14 mayo 2008

“El Mayo Francés fue sólo una pantomima”

Lo afirma el filósofo Alain Finkielkraut


Miércoles 14 de mayo de 2008

Publicado en la Edición impresa en "Los intelectuales del mundo y LA NACION"


PARIS.– Entre todos los actores del Mayo del 68, el francés Alain Finkielkraut es, probablemente, el más crítico de ese movimiento, que muchos vieron como génesis de una nueva sociedad. "Fue una pantomima disfrazada de drama", dispara. Filósofo, polemista, provocador y ultralaico, este defensor del orden, la escuela y los valores tradicionales de Occidente es detestado por sus múltiples enemigos, que lo llaman reaccionario cada vez que abre la boca.


Estoico al límite de lo absurdo, "Fink", como se lo llama, sigue denunciando "el progresismo blando de los biempensantes", "el racismo antiblanco" y el renacimiento del totalitarismo en nombre de un "absurdo mestizaje universal" y de un "igualitarismo que se confunde con la indiferenciación". A los 59 años, el más polémico de los nuevos filósofos dice: "No creo que haya que dar al Mayo del 68 un papel histórico. Francia ha caído una vez más en la trampa de la conmemoración".


–Pero ¿qué fue el Mayo del 68?


–Fue simplemente un momento de un proceso anterior. Un proceso ya analizado por Alexis de Tocqueville [1805-1859]. Cuando Tocqueville viajó a Estados Unidos y descubrió allá el peso de la democracia, en vez de tratar de comprender la historia a partir del concepto de civilización, decidió estudiarla a partir de la igualación. Porque la igualdad, tal como se presenta en las democracias modernas, es un fenómeno ambiguo, del que Tocqueville ve desprenderse dos tendencias: una que provoca la apertura del espíritu, mientras que otra, por el contrario, produce su estrechez.


-Usted critica, sobre todo, a la escuela actual.


-Porque los papeles de maestro y alumno fueron totalmente transformados. Después de los 60, la escuela terminó convirtiéndose en una institución educativa igualitaria. La autoridad del maestro sobre el alumno fue profundamente cuestionada. Hasta la misma transmisión del conocimiento fue calificada por Pierre Bourdieu de opresión. Todo el problema está allí: ¿es posible devolver a la escuela su especificidad institucional en un mundo que se dice totalmente democrático? Yo soy muy escéptico.


-Según usted, es un error erigir la discriminación como un crimen mayor en nuestras sociedades occidentales.


-Así es. En un primer tiempo uno está contento porque dice: ¿qué puede ser peor que excluir a alguien por su religión, sus orígenes, su sexualidad, etcétera? Pero, poco a poco, termina dándose cuenta de que es la discriminación misma -es decir, el discernimiento- lo que se califica de racismo. Ya no tenemos el derecho de hacer diferencias entre los seres humanos. O, más bien, toda diferencia debe ser pensada desde una óptica igualitaria.


-Usted también critica lo que llama la ilimitación de los derechos humanos.


-El individuo es antes que nada considerado un ser titular de derechos. En apariencia, a los derechos del hombre se opone su supresión, es decir, la dictadura. Pero las cosas son mucho más complejas. En Francia, por ejemplo, después de Mayo del 68 apareció un nuevo derecho: el derecho al diploma. Cuando el alumno no consigue ese diploma, se denuncia inmediatamente el fracaso de la escuela, jamás el fracaso del alumno. Porque el alumno tiene derecho a una educación, a un diploma y después a un trabajo. Si no lo obtiene es culpa de la escuela. Y por eso, el alumno tiene razón de rebelarse. Todos los años en Francia hay manifestaciones de alumnos. Todos los años se habla de un nuevo 68. Pero los archivos son de una claridad aterradora: aquellos jóvenes nos expresábamos muy bien. Leíamos sin parar, éramos lectores voraces, y no telespectadores. Dijimos muchas tonterías, pero con un discurso muy bien estructurado. Hoy, el lenguaje de los jóvenes es terriblemente pobre; la sintaxis, calamitosa, informe. Ese es el resultado de un proceso en el que, en nombre de la igualdad, dimos la palabra a los niños en vez de darles el idioma.


-Usted se califica de "militante gregario de Mayo del 68". ¿Qué quiere decir con eso?


-Nosotros no nos rebelamos porque la situación en la que vivíamos fuera insoportable. No tenía nada de insoportable; era más bien confortable. Mayo del 68 fue un gran movimiento mimético. Se dice que fue un gran momento libertario. En realidad, nos imitábamos unos a otros. Ese fenómeno de imitación generalizado tenía algo de fascinante. En el fondo, sabíamos que éramos sólo unos imitadores. Que se trataba de una pantomima disfrazada de drama.


-¿Qué responde a quienes consideran que usted, como André Glucksmann, se ha transformado en un verdadero reaccionario?

-El regreso estrepitoso de la categoría de reaccionario significa que el paréntesis antitotalitario se está cerrando. Hay dos campos: la humanidad y sus enemigos. Desde Mayo del 68, los adolescentes y los intelectuales están tentados de concebir la política como la continuación de la guerra por medio de la injuria. Camus decía: "El demócrata es modesto. Admite que el adversario puede tener razón, lo deja expresarse y acepta reflexionar sobre sus argumentos". Pero ahora el demócrata ha sido reemplazado por el democratista. Para éste, la democracia no es un espacio donde se intercambian opiniones: es un movimiento irresistible. Al encarnar la historia en marcha, se indigna de encontrar en su camino tantas momias, tantos vestigios del Antiguo Régimen. Como no puede cortarles la cabeza, les comunica que deberían estar muertos.


Por Luisa Corradini - Corresponsal en Francia


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La Humanidad perdida / La ingratitud / La derrota del pensamiento / El nuevo desorden amoroso (junto con Bruckner)

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