Es absolutamente cierto que el denominado
"costo argentino" ha crecido en los últimos tiempos y lo sigue
haciendo ahora en forma orgánica e inorgánica, de la mano de un Estado que
involucra todas sus jurisdicciones.
Robos, saqueos, secuestros, pungas,
entraderas, cargas de camiones robadas, narcotráfico y otras formas del delito
que se me escapan a la memoria ya de por sí débil por los años.
Ya lo hemos señalado en diversas
oportunidades: el delito financia la política, porque se incentiva el sistema
clientelar y en consecuencia hay que sostenerlo. Las complicidades son de todo
tipo y se adaptaron rápidamente al “modelo Camps” que aún rige en la Policía de
la Provincia de Buenos Aires y que como también señalé son los sucesivos
Gobernadores los que carecieron de decisión política y proyecto para terminar
con esa policía cuyo último caso emblemático es Arruga, un adolescente de 16
años que no quiso participar y ahora esta desaparecido.
En tal sentido los Gobernadores se han
convertido en participes necesarios de las asociaciones ilícitas que se
descubren y de las que aún no se han descubierto.
Parecieran ya formar parte de la
"cultura" argentina tan famosa en el mundo por sus hombres de letras
y ciencias, sin embargo descargan sus efectos en vidas y costos sobre el
sistema económico argentino que carece de tecnología de gestión para imputarlas
contablemente.
Obviamente, como señalábamos ayer, se le
debe sumar un aparato estatal cuyo origen ya podemos rastrear en la etapa
colonial de nuestra historia, sea antes de ser Virreinato como después y que
cada nueva "administración" sea del origen que sea, es decir, elegida
por el voto popular o impuesta con las bayonetas se encargó de ir agregándole
"capas" hasta convertirla hoy en una "fabrica" de
ineficiencia e ineficacia que ni siquiera sus "administradores" de
turno logran gestionar.
Reconozcamos sí, que parte de ésa
"fabrica" digna de Kafka (aunque creo que ni él hubiese podido
describirla) genera muchas veces algunos "productos" que aportan al
desarrollo y la dinámica de los tiempos.
Pongamos un ejemplo. Dice el diario:
"renuncio Mussi a la Secretaría de Ambiente y Capitanich, Jefe de Gabinete
se trajo del Chaco a su propia gente. ¿qué va a ser éste nuevo funcionario? ¿Echar
a todos y poner a los suyos de confianza? No. Deja a la mayoría de los que
estaban y agrega a "su" gente y así se forman las "capas"
de una burocracia nueva que ahora decide que hay que presentar otros papeles,
que impone sus métodos, etc, etc.
Desarrollar acciones para poner fin (es
decir límite) a la "cultura del delito y ponerle límite (y si es posible
un poco de racionalidad) a esa fábrica burocrática que es el estado, es parte
de la demanda empresaria que señala la necesidad de mejorar la competitividad.
Demanda razonable, aunque difícil de
satisfacer para el Estado que ahora analiza todo en términos de "cadena de
valor" que como ya hemos Por
ejemplo, “políticas de cadena de valor” o subcontratación que no son más que
nuevas expresiones de la vieja “mita” de los colonizadores españoles.
Dijimos
en noviembre del 2008: “Una
política de Desarrollo Nacional que excluye a las PYME de los ámbitos de
decisión y que sólo ofrece éstas “nuevas formas”[2] no es más que la
convalidación de “status quo” funcional a las necesidades de las formas más
concentradas del capital y que, cuando éste produce las crisis, rupturas o
mutaciones, siguiendo su propia dinámica, son las PYME las que quedan
marginadas y sin respuesta. (http://schwartzereconomia.blogspot.com.ar/2008_11_01_archive.html)”
Es
decir, esta política ya la conocemos, ya sabemos que significa, que
consecuencias y que impacto tiene en las PYME. No es posible que seamos
engañados nuevamente.
Sin
embargo tras estas realidades objetivas muchos empresarios justifican su falta
de “espíritu empresario”, su morosidad frente a los desafíos.
A lo
largo de la historia del capitalismo siempre hubo delito, estafas, estados
ineficientes e ineficaces, presión tributaria y todo tipo de dificultades que
tuvieron una única respuesta: la capacidad empresaria de superarlas, de
dejarlas atrás. Gran parte del desarrollo y la innovación tecnológica en la
gestión de la producción tuvo su fundamento en la necesidad de superar estos
escollos.
No hay
nada más normal en el capitalismo que la crisis, más aún el desarrollo
capitalista es en sí mismo el estado de crisis permanente y más allá de las
consecuencias negativas que trae aparejada posee una virtud: selecciona de modo
permanente quienes y de qué forma estarán presentes en la post crisis,
obviamente hasta la próxima crisis. En el capitalismo nada es eterno.
No está
mal reclamarle al Estado en todos sus niveles eficiencia, eficacia,
transparencia, ética en la función pública. Hay que exigirlo, de modo inmediato
y sin excusas por parte de éste.
Pero,
en la Argentina de hoy, el reclamo de mejora de la competitividad de modo
unilateral al Estado resulta un buen argumento para esconder las propias
ineficiencias, la falta de audacia, en suma de espíritu empresario que en ésta
etapa del capitalismo se llama PRODUCTIVIDAD E INOVACION.
Quienes
no comprendan el significado o no se animen a encarar éste desafío, irán
lentamente, pero de modo seguro, deslizándose hacia la marginalidad hasta
desaparecer.
El
desarrollo capitalista no perdona las cobardías.
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