23 enero 2012

Es el espanto y no la defensa de la Industria Nacional,

El marketing de los diversos controles impuestos a las importaciones (licencias no automáticas para la importación de listas de productos cada vez más amplias; creciente intervención aleatoria, arbitraria e informal (vía llamadas telefónicas) del secretario de Comercio en los mercados financieros, de cambios y en el despacho a plaza de mercaderías importadas ; presión (también arbitraria y sin normas escritas) sobre los importadores para “machear” el valor de sus compras externas con exportaciones; restricción y autorización previa para las compras de divisas para atesorar, pagar servicios, gastos de turismo y giros de utilidades y, finalmente, un control generalizado y autorización previa de todas las operaciones de importación) fue puesto en valor bajo el argumento de una frase presidencial en un acto de la industria de la construcción.

Dijo la Presidenta: Es necesario no depender de la importación, por eso no queremos importar ni un clavo y queremos que sea todo producto argentino".

Esta declaración no fue el grito de guerra en defensa de la Industria Nacional, sino la expresión final de una realidad: Argentina muestra señales de insolvencia y carece de las divisas imprescindibles para hacer frente a sus compromisos externos y adicionalmente importar aquello que razonablemente no produce.

Obviamente, no importa el que quiere, sino el que puede, es decir, sólo las naciones solventes pueden darse un plan de participación de las importaciones en su desarrollo industrial.  Argentina es un país insolvente cuya situación se ha complicado aún más por el impacto que la imprevisión, agravada por la sequía, habrá de tener sobre nuestra economía.

La defensa de la Industria Nacional es otra cosa.

Implica generar un ambiente propicio para su desarrollo trabajando con decisión sobre aspectos centrales de la competitividad sistémica como por ejemplo: ley de Riesgos del Trabajo, programas financieros que alienten la inversión y que asuman los riesgos de un proyecto (pedir garantías reales discrimina y acota el desarrollo industrial para aquellos que en lugar de invertir su rentabilidad en las empresas lo hicieron en ladrillos que a decir de la propia Presidenta es la única inversión segura), reinversión del saldo del impuesto a las ganancias en bienes de capital, promover las exportaciones en lugar de gravarlas con derechos de exportación (retenciones ad valorem ) masivos; y la obligatoriedad de liquidar las divisas provenientes de la exportación; entre otras medidas imprescindibles.

No debe cometerse el error de que “el fin justifica los medios”. Estos medios, meras prohibiciones motivadas por la insolvencia generan a la inversa de los que se anuncia, pulsiones de desindustrialización. ¿Quién hace un plan de inversiones en un país que no sabe si va a poder contar con el equipamiento de origen importado que requiere?

No hay que dejarse engañar. A este paso, es ciert lo que dice la Presidenta, no podremos comprar ni un clavo.

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