La cuantificación de la problemática – sectorial
y regional - en materia de las denominadas Pequeñas y Medianas Empresas es
como mínimo engañoso y las estadísticas que se conocen y publican no dan nunca
cuenta de una primera realidad insoslayable: por un lado la fragilidad de su
estructura de capital y, por otro, la
altísima dispersión en materia de competitividad, tanto en lo que respecta a la
propia como a la externa, motivado en el impacto diverso que la política
pública tiene sobre el desempeño PYME.
En materia de estructura de capital, las PYME son
cerradas (no hay movilidad accionaria) y en gran número de ellas, aunque
revistan como sociedades anónimas u otras formas societarias, lo cierto es que
en los hechos se trata de sociedades unipersonales, carecen de sistemas
mínimamente colegiados en materia de decisiones, incluso, la sucesión en éstas
empresas (es decir el proceso natural de transferencia del poder de decisión de
padres a hijos es, muchas veces, una situación traumática.
Debe tenerse presente que el 98% de las empresas
PYME son de capital nacional. Este aspecto es fundamental para poder valorar
su compromiso y responsabilidad frente a las políticas públicas. Negarles la
participación o directamente ignorarlas pone en evidencia cuáles son los
intereses prioritarios de quienes las discriminan e ignoran.
Pero para acentuar más éste rasgo, debe
destacarse que no sólo en materia de estructura del capital la tipología PYME
señala un comportamiento “unipersonal” sino que, adicionalmente, en un gran
número de casos, el Empresario forma parte activa de la “planta de personal”.
En términos generales, en las PYME el 84% de los
que trabajan en ellas son trabajadores asalariados con contratos por tiempo
indeterminado, el 10% son los propios empresarios que trabajan en las empresas
ejecutando tareas productivas (sean especificas o en el ámbito de la gestión)
y el resto de los trabajadores (6%) se computan entre temporarios, pasantes,
personal de agencia y familiares del titular.
La dispersión dentro del “universo PYME” se
expresa en la convivencia de empresas exportadoras (sea a mercados regionales como otros mercados más
remotos y sofisticados) capaces de plantearse la problemática del “mercado
nacional” con PYMES dedicadas exclusivamente a nichos de mercado interno en los
cuales cumplen roles subordinados y cuya productividad es muy limitada por la
falta de capacidad inversora tanto como expresión de un conjunto de
debilidades derivadas de la espontaneidad de su desarrollo como por la propia
ausencia de una política pública que incentive y promueva la inversión.
Estos rasgos, escasamente reflejados por las
estadísticas, son sólo ejemplos de una heterogeneidad que requiere no sólo un
conocimiento cuantitativo sino primero un conjunto de especificaciones conceptuales
que permitan definir “tipologías” que faciliten primero el correcto diagnóstico
y el desarrollo de propuestas de política pública que puedan generar impactos
que contribuyan a satisfacer los objetivos empresarios pero también los
objetivos estratégicos de una política de desarrollo nacional.
En éste sentido las “estadísticas” que se
reclaman para dar “mayor sustento y fundamento” a los diagnósticos que se
formulan resultan imprescindibles pero no reflejan ésta marginalidad y éste
“olvido”.
Un supuesto fundamental es necesario dejar
claramente expresado. Cuando nos refiramos a ellas no debemos olvidar que
reflejan muestras y que esas muestras no reflejan de modo completo los
problemas o, más bien, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esas
estadísticas reflejan del modo más incompleto la realidad de las PYME.
Un aspecto adicional es que, para muchos, la
falta de elementos cuantitativos resta contundencia a lo que se desea reflejar.
Tal tipo de afirmación nada dice sobre la falta de información oficial
relevante en materia de PYMES. Más aún, la Secretaría PYME desarrollaba un
denominado Mapa PYME que en lugar de profundizar y mejorar su calidad
informativa, lo ha discontinuado.
No obstante lo expuesto, repasemos algunos
números para tratar de especificar la naturaleza y características de la
cuestión que abordamos
Las estadísticas oficiales señalan que sólo el
0,13% de los locales (ámbito en los cuales se desarrolla un actividad
productiva sea industria, comercial, agropecuaria o de servicios) corresponde a
Grandes Empresas mientras que el 99,87% entra en la categoría Micro, Pequeña o
Mediana Empresa.
Esta sola demostración bastaría para fundamentar
su importancia. Pero no es menor la manifestación de sustentabilidad de las
PYME.
En todas las provincias más de la mitad de las
PYME fueron creadas antes de la crisis del período 1998-2001 y un alto número
de ellas han sido testigos –y porque no sobrevivientes – de todos los fallidos
ensayos de políticas públicas que llevaron a la Nación Argentina a la cesación
de pagos, al aislamiento internacional en materia financiera y a eclosión
económica, productiva y social.
En éste punto vale la pena hacer referencia a un
aspecto no abordado por las estadísticas oficiales. La creación de nuevas
empresas, su natalidad, mortalidad y las condiciones en las que se promueve o
no el “emprendedorismo”, es decir, el fomento de la actitud y decisión
emprendedora de nuevos proyectos empresarios que garanticen la sustentabilidad
general del desarrollo económico.
Estas nuevas Empresas que en general se sitúan en
la franja de “micro empresas” resulta una corriente de “aire fresco” y en
general son desarrolladas por la franja más joven de la sociedad. Se estima que
el 70% de las empresas que “nacen” son desarrolladas por la franja etaria que
va entre los 18 y los 35 años. Sin embargo, y sólo a modo de ejemplo, el Poder
Ejecutivo no reglamenta y pone en ejecución de modo efectico la Ley 25.872
“Programa Nacional de Apoyo al Empresariado Joven”.
El diseño, desarrollo e implementación de nuevas
empresas –sobre todo aquellas que promueven los jóvenes – forma parte de una
estrategia de desarrollo económico que como nunca pone en evidencia la
interrelación sistémica de la educación, el empleo, la innovación, el
financiamiento y la asistencia técnica con el desarrollo y fortalecimiento de
las PYME, entre otras cuestiones.
Un aspecto relevante que pone en evidencia la
dinámica de las PYME es su capacidad exportadora. Sin fomento ni promoción
alguna, con el tratamiento que se le da a las grandes Empresas las PYME han incrementado
sus exportaciones en los últimos 8 años en un 131% con una característica que
las diferencia y distingue: sus exportaciones son todas Manufacturas de Origen
Industrial (MOI)
En materia de empleo registrado, las PYME
representan el 55% de los trabajadores registrados. Es por eso que surge la
pregunta de modo natural: ¿Por qué se las ignora cuándo deben diseñarse
instrumentos como la Ley de Riesgos del Trabajo por ejemplo?
Se señala a las PYME como las que mayor número de
asalariados no registrados contratan. No está demostrado, pero, si esto fuese
así, ¿Por qué no se las consulta acerca de las dificultades que manifiestan
como modo de desarrollar un Programa de Regularización del Trabajo que aporte
constructivamente a resolver de modo definitivo el problema?.
Los supuestos resultan prejuicios cuyo único
objetivo es la discriminación negativa de las PYME.
Así, las “cifras” resultan engañosas y no dan
cuenta de la histórica mora en materia de políticas de desarrollo y
fortalecimiento para las PYME que el Estado –en sus diversas jurisdicciones y
expresiones – sostiene sin dar muestra alguna de vocación, comprensión y
decisión para transformar y consecuentemente reparar éste “olvido”.
Las PYME se constituyen en actores fundamentales más allá de su importancia estratégica en términos económicos. Son las PYME las que proveen los límites a las pulsiones de centralización y concentración que desarrolla el capitalismo con la consiguiente pérdida de calidad institucional.
UNA DEMANDA ESTRATEGICA
En momento en que una crisis de dimensiones aún
no mesurables que demanda no sólo creatividad, imaginación y capacidad de
decisión no puede percibirse –aunque la PYME ya lo visualiza- que el resultado
final será una mayor concentración y centralización no sólo económica sino que
también política que habrá de contrastar con una altísima dispersión social y
que ésta tensión entre lo económico-político y lo social tiene a las PYME como
protagonistas en la articulación de la resolución de las tensiones que YA se
están manifestando.
A lo largo de los 28 años transcurridos desde el inicio de una nueva etapa para la convivencia y el desarrollo democrático en la Argentina ninguna política pública estuvo dirigida a consolidar la alianza estratégica de los sectores populares mayoritarios con las PYME.
Lo que se diseño y ofreció a las PYME no fue nunca más allá de un subsidio y más aún, cuando las encuestas reflejan la baja utilización o el alto desconocimiento de los instrumentos que se diseñan para ella queda expuesto el divorcio –o mutua indiferencia- entre las PYME y las fuerzas políticas populares.
La mesa de la consulta, del diálogo y del consenso no está preparada para las PYME. Las sillas dispuestas están asignadas a los sectores más concentrados de la economía y sus representantes. No se promueve su vitalidad y reproducción, sino que la deja librada a su propia suerte.
Prueba de ellos son los frustrados intentos de
concertación social a los que las fuerzas políticas convocan. Los actores más
concentrados de la economía figuran siempre como primeros y únicos convocados
en detrimento de las PYME a las que con diversos argumentos se las excluye de
modo manifiesto.
Los fracasos en la concertación social tienen
componentes complejos, pero si uno es relevante es, precisamente, la
discriminación de las PYME que junto a los trabajadores constituyen el “núcleo
estratégico” de los posibles acuerdos exitosos.
Es así que una primera acción en materia política
debe ser la inclusión de las PYME en sus propuestas y proyectos no sólo en
términos nominativos-decorativos sino activos y que impliquen la presencia
activa de éstas en el ámbito de las decisiones. Lo repetiremos una y otra vez:
estamos de acuerdo en que sin Industria no hay Nación, pero estamos
absolutamente convencidos que sin PYMES la sustentabilidad de las políticas no
sólo industriales, sino en materia de comercio, producción agropecuaria y
servicios que se diseñen en pro de la construcción de la Nación no serán
sustentables en tanto serán portadoras de una debilidad de diseño que más
pronto que tarde habrá de dejar expuesta una asimetría que finalmente llevara
a la ruptura.
Una política de Desarrollo Nacional que excluye a las PYME de los ámbitos de decisión y que sólo ofrece “nuevas formas” (denominadas “cadenas de valor”) de participación de las PYME en la producción no es más que la convalidación de “status quo” funcional a las necesidades de las formas más concentradas del capital y que, cuando éste produce las crisis, rupturas o mutaciones, siguiendo su propia dinámica, son las PYME junto a los trabajadores las que quedan marginadas y sin respuesta.
Suponer que “hacer política PYME” es reforzar los
lazos de dependencia funcional a la concentración y centralización del capital
es desconocer un rasgo fundamental que portan las PYME: su capacidad de
innovación, de internalización de nuevos productos, materiales y procesos.
Para ello, esas “nuevas formas” de “asociativismo
a la fuerza”, que pretenden el logro de una eficiencia mal entendida en materia
de diseño de políticas públicas que se refleja en la pretensión de “englobar” lo
que se supone son problemáticas “comunes” resultan sólo funcionales a los
intereses de los que sólo pretenden utilizar a las PYME para poder
externalizar sus ineficiencias trasladándole a las PYME la absorción de
pérdidas y atrasos tecnológicos.
La PYME sí requiere asociatividad, sí demanda
participar y aportar a la mejora del sector en que participa, sí puede
convertirse en una actor protagónico de la innovación, de la incorporación de
diseño y de nuevos materiales y procesos, pero DEBE hacerlo simultáneamente
con la obtención de un esquema de rentabilidad que le permita ser también
activo protagonista del proceso de acumulación de capital y no parte de la
claqué .
Tras 28 años de democracia, las Pequeñas y Medianas Empresas requieren no sólo una política de promoción o fortalecimiento, un funcionario más o menos especializado como responsable de la Agencia Gubernamental, o un subsidio más o menos ágil en su gestión. Las PYME demandan de modo urgente:
1. El espacio imprescindible que deben ocupar
como reaseguro para la convivencia democrática junto a decisiones políticas
sustantivas que garanticen la inclusión y participación de las Pequeñas y Medianas
Empresas en materia de los debates y decisiones de planificación, diseño e
implementación de las políticas públicas, fundamentalmente en aquellas que
reúnan condiciones de especificidad en materia de desarrollo económico y
social.
2. Políticas Activas que
permitan el desarrollo y fortalecimiento de las Pequeñas y Medianas Empresas
orientadas a mejorar e incrementar la competitividad dentro del mercado
nacional como su mayor inserción en el comercio internacional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.