LA HEZ DE LA HUMANIDAD (PAUL MATTICK - 1935)
Una persona poco familiarizada con cuestiones políticas que
asista a reuniones de trabajadores, exceptuando las de desempleados,
probablemente se verá sorprendida por el hecho de que la mayor parte de los
presentes no forma parte de los estratos más pobres del proletariado.
Los trabajadores mejor organizados son, por supuesto, los
pertenecientes a la llamada aristocracia obrera, que asume una posición social
entre la clase media y el proletariado genuino. Las organizaciones sindicales
de estos estratos defienden los intereses vitales directos de sus miembros,
proporcionándoles ventajas inmediatas, y ni son capaces de politizar a sus
adherentes en un sentido socialista ni tampoco lo intentan.
Por otra parte, el movimiento obrero radical solo puede
proporcionar a sus adherentes satisfacción ideológica, no ventajas materiales.
Y es precisamente por esta razón por lo que es incapaz de alcanzar a las capas
realmente empobrecidas del proletariado.
Esta parte, por su misma miseria, se ve obligada a
preocuparse solamente de sus intereses más perentorios y directos si es que no
quiere dejar la vida misma. Por esa razón los movimientos políticos radicales
de la clase obrera oscilan entre dos polos de la población trabajadora, la
aristocracia obrera y el lumpenproletariado.
El peso de la organización lo llevan elementos que, aunque
no se hacen ilusiones sobre las nulas posibilidades genuinas de avance personal
en la sociedad actual, mantienen un nivel de vida que les permite dedicar
dinero, tiempo y energías a esfuerzos cuyos frutos, en forma de mejoras reales
materiales para ellos mismos, quedan diferidos a un incierto futuro.
Estos militantes se enfrentan a la sociedad actual desde el
reconocimiento de que hay que cambiarla, a pesar de lo cual a ellos les resulta
posible vivir en ella. La actividad del movimiento obrero radical en tiempos no
revolucionarios se dirige fundamentalmente a transformar la ideología
predominante. La agitación y la propaganda exigen sacrificios materiales y no
proporcionan ventajas materiales. Los miembros activos de las organizaciones
obreras deben tener tiempo disponible. Son militantes que confían en que las
masas se transformarán en un sentido revolucionario, pero mientras tanto hacen
lo posible por acercar el día del cambio y se dedican a educar, discutir y
filosofar. Los elementos de la clase obrera que simpatizan con esas ideas pero
que por sus circunstancias vitales no están en posición de esperar, se ven
continuamente rechazados por estas organizaciones.
Las fluctuaciones de militancia en el movimiento radical no
son solo resultado de falsas políticas o de falta de tacto de la burocracia en
su trato con los miembros todavía ideológicamente inestables. Son también resultado
de la compulsión crecientemente imperiosa de un estrato cada vez mayor de trabajadores
empobrecidos a "limitar sus miras". La actividad del movimiento del
que esperan ayuda solo les proporciona palabras y un algo en que perder el
tiempo.
No solo no les ayuda, sino que les dificulta su lucha
individual por la existencia, una lucha que se hace cada vez más difícil, que
cada vez consume más horas y más esfuerzo psicológico cuanto más se extiende la
penuria en la sociedad y cuanto más se hunde el individuo. Independientemente
de la propaganda socialista que hayan absorbido, sus condiciones de existencia
les empujan a acciones que son opuestas a sus convicciones y como resultado
esas mismas convicciones antes o después se desvanecen, ya que son "inútiles
en la práctica". Esa es también una de las razones por las que el
movimiento político de la clase obrera se quiebra en los periodos de recesión y
funciona mejor en tiempos de reactivación económica. Y por ello, a partir de su
"experiencia" una gran parte del movimiento obrero ha tomado una
posición abiertamente hostil contra la idea de que el empobrecimiento de las
masas es sinónimo de crecimiento de las ideas revolucionarias.
A quienes mantienen esta teoría del empobrecimiento se les
señala repetida y apasionadamente la existencia del lumpenproletariado, como
prueba de que el empobrecimiento hace a las masas apáticas en vez de
revolucionarias y las pone en oposición al proletariado más que en disposición
de servirlo, ya que la clase dominante a menudo aprovecha al lumpen para sus
propias necesidades. Y de esta forma el movimiento obrero se esfuerza con gran
celo en mejorar la posición económica de los trabajadores, considerando que
precisamente de esa manera se elaborará la conciencia de clase del
proletariado.
De hecho, en el periodo de avance de la sociedad capitalista
la mejora del nivel de vida del proletariado fue paralela al crecimiento de los
sindicatos y organizaciones políticas obreras y al fortalecimiento de la
conciencia política de los trabajadores. Pero esta conciencia, como las
organizaciones mismas, no era revolucionaria. Por lo tanto, la teoría de la
elevación del nivel de vida del proletariado como medio de avance
revolucionario resultó tan desmentida como la teoría de la pauperización. La
dificultad fue resuelta mediante la explicación desgraciada y absurda de que la
actitud reaccionaria de los trabajadores organizados era resultado de sus
direcciones reaccionarias.
La contradicción que implica el combatir el empobrecimiento
y al mismo tiempo mantener que es necesario se consideraba lesiva para la
existencia de la organización. Las masas no pueden ser atraídas hacia la
organización sin recibir al mismo tiempo algunas promesas. La convicción,
basada en una visión superficial de los fenómenos, de que el empobrecimiento
hace a las masas reaccionarias en vez de revolucionarias, y la repugnancia
hacia el lumpenproletariado como manifestación viviente de esta
"verdad" fue durante mucho tiempo una característica común del
movimiento político de la clase obrera y todavía surge en el debate político
cuando se trata de explicar la ayuda reclutada por la clase dominante en el
campo del proletariado. El escaso grado de organización y la conciencia de
clase relativamente subdesarrollada de los desempleados tiende aparentemente a
refutar la teoría del empobrecimiento. Lo mismo ocurre con la función que
cumple el lumpen en la sociedad.
Por supuesto es esta "hez de la humanidad" la que,
en alianza con la pequeña burguesía y a las órdenes del capital monopolista
llena las filas del fascismo. Los elementos que el movimiento fascista atrae
desde los círculos de la clase obrera esperan y obtienen ventajas que en
cualquier caso son inmediatas, aunque puedan ser pequeñas.
Esos elementos no se vinculan a ningún movimiento por
motivos ideológicos, que sobrepasan en mucho sus posibilidades. Que las
ventajas sean de carácter meramente temporal no preocupa a esos elementos que,
por supuesto, viven permanentemente "al día".
Reprocharles con la acusación de traición a su clase es simplemente
atribuirles la posibilidad de una conciencia y un conjunto de convicciones, lo
cual es un lujo que su propia forma de vida excluye. Ellos actúan por sus
intereses más próximos y, a ese respecto, incluso la gran mayoría de los
trabajadores acepta a la larga el movimiento fascista, pasiva o activamente,
para no perjudicarse a sí mismos.
Quién pasa primero y quién después al campo del enemigo de
clase depende del grado de empobrecimiento de cada uno. Aparte de todo esto, la
investigación de las ciencias sociales en casi todos los países muestra que la
declinación de las tendencias revolucionarias se asocia con el empobrecimiento
de las masas. Esas conclusiones se basan exclusivamente en los últimos pocos
años y por ello lo único que indican es que inicialmente el empobrecimiento se
asocia con la regresión de las tendencias revolucionarias.
Lumpenproletariado y organizaciones obreras
El concepto de lumpenproletariado no es de ninguna forma un
concepto claramente delimitado. Los grupos comunistas a la izquierda del
movimiento obrero oficial parlamentario y sindicalista le han dado tal amplitud
al concepto que este se ha convertido prácticamente en un insulto para
calificar a todos los elementos que en virtud de su situación de clase deberían
naturalmente incluirse en el proletariado, pero que realizan algún tipo de
servicio para la clase dominante. En esta concepción, el elemento lumpen no
está integrado tanto por "la hez de la humanidad" como por "la
flor y nata", es decir, por la burocracia del movimiento obrero.
En esta extensión del concepto se refleja el odio dirigido
contra los vendidos y conscientemente queda fuera de consideración el que la
traición es más el producto de todo el desarrollo histórico que del interés
propio personal de los líderes corruptos. Pero según la idea más extendida en
el movimiento obrero, el término lumpenproletariado incluye los muchos
elementos básicos de la sociedad actual que son arrojados a la lucha
directamente en oposición a los trabajadores; por ejemplo, guardias y vigilantes,
provocadores, soplones, esquiroles, etc.
Sin embargo, para el movimiento obrero reformista que lucha
por alcanzar el poder en la sociedad actual estos elementos pierden su carácter
de lumpenproletariado tan pronto como la burocracia reformista consigue una
participación en el gobierno. Los guardias se convierten entonces en
"compañeros de uniforme"; los agentes de la policía secreta, en
dignos ciudadanos que protegen al país de la amenazante anarquía; y los
esquiroles, en "trabajadores técnicos de emergencia".
Un cambio de gobierno es suficiente para borrar de estos
elementos el estigma de lumpen. Los matones y represores de la sociedad
existente o de cualquier otra sociedad de clases antagónicas no pueden ser
incluidos propiamente en el concepto de lumpenproletariado, ya que resultan
completamente necesarios en la práctica social. Esto no es aplicable a los
esquiroles, pero incluso a estos habría que excluirlos del lumpen ya que, como
decía Jack London, "con raras excepciones, todo el mundo es un esquirol".
De hecho, al esquirol solo se le puede reprochar desde el
punto de vista de un orden social que aún no existe. De momento actúa en
completo acuerdo con la práctica social, que, a pesar de haber convertido la
producción en un proceso intensamente social, no permite otra regla de conducta
que la búsqueda del interés privado.
El esquirol todavía no ha comprendido ni experimentado
suficientemente en la práctica que son precisamente sus necesidades
individuales las que habrían de moverle a la acción colectiva.
Todavía no está suficientemente desilusionado por la
improductividad de los esfuerzos destinados a hacerse un lugar partiendo de los
fundamentos de la presente sociedad.
Espera asegurarse prebendas a partir de su mejor adaptación
a la práctica social y solamente a partir de la inutilidad de sus esfuerzos
podrá convencerse de que en realidad permanece al margen de tal sociedad, por
mucho que se esfuerce en hacerle justicia.
Por más que los trabajadores se vean forzados a luchar
contra los esquiroles, estos no pueden ser considerados lumpenproletariado.
Como las relaciones de producción capitalistas sirven para hacer avanzar el
desarrollo general humano durante un cierto periodo histórico, estos
"elementos básicos de la sociedad" pertenecientes a la clase obrera
deben ser considerados elementos productivos, aún a pesar de su parasitismo y
su hostilidad a los trabajadores.
Si la capacidad productiva de la sociedad se multiplica a
ritmo vertiginoso por las relaciones de mercado y competencia, los medios para
salvaguardar y promover esas relaciones deben entenderse como instrumentos
productivos. Y solo puede oponerse propiamente a esos medios quien se opone a
la sociedad misma.
La función de ambos grupos del proletariado, el directamente
productivo y el indirectamente productivo, que garantiza la seguridad de la
sociedad, difieren en la forma, pero en principio, sirven a los mismos propósitos.
El derrocamiento de la sociedad existente mostraría de una
vez que el concepto de lumpenproletariado es aplicable solamente a los
marginados de la sociedad que son aceptados por la nueva sociedad como
sucesores de la vieja: los vagos y los delincuentes que aun siendo un producto
de la actual sociedad que constantemente los niega y los usa, han se der
también combatidos en la nueva sociedad. Estos elementos no son otros que los
habitualmente considerados como "hez de la humanidad": vagabundos,
"camellos", prostitutas, chulos, delatores, ladrones, estafadores,
etc.
Lumpenproletariado y capitalismo
Cuando todavía podía negarse que el desempleo es un fenómeno
social normal porque las reactivaciones temporales ocultaban el hecho de que es
inseparable del actual sistema, una gran parte de la criminología burguesa
consideraba todas las actividades y tendencias delictivas en los estratos
inferiores de la población como originadas primariamente en la vagancia. Esta
actitud se veía reforzada incluso en círculos obreros y los trabajadores
organizados con unos ingresos relativamente regulares miraban con no poco
desprecio a los pordioseros que vagaban por ciudades y carreteras. El origen de
esa "vagancia", si es que este término puede servir realmente para
explicar algo, no era motivo de preocupación para quienes juzgaban.
El movimiento socialista, por supuesto, hacía responsable a
la sociedad actual. Y sin embargo, cuando los propios socialistas tenían
ocasión práctica de combatir estas tendencias, de lo único que sabían hacer uso
era del código penal del derecho burgués. La miseria, el lumprenproletariado y
la delincuencia no son resultado de las crisis capitalistas. Esas crisis solo
pueden explicar el gran aumento de estos fenómenos.
El desempleo acompaña todo el desarrollo del capitalismo y
es necesario en el actual sistema productivo para mantener los salarios y las
condiciones de trabajo a niveles bajos correspondientes a lo que exige una
economía generadora de ganancias.
A pesar de que el desempleo por sí solo no explica la
hegemonía del capital sobre los trabajadores, sí explica el reforzamiento de
esa hegemonía. Independientemente del efecto providencial que tiene el ejército
industrial de reserva sobre la tasa de ganancia obtenida por las diversas
empresas, la misma existencia de ese ejército tiene su base en las leyes
económicas que determinan el funcionamiento de la sociedad capitalista. La
tendencia de la acumulación del capital a producir capital superfluo por una
parte y exceso de población por otra se ha convertido en una dolorosa e
innegable realidad. De esta manera hay que admitir, aunque sea a regañadientes,
que el desempleo nunca podrá ser eliminado del todo.
Así los esfuerzos se dirigen menos a combatirlo que a
disminuir los peligros que implica para la sociedad. De ahí también las
vigorosas discusiones sobre la reforma del sistema penal, que son un reflejo de
los cambios habidos en el mercado laboral. Incluso H. L. Menken, en un número
reciente de Liberty ha propuesto introducir en el sistema penal estadounidense
prácticas como las de China, a saber, la eliminación física ilimitada de los
delincuentes con o sin prueba de culpabilidad, una forma de justicia habitual
en los países en los que existe sobrepoblación crónica.
En Alemania se habla de introducir el castigo corporal que
estuvo en boga durante la Edad media, ya que las prisiones han dejado de ser
instrumentos disuasivos y la fuerza de trabajo gratuita de los presos ya no
puede utilizarse. La mayor miseria que resulta de las crisis permanentes y el
desempleo a gran escala disminuye el miedo al castigo, ya que la vida en la
cárcel no es mucho peor que la existencia fuera de ella. Los delincuentes cada
vez son más, lo que empuja a una ulterior brutalización de los castigos y de
ahí a la imposibilidad de reformar a los internos de las prisiones.
Como ha dicho [George] Bernard Shaw, "cuando se llega a
los estratos más pobres y más oprimidos de nuestra población se encuentran
condiciones de vida tan miserables que resulta imposible administrar una
prisión humanamente sin hacer la vida del delincuente menos malo que la de
muchos ciudadanos libres.
Si la prisión no es peor que los barrios bajos en cuanto a
miseria humana, los barrios bajos se vaciarán y las prisiones se
llenarán". De forma que el castigo legal no solo es bárbaro y se ve
empujado a mayor barbaridad, sino que sus instituciones se convierten en
semilleros de delincuencia, como prueban las estadísticas que muestran que la
mayoría de quienes estuvieron en prisión vuelven otra vez a ser encarcelados.
De todas formas, la animalizacion de los seres humanos, un fenómeno ligado con
el desarrollo de la sociedad capitalista y que tiene su expresión más acabada
en el crecimiento del lumpenproletariado, no solo se origina en el desempleo y
en el empobrecimiento masivo que acompaña a aquel.
Como decía Marx, la acumulación de riqueza en un polo no
solo implica en el otro polo la miseria, sino también la acumulación de tedio,
esclavitud, ignorancia, brutalización y degradación moral. Bajo las condiciones
laborales del capitalismo, el trabajo se convierte en puro y simple trabajo
forzado, independientemente de lo "libres" que puedan ser los
trabajadores en otros aspectos. Incluso fuera del ámbito laboral, el trabajador
no se pertenece a sí mismo, simplemente recupera su capacidad de trabajo para
el día siguiente.
Vive en libertad meramente para permanecer en condiciones de
realizar sus trabajos forzados y así llega a deshumanizarse por completo, no
tiene relación voluntaria alguna de ninguna clase con su trabajo y se cosifica
convirtíéndose en mero apéndice del mecanismo productivo. Esperar que estos
trabajadores, bajo tales condiciones, obtengan algún placer de su trabajo es
completamente ilusorio.
Lo que han de hacer es todo lo posible por salir de esas
circunstancias para afirmarse como seres humanos. A largo plazo, esas
circunstancias tienen que animalizarlos. Con poder externo, medios coercitivos
y simple compulsión es imposible librarse del lumpenproletariado o inducir una
disminución de la criminalidad. La cuestión es mantener o crear en los seres
humanos la disposición psíquica para ocupar el puesto que les corresponde en la
sociedad y su modo definitivo de vida y esto se hace cada vez más imposible. La
falta de conciencia social y de adaptabilidad social por parte de los
delincuentes es susceptible de otras explicaciones, además de la de la
"vagancia". Por supuesto, hay multitud de teorías según las cuales
los defectos físicos y mentales son las razones fundamentales para las acciones
criminales de los seres humanos. Es innegable que los factores psicobiológicos
deben tenerse en cuenta para comprender las inclinaciones criminales.
Sin embargo, resulta obvio que la teoría que tiene más que
ofrecer para la comprensión de este tema es la teoría política y
socioeconómica. Los factores biológicos y psicológicos contribuyen a determinar
las acciones conscientes e inconscientes de los seres humanos pero los efectos
de esos factores resultan por completo modificados cuantitativa y
cualitativamente por los procesos sociales. Los impulsos de los individuos
están sujetos tanto a la situación socioeconómica como a la situación de la
clase a la que pertenecen. En una sociedad que garantiza el mayor
reconocimiento a los ricos y a los propietarios, los impulsos narcisistas, por
ejemplo (como ha mostrado el psicólogo Erich Fromm) deben llevar a una enorme
intensificación del deseo de posesión. Y si en el contexto de la actual
sociedad esas tendencias no pueden satisfacerse por vías "normales",
buscarán su satisfacción en la delincuencia. Incluso si esta aparece asociada
con defectos físicos o psíquicos, estos mismos solo pueden entenderse en conexión
con la sociedad y con la situación de clases existente.
La delincuencia, en su mayor parte dirigida contra las leyes
de la propiedad, solo es inteligible en el contexto de la totalidad del proceso
social. Incluso los demás delitos están determinados si no directa sí
indirectamente por la situación social y política. De ahí que solo puedan
modificarse sustancialmente o ser totalmente eliminados mediante el cambio de
la sociedad en la que ocurren. No hay mejor prueba concreta de la importancia
del factor económico para explicar la delincuencia que su enorme incremento en
épocas de crisis económica.
Como consecuencia de las depresiones, los más débiles mental
y corporalmente de los pobres se ven arrojados al camino de la delincuencia. De
hecho, muchas veces no les queda otra posibilidad. Que el factor socioeconómico
resulta aquí el esencial resulta bien claro por ejemplo al observar que los
abusos sexuales infantiles en las familias de desempleados son mucho más
frecuentes que en las familias con una vida económica estable. ¿Cómo intentar
explicar la decadencia de la familia otro de los factores de incremento de la
delincuencia en la sociedad actual a partir de factores biológicos y
psicológicos? ¿Y el aumento rápido de la prostitución durante las crisis?
En EEUU, en investigaciones sobre la influencia del medio en
la delincuencia, se ha visto que la mayor parte de los convictos procede de los
barrios marginales de las ciudades y de familias que viven "al día".
La investigación ha revelado también que la mayor parte de los delitos que se
cometen son delitos contra la propìedad y que la mayoría de los delincuentes
son "de inteligencia normal".
Los jóvenes que hoy vagabundean sin rumbo y sin objetivo por
los distintos estados del país y por las carreteras están en condiciones
ideales para deslizarse hacia el lumpenproletariado y convertirse
permanentemente en parte del mismo. No tienen oportunidades y en su amargura
están resueltos a proporcionarse satisfacciones vitales por los medios que sea,
es decir, por los medios delictivos que todavía constituyen una posibilidad
abierta.
"Ya nos cogeremos lo nuestro", se aseguran así
mismos. Y sus héroes no son los héroes respetables de la sociedad actual, sino
los Dillinger. Jack London caracterizó una vez a los vagabundos como
trabajadores desmoralizados, pero la mayor parte de estos jóvenes nunca han
trabajado. Su desmoralización es previa a su entrada al mundo laboral y cuanto
más permanecen sin empleo más pierden la capacidad de adaptarse al ritmo de la
vida social.
Como ya comprendió William Petty hace mucho tiempo, "es
mejor para la sociedad quemar el trabajo de mil personas que permitir que esas
mil personas pierdan su capacidad de trabajo por mera inactividad".
Pero no solo desde el punto de vista de las ganancias sino
también desde el punto de vista de la seguridad de la sociedad, el sistema
actual se devora a sí mismo cuando, incluso contra su voluntad, niega a los
trabajadores la posibilidad de mantenerse ocupados. Solo a través de la venta
de su fuerza de trabajo pueden los trabajadores permanecer vivos como tales.
Toda su vida depende de las volubles oscilaciones del mercado de trabajo.
Librarse de la compulsión y de las posibilidades del mercado solo es posible en
caso de que salgan de las mismas filas de la clase trabajadora.
A quien falla en el salto a la clase media una posibilidad
que fue siempre excepcional y que hoy es prácticamente inexistente no le queda
otra que la integración en el lumpenproletariado, opción que solo en casos
contados se elige voluntariamente pero que resulta inevitable para segmentos
cada vez mayores de la clase obrera.
Como, aunque hubiera voluntad de hacerlo, no es factible dar
a los desempleados condiciones de vida convenientes para seres humanos, como
tampoco lo es darlas a los delincuentes ùya que entonces la presión para
trabajar perdería gran parte de su fuerza y aumentaría el poder de los
trabajadores para resistir en la lucha salarial, incluso los trabajadores que
reciben asistencia social se ven a menudo empujados a mejorar sus limitados
medios de subsistencia mediante la delincuencia. De todas formas, incluso en
países con seguro de desempleo una proporción mayor o menor de los trabajadores
permanece excluida de esa compensación y esta parte no puede librarse, incluso
con la mayor moderación, de caer en el lumpenproletariado.
Cualquiera que resulta marginado del proceso de trabajo
pierde también la capacidad y la posibilidad de trabajar de nuevo. Considérese
por ejemplo el caso de alguien que haya estado desempleado tres o cuatro años.
Para esa persona resulta indeciblemente difícil ocupar de nuevo su puesto en la
vida económica. Dada la creciente racionalización del proceso productivo, no
solo psicológica sino físicamente será difícil que pueda resistir las mayores
demandas de rendimiento. Por esa razón los empresarios casi siempre rechazan
contratar a trabajadores que han estado desempleados varios años, hacia los
cuales tienen una actitud muy escéptica, a la que también contribuye el aspecto
miserable y desaliñado del solicitante. Una vez alcanzado cierto nivel de míseria,
no hay posible vuelta a la rutina del trabajo diario. Entonces solo queda la
posibilidad de subnutrirse mediante la mendicidad y el lento deterioro en las
calles de las grandes ciudades.
Solo queda la embriaguez para conseguir el olvido del
sinsentido de la propia existencia; o el salto a las filas del submundo, lo que
inevitablemente lleva a la prisión y a la muerte violenta. Empobrecimiento y
revolución Si el empobrecimiento que tiene lugar entre las masas en el curso
del desarrollo capitalista fuera uniforme y afectara al conjunto de la clase
obrera de manera uniforme, el resultado sería equivalente a la concienciación
revolucionaria de las masas.
Los "lumpenproletarios" serían tantos que la
existencia del lumpenproletariado resultaría imposible. Las actividades lumpen
de los individuos solo podrían expresarse de forma colectiva. La existencia
individual parasitaria o la expropiación individual se eliminarían por sí
mismas, ya que no es posible que una mayoría viva de gorra o del robo sin
quebrar por completo las bases mismas de la sociedad. Que el lumpenproletariado
solo sea posible como minoría es muestra también de su carácter trágico.
Como resultado de esa existencia minoritaria solo queda para
los lumpenproletarios el vivir del cuento o de la delincuencia. En países en
guerra, por ejemplo, donde incluso a pesar de la diversidad de ingresos la
escasez cada vez mayor de comida produce un nivel de vida más o menos uniforme
entre las grandes masas de la población, es más probable que se produzca una
situación revolucionaria que en tiempos y situaciones en los que el
empobrecimeinto tiene lugar por etapas y mediante saltos bruscos.
En tanto que el lumpenproleariado surge no solo indirecta
sino también directamente de las relaciones existentes, el factor predominante
en cuanto al empobrecimiento ha de asignarse a las leyes ciegas que lo hacen
surgir. El lumpenproletariado tomó forma por el empobrecimiento inicialmente
asociado a la expansión del sistema económico y el fin de esa expansión lo
condena a permanecer como minoría, aunque pueda ser una minoría creciente, por
mucho tiempo. Como la fase de auge social es muy rápida y la de declinación es
muy lenta, una parte de la población trabajadora resulta expuesta a
consideraciones de inmiseración a las que solo puede responder de forma lumpen
y a las que debe someterse.
Estas son las primeras "víctimas" de un lento
proceso de derrocamiento social que de entrada no empuja a los individuos a
transformarse en revolucionarios sino más bien en fuerzas principalmente
negativas. En lugar de soluciones revolucionarias las salidas que aparecen como
posibles son individuales y necesariamente antisociales.
De forma que el lumpenpropetariado puede liberarse a sí
mismo de su situación solo mediante su crecimiento, que es al mismo tiempo un
índice del proceso de avance revolucionario que se difunde en la sociedad. La
forma de vida del lumpenproletariado ha de convertirse en modo de vida de una
parte de la humanidad tan grande que no haya posibilidad para el individuo de
mantener ningún tipo de vida, ni siquiera en el lumpenproletariado. Como ya se
dijo, la apariencia superficial parece desmentir la teoría del empobrecimiento.
Considerando simplemente la actitud psicológica de los desempleados, por no
hablar ya del lumpen, produce horror la penuria espiritual de estos elementos
(a menos que el observador se autoengañe, lo que a menudo parece considerarse
adecuado, a efectos de agitación). Liberados de la fatiga embrutecedora, resultan
todavía más incapaces que antes de desarrollar una conciencia revolucionaria.
Sus conversaciones versan sobre los temas más triviales sucesos y deportes y no
tienen relación alguna con su situación actual.
Se apartan casi con temor del reconocimiento de esa
situación y de sus consecuencias políticas. El efecto que tiene el
empobrecimiento sobre los desempleados puede dividirse en grados. Un pequeño
porcentaje no se viene abajo ante la nueva situación. Todavía no han estado
apartados del trabajo suficiente tiempo o resultan protegidos del hundimiento
por algunos ahorros. Se alzan sobre sí mismos una y otra vez, se empeñan en
encontrar trabajo y todavía tienen esperanzas en el futuro del que esperan una
mejora en su situación.
La intensidad con la que se esfuerzan en no hundirse excluye
a este grupo más o menos totalmente de la actividad política. Más que
previamente, se ven obligados a dedicarse a sus más estrechos intereses, no
tienen posibilidades de dedicar sus energías a varios campos simultáneamente.
Sin embargo, la gran masa de los desempleados que, como
consecuencia del tiempo que han estado sin trabajo han dejado el primer nivel
mencionado vive en el más profundo estado de resignación y falta de energía. No
esperan nada de la vida. Ni la fantasía misma les permite tener esperanzas.
Nada suscita su interés, ni son capaces de implicarse en nada. Han dejado a un
lado las características de la humanidad viviente, vegetan y son conscientes de
que poco a poco se están hundiendo.
De esa enorme masa gris surge el pequeño porcentaje de los
completamente desesperados que se integran en el lumpen o en poco tiempo
desaparecen de la vida.
La desesperación y la amargura limitan con la locura y las
víctimas o se arrastran o se enzarzan en furiosas peleas como animales
aterrorizados. Tan pronto como la sociedad se libra de ellos sus vacantes son
ocupadas por elementos procedentes de la masa gris de los resignados que a su
vez son reemplazados por los procedentes de los aún íntegros.
Independientemente de lo que pueda decirse de la teoría del empobrecimiento,
todos los argumentos se vienen abajo ante el empobrecimiento que actualmente
está teniendo lugar y al que no se puede poner freno en el contexto de la
sociedad actual. Si la teoría del empobrecimiento es falsa, también la
revolución es improbable.
Sin embargo, todavía es mucho más probable que el
empobrecimiento hasta ahora haya permanecido sin consecuencias revolucionarias
visibles solo porque siempre afectó solo a minorías. Una gran masa de
empobrecidos por mera razón de su magnitud debe convertirse en una fuerza
revolucionaria. Y esto, la abolición del proletariado como tal, es al mismo
tiempo el fin del lumpenproletariado, a pesar de que no sea una desaparición
inmediata.
Solo el terreno para su desarrollo resulta eliminado. La
ideología lumpen que surge como resultado del modo de vida lumpen todavía se
manifestará por mucho tiempo como una de las herencias indeseables del
proletariado, hasta que las nuevas relaciones hayan cambiado la humanidad
suficientemente como para que las tradiciones ideológicas solo se hallen en los
libros de historia y no en las cabezas de los seres humanos.
Por todo ello hay que afirmar que el empobrecimiento es una
condición previa para el derrocamiento revolucionario y al mismo tiempo hay que
combatir en la práctica ese empobrecimiento. Esto no es contradictorio, ya que
precisamente por intentar dentro del marco del capitalismo disminuir el
empobrecimiento realmente este se incrementa. Pero entrar en esta paradoja nos
llevaría al campo de la economía. Dejémoslo pues simplemente en la afirmación
de que en el lumpenproletariado los trabajadores solo pueden ver la cara de su
propio futuro, a menos que sus esfuerzos por cambiar las relaciones de
producción existentes procedan a mayor ritmo. Solo la estrechez de miras de la
pequeña burguesía puede señalar con desprecio al lumpenproletariado. Para los
mismos trabajadores, "la hez de la humanidad" es solo la otra cara de
la moneda que suele admirarse como civilización capitalista. Solo el final de
esta traerá consigo el final de aquella.
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