Perspectiva
del mundo profesional
La
estrategia del desarrollo del siglo 21
Las Pequeñas
y Medianas Industrias.
Este texto fue escrito hacia fines de
julio de 2014. Estimo que aún es válido. Por ello me animo a darle una nueva
vida. A veces, sé que es difícil comprender algunos procesos y que la respuesta
es el rechazo, la indiferencia y en otros la marginación. No me siento
conmovido por ninguno de ésos sentimientos. Sostengo mi visión, eso es modestamente,
todo.
Los conflictos nacionalistas iniciados a partir de alrededor
de 1870, precisamente momento en el que irrumpe una nueva y profunda etapa de
revolución industrial en lo que ha dado en llamarse el “modo de producción
capitalista” y que tuvieron su expresión final en las grandes guerras y
redefiniciones geopolíticas que durante 50 años fueron el fundamento de grandes
conflictos armados en pro de asegurar y conquistar mercados, pero que como
telón de fondo opero, sin lugar a dudas, una transformación de la producción,
del modo de producir, de que se producía y para quién, etc., etc.
Es decir, deberíamos volver atrás en nuestro concepto y
señalar que más que una “transformación” que se refiere a la adopción de una
nueva forma, pero sin cambiar la sustancia de la forma, deberíamos hablar de
una nueva –aunque dolorosa y dramática etapa- de construcción de algo nuevo
inédito.
Sin temor a equivocarme, podría decirse que la “historia
paria otro capítulo”, que algo nuevo quedo expresado a partir de mediados del
siglo 20 y que hoy, en los primeros –podríamos decir- primeros 20 años del
siglo 21 ha comenzado a mutar para dar paso, no podemos aventurar el momento, a
otra forma, a otra concepción de la producción, del cómo se produce, de que se
produce e incluso quién produce y para quién.
Vuelvo al mundo musical.
El siglo 19, precisamente hasta mediados de él, vivió el
auge de las orquestas sinfónicas y filarmónicas orientadas a ejecutar grandes
obras musicales que requerían un sin número de ejecutantes de diversos y
variados instrumentos de sonidos y armonías y que requería un director, alguien
que conduzca la reproducción de la gran obra musical.
La contracara del mundo de la producción en aquellos años,
era las grandes fábricas que albergaban miles de obreros sujetos a un régimen
disciplinario sin el cual, la producción era inviable. El director sinfónico y
el director de la producción en ésas grandes concentraciones fabriles tenían un
mismo objetivo: que la producción se ejecute.
No pretendo desarrollar aquí otras analogías, pero
permítasenos saltar en el tiempo y situarnos en los tiempos post segunda gran
confrontación militar en territorio europeo ( a veces me resulta contradictorio
y no he logrado resolverlo si se trató de una “guerra mundial” por la explosión
final de Hiroshima y Nagasaky y no tanto por el Acuerdo de Yalta o si,
precisamente por éste acuerdo y ésa partición del mundo entre potencias
europeas, no se trató más que, como señalan importantes historiadores, de una
“guerra civil europea”.
Sin embargo, junto con las “puesta en escena” de la energía
nuclear, como factor de disuasión geopolítica, también llegaron a su fin la
época de las “big band”, de las orquestas al estilo de Glenn Miller, Artie
Shaw, etc. Como también el ámbito de las orquestas sinfónicas fue resolviendo
en formaciones menos numerosas, en más importancia a la música de cámara, con
menos ejecutantes.
Una nueva revolución industrial comenzó a exponerse cuando
el “Elona Gay” lanzó a “Little Boy” sobre Hiroshima y cuando el también B-29,
lo hizo sobre Nagasaky “Bockscar” lanzó “Fat man”, puso en marcha otra era: la
era atómica.
Esa etapa, aunque no concluida ni mucho menos superada está
entrando en una etapa de maduración que, aunque aún resta mucho camino por
recorrer está claro que los Estados han tomado de las más diversas formas
posibles, control sobre el desarrollo, disponibilidad y aplicación de la misma.
Es decir, es una “revolución industrial” bajo estricto control de las mayores
potencias del mundo.
Así, el inicio de ésa etapa, para volver a la paradoja, las
“big band” dieron paso a los sextetos, cuartetos, tríos y el denominado “bebop”
instaló el valor de la “improvisación” de la expresión individual de un
ejecutante en marco de 3 o 4 compases básicos por sobre las partituras
preconcebidas y que ponían en evidencia la conducción estricta de quien era el
responsable de la producción musical, o sea la “banda” para sustituirla. Se
expresó de esa manera la creatividad, un permanente rediseño de la idea
musical, expresada sólo en 3 o 4 acordes básicos, sin siquiera una partitura.
Fue (es) la explosión de la creatividad, de la imaginación,
de un modo absolutamente novedoso del desarrollo de las ideas.
Paralelamente, en el ámbito de los jóvenes se establecía la
“banda de rock”; 4 no más de 6 componentes, donde la poesía convocaba a librar
otras batallas frente a un sistema mundial que se redefinía. Woodstock, la isla
de Wight fueron tal vez las expresiones de estas manifestaciones pero no las
únicas.
Quedó expresado allí, durante esos difíciles años 60 y 70
una transformación estructural donde la música ahora impactó definitivamente en
el mundo de la producción y del trabajo.
Desde aquellos años los modelos de organización de la
producción comenzaron a transformarse, a redefinirse de tal forma que el
“fordismo” (como modelo típico y paradigmático de la producción en serie)
comenzó una crisis que, ahora en ésta primeras décadas del siglo 21 podemos
decir: perimido.
Los “lay out” de los procesos productivos se transformaron.
La logística, fundamental durante la guerra, se reconvirtió hacia el ámbito de
la producción y la distribución y se constituyó en un espacio ingenieril
propio.
Así, podríamos analizar cada uno de los momentos
productivos, desde los materiales hasta los referidos al marketing de la
producción y como éste determinó el consumo.
Lo cierto es que está en curso una nueva revolución
industrial que ha convertido la problemática de las Pequeñas y Medianas
Industrias Argentinas, que por su permanencia ya resultan estructurales, en lo
que podríamos llamar "la estructura de la queja".
Un multiplicador de Lagrange de valor indeterminado pero
creciente. Pese a ello y cada vez con mayores dificultades, se podían -algunas-
incorporar a esa nueva dinámica mundial.
Esa incorporación, algo así como subirse a una
"calesita" funcionando a máxima velocidad y que desarrolla una fuerza
centrífuga de singular valor resulta, para las PYME argentinas, una tarea
compleja y difícil, muchas veces difícil de comprender, aún por los propios
industriales.
Esta revolución industrial que supero la tan temida crisis,
devenida de una mayor, que fue básicamente financiera y que aún hoy perdura, en
tanto los Estados Nacionales están más preocupados en resolver el derrumbe
financiero y se han alejado de los problemas productivos porque en algunos
casos o bien estos ya han sido resueltos por la propia industria y en otros
porque atenderlos implica una transformación total de sus paradigmas de
gestión: la industria no figura en sus planes ni por acción ni por omisión sobre
todo cuando los países son agroexportadores.
Pero, y eso es lo dramático, nadie se ocupó de las masas de
excluidos que ésta revolución industrial generaba. Así, se esparció por el
mundo una nueva pandemia: el desempleo y sus lacerantes consecuencias.
En los últimos 10 años ha aparecido una “nueva revolución
industrial” con epicentro en la actividad manufacturera, que se caracteriza por
una utilización cualitativamente inferior de insumos.
Pero, también en estos tiempos los procesos productivos,
como lo muestran diversas industrias: se fragmentan y externalizan, manteniendo
sólo como propios los procedimientos estratégicos del proceso de producción,
básicamente aquellos de tecnología sensible o de altísimo valor agregado.
Cuando hablamos de “alto valor agregado” nos referimos ni
más ni menos a una cuestión de una relevancia estratégica fundamental.
Tanto los productos (bienes finales) pero en particular lo
que se denomina en economía el “capital fijo” ya no se mide, como lo lleva
adelante la Aduana por kilogramos.
El “capital fijo”, (Marx ya lo preveía) tiene un altísimo
contenido del llamado “capital intelectual”. Más aún, cuanto mayor contenido,
diríamos los economistas, mayor “valor” tienen, ya no sólo por una dogmática
aplicación de la teoría del valor-trabajo, sino por la aparición en escena de
que lo que le da “valor” a las cosas, como diría Smith “útiles y necesarias
para la vida” son aquellas que contienen un altísimo grado de conocimiento, y
siguiendo a Smith, estos bienes no se obtienen “por la benevolencia”.
Pero si algo es cierto, la electrónica, que es el tema
central de vuestro Simposio Argentino de Sistemas Embebidos (SASE) 2014
que precisamente, más allá del debate necesariamente técnico que Uds. están
desarrollando, posee un componente fundamental para las Pequeñas Y Medianas
Industrias.
Del desarrollo de los denominados “sistemas embebidos” surge
una completísima oportunidad para los estudiantes de desarrollar Pequeñas y
Medianas Empresas que nos plantean un enorme desafío de comprensión e inclusión
en el sistema de representación gremial empresario.
Así, sin ir más lejos, la Computadora Industrial Abierta
Argentina (CIAA) (ver http://www.proyecto-ciaa.com.ar/
) cambia la lógica con la cual se agrega valor a la producción industrial,
porque rompe un esquema individual donde cada empresa debe afrontar en soledad
todos los costos, riesgos e incertidumbres que conlleva el desarrollo de nueva
tecnología, y lo reemplaza por otro colaborativo en el que muchos de esos
riesgos y costos se minimizan o incluso desaparecen gracias a esta nueva forma
de construir conocimiento.
La problemática industrial debe y deberá enfrentar 3
problemas básicos: el cambio climático que genera con efectos sobre la producción
agrícola, las cuestiones sociales derivadas de un uso menos extensivo de
trabajadores y la integración del “cloud computing” a los procesos productivos.
Pero también, y en particular las PYME, deberán enfrentar el
desafío de la asociatividad para acceder al conocimiento. Una asociatividad
"abierta". ES un desafío que para las PYME es heroico.
A su vez, lo más importante de la nueva revolución
industrial no es la disminución de la fuerza de trabajo, sino la creciente
carencia de mano de obra suficientemente calificada que experimenta. Esta
divergencia creciente implica que la disparidad será cada vez mayor a medida
que se acelere la nueva revolución industrial. Aquí se encuentra la razón de
fondo del aumento incesante de la desigualdad en los ingresos y de allí la
cuestión social a resolver.
El modelo de desarrollo capitalista que, ésta nueva
revolución industrial genera, es un sistema integrado global de producción que
desarrolla dos movimientos simultáneos: fragmenta los procesos de producción y
los externaliza.
Esto da lugar a un desarrollo de PYME Industriales cuyas
características aún no son bien comprendidas dado el nivel tecnológico que
poseen y las demandas y problemáticas que plantea, en particular se instalan
como una “cadena de valor” que órbita en torno a la empresa madre ( en general
una gran corporación)
Su norma directiva es que las pautas de producción,
innovación y calificación (reglas de competencia) son las mismas para todos los
anillos de la cadena. Por eso, los sectores rezagados se ven forzados a
converger hacia los más avanzados (convergencia estructural), o de lo contrario
desaparecen del mercado.
En el marco de la nueva revolución industrial, el desarrollo
capitalista es un gigantesco proceso de integración, cada vez más acelerado, en
el que el punto hacia el que se orientan todos los actores es una frontera
siempre móvil, en continua reinvención.
A su vez, el impacto de la nueva revolución industrial en la
Argentina obligó a las PYME a requerir a los trabajadores mayor productividad y
a las propias empresas inversiones en transformación de sus procesos
productivos e innovación tecnológica.
Obviamente, decir que la problemática industrial “ya ha sido
resuelta” es referirse a que la solución provino de la dinámica del mercado capitalista,
es decir, las más débiles –en general Pequeñas y Medianas Industrias –
desaparecieron (o tienden a ser excluidas con el impacto social que ello
genera) están enfrentando un cierre silencioso o se deslizan a la marginalidad
para poder sostenerse.
No obstante, la Industria Argentina, y en particular la
Pequeña y Mediana, muy lejos todavía de las transformaciones estructurales de
la Industria mundial tiene una agenda de temas pendientes para poder ir
reduciendo la distancia que la separa.
La nueva etapa de la revolución industrial en curso tendrá
como resultado final una mayor concentración y centralización no sólo económica,
sino que también política que habrá de contrastar con una altísima dispersión
social y que ésta tensión entre lo económico-político y lo social tiene a las
PYME como protagonistas en la articulación de la resolución de las tensiones
que YA se están manifestando.
Dice Jorge Castro en un artículo del 06/07/2014:
Pero lo importante en el capitalismo no es la oferta laboral de la que
se carece, sino la magnitud y calidad del poder productivo que le ofrece su
fuerza de trabajo. “El capital real no es el capital, sino el trabajo”, dice
Marx (Grundrisse). Los productos de alta tecnología no son seres dotados de
vida propia, sino la inteligencia imbuida en ellos por una fuerza laboral que
ha dejado de operar en forma directa y material y ha adquirido un carácter
abstracto y universal. Se ha transformado en “inteligencia colectiva”.
Al hacerlo, se ha convertido en el principal factor de
producción, por encima del capital fijo y de la fuerza de trabajo material; y
los bienes de alta tecnología que ha creado son un derivado de su excepcional
potencia creadora: “nube”/Internet móvil, la maquinaria del siglo XXI.
El predominio de la “inteligencia colectiva” se presenta a
través de dos dimensiones: automatización creciente (robotización); y
aceleración de la revolución en las telecomunicaciones y el transporte, al
punto de que el tiempo aniquila al espacio y la instantaneidad impone una hegemonía
sin límites.
La “inteligencia colectiva” deviene en “sociedad del
conocimiento” cuando se movilizan, como ha ocurrido en las últimas tres
décadas, la totalidad de los recursos intelectuales de una sociedad. Su avance
no depende de los mayores medios técnicos, sino del auge extraordinario de la
subjetividad –iniciativa, creatividad– de los individuos que la componen.
Se requieren individuos más creativos, más libres.
Los nuevos empresarios digitales (start ups) eran 240.000 en
2008 y treparon a 2,6 millones en 2013 (+ 50% anual); y el año pasado las
grandes firmas high-tech compraron start ups por U$S 250.000 millones, cifra
que se duplicaría al concluir la década. Así, la fuerza de trabajo se socializa
y se intelectualiza, mientras que exige a sus integrantes que sean
emprendedores libres y creativos, profundamente individualizados e
identificables.
Este es el fundamento del nuevo mecanismo de acumulación
global. Esta exigencia no es obra de un impulso ético, sino una coerción
impuesta por la necesidad, que son las reglas de la competencia. Esta es una
época curiosa que fuerza y coacciona el auge de la libertad.”
Nos preguntamos ahora nosotros: ¿Están las instituciones
gremiales empresarias preparadas para procesar las demandas de ésta nueva
expresión de los procesos productivos que dan lugar al nacimiento (y
mortalidad) de nuevas PYME a una velocidad inusitada y con una problemática
cada día más compleja, que requiere incorporar cada vez nuevos actores.
Queremos decirles, enfáticamente: NO.
Ellas mismas deben someterse a un proceso de innovación
profunda, estructural, dolorosa. Tanto en la organización institucional como en
las metodologías y procedimientos sean de la participación y la inclusión cómo
en su capacidad, calidad y temporalidad de la respuesta.
Los procedimientos colaborativos también deben llegar a
quienes ostenten ser representativo de las PYME. Los modelos piramidales,
tecno-burocráticos, plenos de consignas disciplinarias forman ya parte de la
Historia.
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