16 mayo 2010

UROBOROS (1)

Las informaciones sobre la evolución de algunos sectores económicos dan cuenta de una realidad: los incrementos del consumo están orientados con mucha firmeza a los bienes de consumo durable (autos, TV LCD, etc) y al mercado inmobiliario (señala el informe del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires que las escrituras se incrementaron en un 37% en el periodo enero-abril del 2010 respecto del mismo periodo del año anterior).

Paralelamente, los sectores asalariados y con menos posibilidades, intentan el mismo camino por la vía del aún elástico financiamiento al consumo (lo que también genera dudas respecto a la sustentabilidad del endeudamiento de las familias)

Mientras tanto la inversión en bienes de capital, innovación tecnológica, nuevos diseños e incluso la mera modernización o ampliación de plantas ha quedado relejada.

Para decirlo técnicamente, no existe en la Argentina ni adecuada financiación (tasas, plazos y condiciones) ni es posible ya – por los recortes a los beneficios ocurridos durante los 2 últimos años - proyectos autofinanciados que permitan generar como resultado esperado la tasa de interés que se cobra en el sistema financiero argentino y ni tampoco existe certeza de que los fondos propios, originados en la rentabilidad realizada, puedan ser recuperados en los plazos previstos, lo que habla a las claras que la expectativa empresaria está evaluando descensos estructurales en las rentabilidades futuras.

Frente a tal panorama, reaparece la visión rentista-patrimonial. Se acumula riqueza y se recorta el proceso de producción. Lejos de darle dinámica al capital, convierte a éste en patrimonio, en riqueza congelada y se le resta así, potencialidad y capacidad de reproducción al elemento fundamental del desarrollo económico.

Muchos señalan que existe un buen nivel de actividad económica pero no logran, ni tienen la expectativa de poder hacerlo, desarrollar planes de inversión orientados sea a la modernización o a la innovación o incorporación de nuevas tecnologías o materiales. Rotan sobre si mismos pero no producen traslación, algo así como trompos impulsados por su propio entusiasmo.

Es por eso que, cómo señalamos en entradas anteriores, ponemos límites a los mensajes que dan los Índices de Producción que parecen dar cuenta de expectativas de mejoras que no se pueden proyectar, de dudosa sustentabilidad y altamente volátiles a tal punto que cualquier alteración coyuntural las modifica de modo sensible.

No hay política de inversión y, consecuentemente, no hay instrumentos acordes. Se promocionan créditos, beneficios y programas de la más diversa índole, con un común denominador: la ineficacia y la ineficacia.

El Poder Ejecutivo anuncia en éstos días una nueva convocatoria para la Ley de Promoción de Inversiones cuyos beneficios son "ex post", es decir, ésta debe ejecutarse conforme un determinado proyecto en plazos previamente establecidos como consecuencia de los cuales se accede al beneficio. En consecuencia se requiere disponer de una estructura de financiación al mismo que, como dijimos, no existe hoy en la Argentina.

La verdadera promoción de la inversión es mediante programas que promuevan la inversión con franquicias "ex ante" tales como capitalización del impuesto a las ganancias, tasas de interés específicas modalidades de amortización acordes al fin, mejoras en la reglamentación del leasing, entre otras.

Claro, las políticas de promoción "ex ante" reflejan una cultura productiva de parte del conjunto de la sociedad, empezando por sus gobernantes.

Por un lado, guste o no, Argentina es un país con una enorme renta agrícola que las políticas públicas no logran transformar en capital. Por otro lado, no se logra instalar en la cultura, el trabajo como fundamento del bienestar, la justicia distributiva y la equidad social.

Muy por el contrario, las políticas públicas actuales inducen al consumo desenfrenado antes que al ahorro y la inversión. Los excedentes obtenidos en las oportunidades y ventajas comerciales (que no son eternas) son convertidos en gasto público no productivo bajo la creencia de que es la forma de eliminar las desigualdades y la pobreza.

Lejos de mostrarse pro activos ante la inversión y el desarrollo prefieren promover el consumo como indicador del bienestar y cuando éste sobrepasa la capacidad de producción y reproducción del sistema productivo, antes o después, el destino esta sellado: más allá de cómo se exprese una nueva crisis aparecerá en el horizonte y sus consecuencias obvias serán más pobreza, más miseria y más atraso.

Si el consumo, como destrucción creativa, no incita o promueve la producción, el límite es bastante cercano y como los uróboros nos iremos consumiendo a nosotros mismos.

La política económica argentina parece inducir al conjunto de la sociedad a una "hibris"(2), a una desmesura en materia de consumo que irremediablemente deberá enfrentar su "némesis" (3).


1 El Uróboros u Ouraboros, es la emblemática serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, representado con su cola en la boca, devorándose continuamente a sí mismo.

2 La hibris o hybris (en griego antiguo ὕϐρις húbris) es un concepto griego que puede traducirse como 'desmesura' y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en uno mismo exagerados

3 En la mitología griega, Némesis (llamada Ramnusia, la 'diosa de Ramnonte' en su santuario de esta ciudad) es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna


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