11 abril 2009

CAJITAS CHINAS

El Acuerdo suscripto con el Banco Popular de China genera un impacto estructural en el diseño de la política monetaria y cambiaria que el BCRA parece querer “bajarle el perfil” asignándolo a la necesidad de fortalecer la posición de reservas del BCRA.

Ahora bien, ¿Por qué es necesario fortalecer lo que una y otra vez nos dice que es fuerte?. Sin embargo, y pese a que el BCRA y el Gobierno evitan reconocerlo, la conversión a dólares puede transformarse en un inmenso negociado. El JP Morgan ya anda tras el.

Se niega, una y otra vez, el impacto sobre las transacciones comerciales. Nos preguntamos, fuera de relaciones comerciales ¿Qué otra relación tenemos con China? Volvemos a preguntar, ¿permitirá China que su moneda sea convertida a dólares poniendo en evidencia sus propias debilidades?

¿Cuál es la razón por la que Argentina habrá de requerir yuanes? ¿es que se ha acordado con los acreedores “holdout” un sistema de compensación tal que éstos prefieran recibir yuanes y no dólares estadounidenses?

¿Qué otra cosa tiene para pagar en el mundo la Argentina en yuanes que no sea su comercio exterior?

Se dice, es un acuerdo contingente para que los dos Bancos Centrales dispongan de liquidez en la moneda del otro país y se niega la mejora la competitividad de las exportaciones Chinas a la Argentina. No existe otro destino que el de resolver los saldos comerciales. No es posible pensar que el Banco Popular de China participe en alguna ingeniería financiera para evitar una corrida cambiaria post electoral. Pero a su vez, los acuerdos suscriptos por China con otros países (Malasia, Corea, Bielorusia, entre otros) tienen un explicito sentido comercial.

Pero los resultados de la reunión en Londres del G-20 abonan nuestra convicción.

Si la “jugada china” era mostrar adeptos y voluntades para un cambio de moneda mundial y Argentina, oportunista al fin, como todo desesperado, adhirió en la hipótesis de que los EEUU abdicarían el rol que desempeña en la economía mundial el dólar, podemos decir que como la ronda infantil: todas las cuentas le salieron mal. Más aún, en las próximas reuniones bilaterales, EEUU le puede sugerir a los chinos que con los dólares acumulados, compren productos norteamericanos.

La reunión del G-20 no fue otra cosa que un recordatorio al mundo en general que la estructura de poder vigente no será modificado y que el capitalismo como orden social es el que es y que las recetas “keynesianas” tal como lo pensó y expuso Lord Keynes no están diseñadas para transformar el capitalismo sino para reproducirlo de un modo más eficiente.

Pero la República Argentina no necesita acuerdos con países que han basado su crecimiento en la competencia desleal, el dumping, violaciones permanentes a las normas del Trabajo Decente. Ni siquiera se pueden justificar en base a un dudoso pragmatismo. En los hechos es un mero oportunismo que intenta mostrar una inexistente fortaleza que traerá peores consecuencias que las sufridas hasta acá por la Industria Nacional.

China no es buen socio para estas aventuras monetarias. Sobre todo porque Brasil sí suscribió un acuerdo de características similares pero con el Sistema de Reserva Federal de EEUU y eso pone en evidencia un posicionamiento en el poder mundial del que evidentemente Argentina ha sido desplazada.

Es posible que en el imaginario el objetivo final sea el mismo que Brasil; pero mientras la calidad institucional sea cuestionada, el objetivo resulta cada vez más del reino de los deseos que de las realidades. ¿Es tal vez el “blooper” de la foto del G-20 la medida de la indiferencia con la que somos tratados en el mundo?

El dinero es parte necesaria del proceso capitalista de “producción-distribución-cambio-consumo”. No es autónomo. Convertirlo en tal es la ilusión de los fracasados que han sido causantes con esos desatinos de promover fantasías que siempre terminan en crisis como las actuales.

Finalmente, es cierto lo que señalan importantes analistas internacionales. Esta es una crisis para ser interpretada a la “sombra de Marx” y tal como señaló el filósofo alemán parafraseando a Shakespeare, “un fantasma recorre Europa” (y al sistema capitalista en general). Ese fantasma no es otro que la percepción de que ésta no fue la última crisis que habrá de suceder, ni tampoco es ésta la más grave ni profunda, como agitan algunos, pero “las placas tectónicas” del capitalismo se han movido y ya nada volverá a ser lo que fue, incluidas las esperanzas de eternidad que tienen algunos respecto de él.

Como señalara Marx en El Capital hace 142 años: "Los dueños del capital estimularán a la clase trabajadora para que compren más y más bienes de consumo, viviendas y tecnología, haciéndoles deber cada vez más, hasta que su deuda se vuelva insoportable. La renuncia al pago de la deuda llevará a los bancos a la bancarrota, por lo que tendrán que ser nacionalizados y el Estado dirigir la economía". No existía Keynes y los “keynesianos” todavía no abrumaban al mundo con sus “recetas mágicas”. No obstante, cualquier similitud no es mera casualidad y la futura repetición de estos mismos sucesos, tampoco.

Ese movimiento “subestructural”, debería ser tomado en cuenta por la política exterior y económica argentina porque el acuerdo suscripto y el modo en que se lo está presentando el Directorio del Banco Central es la prueba evidente de que hemos tomado para el lado equivocado y que la búsqueda de fortalezas financieras en los lugares equivocados con métodos que más que no tradicionales resultan de una peligrosa audacia, crean nuevas y más complejas debilidades a la verdadera fuente de la riqueza nacional: la Producción y el Trabajo de los Argentinos.

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