretados
como la frase de Margaret Thatcher cuando, ante la protesta de los mineros por
el cierre de las minas de carbón, señaló “no hay alternativa” que marcó un
parte-aguas en la historia política, social y económica de Inglaterra.
Sin embargo, el “sin retorno” está referido a la imperiosa
necesidad de un trascendente y estructural transformación cultural que se
demanda a los actores de la producción -sean empresarios, trabajadores y/o sus
respectivas representaciones por tamaño y sector.
Sin esa transformación, el “sin retorno” se ha de
transformar, inexorablemente, en el “no hay alternativa”. Para pensarlo y
actuar, como diría el santo de Aquino “hic et nunc”.
Sin embargo pareciera que existe desde la instalación del
Gobierno de Cambiemos una segunda estrategia que también parece tener una muy
sugestiva importancia y que hace que el propio Presidente la use como medida de
su éxito o fracaso: la pobreza.
Es cierto que al iniciar el Gobierno, éste se encontró con
un verdadero desquicio que podríamos decir sistémico en tanto la corrupción
había ya socavado los pilares centrales de la República y estaba convirtiendo a
la forma democrática y de libre expresión en una suerte de “Unicato” (del que
ya la Argentina también conoce sus resultados desde el Gobierno de Juarez
Celman donde también la corrupción llegó hasta falsificar emisiones monetarias-
recordar que eran tiempos del patrón-oro y la Caja de Conversión – y que no se
podía emitir moneda que no se reflejara en las tenencias de oro del tesoro).
Pero su diagnóstico asoció, como una de las causales, a la
inflación.
Fenómeno estructural de la historia económica argentina y,
coincidimos, una parte puede ser imputado a los impactos que la inflación tiene
sobre los ingresos sean fijos o eventuales, de los argentinos a tal punto que va
erosionando a los diversos sectores reduciéndolos a la pobreza y a la
marginación.
Ahora bien si se acierta en el diagnóstico, si se acierta en
la enunciación el punto álgido es la decisión respecto de cuáles son las
tácticas a implementar y quién ha de ser el que la conduce.
En éste punto lo que está a la vista un cierta disociación,
una asimetría que cada vez es cada vez más notable entre la definición de una
de las bases de la pobreza cómo es la inflación y los instrumentos que pone en
juego quién conduce esa “batalla” contra tal flagelo.
Concebir un problema estructural como la inflación como un
problema monetario pone en evidencia ya no sólo un mal diagnóstico, sino que
implica desconocer el desarrollo histórico del problema y el modo en que se
gestó y como se desarrollaron las instituciones de la sociedad frente a tal
fenómeno a veces insoportable, a veces de “mágico” control, pero siempre
minando las bases de un desarrollo republicano y democrático.
Quién ha tomado la responsabilidad de llevar adelante la tarea
de no sólo reducirla, sino que también ponerle límites ciertos ha adoptado una línea
teórica que ya ha demostrado, sea en el lugar del mundo en que se haya
aplicado, estrepitosos fracasos y consecuencias muy distintas a las que se
propone la estrategia gubernamental enunciada en el CCK el pasado 30/10/2017.
La visión monetaria de la inflación es, desde el punto de
vista teórico, un modo de concebir la inflación que obvia el desarrollo
histórico de la sociedad.
La inflación refleja no sólo la “batalla por la distribución
del ingreso” lo que sería una simplificación del problema, sino que su permanencia
en la estructura económica a lo largo de largos años, pone en evidencia la
debilidad institucional de la sociedad argentina incapaces de asumir
compromisos sustentables y cuyo rasgo podríamos decir que ésas instituciones
han actuado en un modo “veleta” dejándose llevar por intereses de cortísimo
plazo y carecer de una visión de largo plazo y siendo consistentes con su nivel
de responsabilidad social.
Muy por el contrario, la política monetaria de combate a la
inflación ya se está mostrando, como decimos los economistas, inelástica al
objetivo que se propone.
Más aún, el Banco Central, responsable del desarrollo de ése
“combate” contra la inflación va por un camino a llevar la tasa de política
monetaria con tendencia a “infinito” y “absorber” vía los diversos instrumentos
casi la totalidad de los billetes (y porque no las monedas) que circulan en la
economía y así y todo, la inflación continuara su marcha indiferente a la
aplicación de las diversas amputaciones que se diseñen.
Hasta acá, los “resultados” de control de la inflación
tienen como contraparte un déficit cuasifiscal (compuesto básicamente por la
emisión de LEBAC) que ha superado todos los límites admisibles y que genera
dudas muy serias de como habrá de resolverse. La emisión de LEBAC ha convertido
al BCRA en un adicto irrecuperable que “demanda” cada vez mayores dosis.
Cómo buenos “dealer” reclaman cada vez un mayor retorno al
adicto, mientras el conjunto de la sociedad desarrolla en el ámbito productivo
esfuerzos enormes para revertir una recesión debida a la aplicación de erróneas
políticas económicas denominadas “heterodoxas” caracterizadas por un mero
distribucionismo de corte populista.
Lejos de comprender las causas de semejante proceso recesivo
y comprender que las bases de lo que ahora se ha dado en llamar “inflación core”
no están en otro lado que no es más que en las diversas jurisdiccionales del
Estado que a través de una increíble “creatividad tributaria” dieron lugar a un
sistema tributario donde sin ponerse colorado un Ministro de Economía
provincial reconoce que el Impuesto a los Ingresos Brutos (impuesto cascada)
significa un 10% del precio de un producto eso sin contar “Impuesto de
Emergencia” como el de las Actividades Financieras (impuesto al cheque) o tasas
nacionales, provinciales y municipales que ponen a cualquier ciudadano en la
perplejidad sin contar el costo que implica un enorme complejo sistema
legislativo y normativo que obviamente casi nadie conoce y que genera una
verdadera industria del litigio o hace realidad un viejo apotegma de la
Administración Pública: “te invento el problema, luego, te vendo la solución”.
Pero no, es más fácil tomar decisiones conforme una
estructura estadística de grandes consultoras, basadas más en el “ojímetro” que
en métodos revelados y científicos, obviamente me refiero al REM, un
constructor de expectativas disociado de la realidad productiva.
Obviamente, el combate contra la inflación como parte de la
pobreza de 1/3 de la población argentina no habrá de pasar de lo logrado
dejando a su paso como señalamos un stock de deuda pública en manos del sector
privado que nadie sabe cómo se honrará.
No hay, con esta política monetaria, supuestamente
antiinflacionaria, desarrollar un proyecto productivo cuya Tasa Interna de Retorno
supere las tasas de interés que promueve la tasa de política monetaria.
Obviamente, la pregunta es, ¿Cómo se conjugan ambas
estrategias gubernamentales?
La política monetaria del BCRA induce a un proceso de
concentración y centralización del capital del que sólo saldrán ilesos aquellos
capaces de obtener financiamiento en ámbitos ajenos al sistema financiero local
o que, ligados a la exportación, “calcen su flujo de fondos” en moneda “dura”
(u$s) aunque el aumento de la tasa de interés en EEUU y una posible reforma
impositiva que imponga menos peso tributario a las empresas radicadas en EEUU
pero de proyección multinacional hará más difícil ése reabastecimiento de
crédito.
Es en éste punto que, coincidiendo con lo expuesto en el CCK
el 30/10/2017 por el Presidente de la Nación y en pleno momento de ejecución,
me pregunto, ¿no será acaso que ambas estrategias políticas coincidan en el
preciso momento en que ya haya operado el proceso de concentración y centralización
y la post crisis, como es obvio a lo largo de la historia, encuentre menos
actores con un perfil productivo lo suficientemente adaptado (tal como decía
Darwin en relación a las especies) a las necesidades de la estrategia enunciada
en el CCK. La eliminación de las líneas de crédito que promovían la inversión
productiva de las PYME es una señal bastante elocuente.
Dejamos la pregunta ¿son ambas estrategias funcionales entre
sí?
Dejo mi respuesta: SI
Colegiales (CABA), 11 de noviembre de 2017
Lic. Carlos Guillermo Schwartzer
Colegiales (CABA), 11 de noviembre de 2017
Lic. Carlos Guillermo Schwartzer
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