El marketing de los
diversos controles impuestos a las importaciones (licencias no automáticas para
la importación de listas de productos cada vez más amplias; creciente intervención aleatoria, arbitraria
e informal (vía llamadas telefónicas) del secretario de Comercio en los
mercados financieros, de cambios y en el despacho a plaza de mercaderías
importadas ; presión (también arbitraria y sin normas escritas)
sobre los importadores para “machear” el valor de sus compras externas con
exportaciones; restricción y autorización previa para las compras de divisas
para atesorar, pagar servicios, gastos de turismo y giros de utilidades y,
finalmente, un control generalizado y
autorización previa de todas las operaciones de importación) fue puesto
en valor bajo el argumento de una frase presidencial en un acto de la industria
de la construcción.
Dijo
la Presidenta: Es
necesario no depender de la importación, por eso no queremos importar ni un
clavo y queremos que sea todo producto argentino".
Esta
declaración no fue el grito de guerra en defensa de la Industria Nacional, sino
la expresión final de una realidad: Argentina muestra señales de insolvencia y
carece de las divisas imprescindibles para hacer frente a sus compromisos
externos y adicionalmente importar aquello que razonablemente no produce.
Obviamente,
no importa el que quiere, sino el que puede, es decir, sólo las naciones
solventes pueden darse un plan de participación de las importaciones en su
desarrollo industrial. Argentina es un país
insolvente cuya situación se ha complicado aún más por el impacto que la
imprevisión, agravada por la sequía, habrá de tener sobre nuestra economía.
La
defensa de la Industria Nacional es otra cosa.
Implica generar un
ambiente propicio para su desarrollo trabajando con decisión sobre aspectos
centrales de la competitividad sistémica como por ejemplo: ley de Riesgos del
Trabajo, programas financieros que alienten la inversión y que asuman los riesgos
de un proyecto (pedir garantías reales discrimina y acota el desarrollo
industrial para aquellos que en lugar de invertir su rentabilidad en las
empresas lo hicieron en ladrillos que a decir de la propia Presidenta es la
única inversión segura), reinversión del saldo del impuesto a las ganancias en
bienes de capital, promover las exportaciones en lugar de gravarlas con derechos
de exportación (retenciones ad valorem ) masivos; y la obligatoriedad
de liquidar las divisas provenientes de la exportación; entre otras medidas
imprescindibles.
No debe cometerse el
error de que “el fin justifica los medios”. Estos medios, meras prohibiciones
motivadas por la insolvencia generan a la inversa de los que se anuncia,
pulsiones de desindustrialización. ¿Quién hace un plan de inversiones en un
país que no sabe si va a poder contar con el equipamiento de origen importado
que requiere?
No hay que dejarse
engañar. A este paso, es ciert lo que dice la Presidenta, no podremos comprar
ni un clavo.
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